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Las hermanas Vedruna se despiden de Calella

Las hermanas Vedruna se despiden de Calella

La congregación ha puesto fin a 150 años de presencia en esta localidad del Maresme, donde han ofrecido su servicio especialmente en el cuidado a las personas enfermas y en la educación. “Cuántos recuerdos acumulados, ¿verdad? ¡Qué suerte saber que vosotras estabais pendientes de todo!”, dice un portavoz del municipio en un emotivo acto de despedida celebrado el 28 de mayo.

 

“Hoy ha llegado el día de decir adiós, no por nuestro deseo, sino por la falta de hermanas para continuar la misión”.

La Provincial Vedruna de Europa, María Gracia Gil, dejaba traslucir en una carta la tristeza de la congregación, pero también el agradecimiento por una presencia en Calella iniciada en 1866, cuando la sierva de Dios Paula Delpuig, sucesora de santa Joaquina, y otras dos hermanas entraron en el hospital adosado a la iglesia de san Jaume para cuidar a los enfermos y atender un proyectado parvulario. Desde entonces, “una larga cadena de hermanas han ideo dejando unas huellas que difícilmente podrán borrarse”, proseguía María Gracia Gil.

En un emotivo acto de despedida, celebrado el 28 de mayo, el doctor Pere Puig i Gris, antiguo jefe de Cirugía del Hospital de Calella,resumía estos 150 años de historia que han marcado la historia del municipio. “Las monjas del hospital de Calella fueron un grupo de mujeres sencillamente admirables, su apariencia delicada fragilidad escondía un carácter firme y altamente responsable que las empujaba a proteger al débil y al marginado”, concluía

Tomaba también la palabra el antropólogo y educador social Miquel Moré i Mateu, quien agradecía a las religiosas Vedruna haber “dejado las huellas más importantes que se pueden dejar a la vida de las personas a través de tres acciones: acompañar, cuidar y curar”. “Habéis estado presentes en los momentos frágiles de la vida de las personas, cuando enferman y están en el hospital”, añadía. “También en muchos momentos de felicidad, al ver el nacimiento de muchos calellenses. Cuántos recuerdos acumulados, ¿verdad? Siempre sus oraciones por las personas enfermas y sus familias, vuestra profesionalidad, a través de hermanas que llegaron a ser grandes enfermeras. Recordemos que en los inicios del hospital prácticamente sólo estabais vosotros y algunos médicos que venían a pasar visita. ¡Qué suerte saber que vosotras estabais pendientes de todo, que no os ibais ni a dormir hasta no haber echado un vistazo a todas las personas ingresadas, y que velarías toda la noche, especialmente junto a aquellas personas que estaban en los últimos momentos de su vida. Nos habéis cuidado y curado, y este es uno de los actos más nobles que podemos ofrecer a las personas las unas a las otras”.


Historia de la presencia Vedruna en Calella. Por el doctor Pere Puig i Gris (traducido del catalán):

 

Situémonos en pleno siglo XIX en Calella. Año 1864. En la sala de plenos del Ayuntamiento, el día 13 de abril, hay reunida la Junta Municipal de Beneficencia presidida por el alcalde, Sr. Ramón Buïgas, y se discute la necesidad de ampliar la casa que ocupa el Hospital. Se lee un exhaustivo inventario hecho en la capilla de Santiago y al propio hospital a resultas del cual se constata que en aquel momento, había 7 camas y la correspondiente dotación de colchonetas y ropa, toallas, manteles y servilletas, dos cajas para guardar vendajes y varios utensilios de menaje habitual de una casa. No había ningún utillaje sanitario.

 

Ante esta realidad, se propone ampliarlo y dotarlo adecuadamente. El día 16 de septiembre de 1864 se aprueba hacer las obras que fueron sufragadas por una deja anónima que gestionó el Canónigo de la Catedral de Barcelona el Dr. Tomás Sivilla, hijo de Calella, y que posteriormente fue Obispo de Girona.

 

Se alquiló una casa para acomodar a provisionalmente al hospitalero, Antoni Castellà, y que, además, hace las funciones de provisional hospital. Esta casa se alquiló por el precio de 48 reales mensuales desde octubre de 1864 hasta julio de 1866. Aclarar que los hospitalarios eran las personas que cuidaban a los enfermos, pobres y peregrinos que iban al hospital a buscar caridad, consuelo y curación de sus llagas y enfermedades. Los administradores del hospital tenían contratados un médico y un cirujano para visitar a los enfermos que lo necesitasen.

 

Este hecho, la ampliación del hospital, fue crucial en su historia, ya que propició que el rector de Calella Mn. Luis Martorell, pides a la superiora general de las Hermanas Carmelitas de la Caridad de Joaquina de Vedruna, Paula Delpuig, sucesora de la fundadora e hija de Malgrat de mar, que envías unas hermanas para atender el hospital de Calella.

 

Es así, como el día 4 de Junio ​​de 1866 se constituye la primera Comunidad Vedruna en Calella formada por tres hermanas, Dominga de San Juan de Dios, Ramona Mateu y con Paula Cerarols como superiora.

 

Tenemos documentos que nos muestran la actividad que se hacía en el hospital aquellos primeros años en que las hermanas estuvieron presentes. Así, el primer ejercicio contable que va de julio de 1866 a Junio ​​de 1867 especifica que ingresaron 12 enfermos que completaron 153 estancias; 2 hombres y 9 mujeres, pues una de ellas ingresó dos veces, traspasando durante el segundo ingreso.

 

Pudieron abrir un parvulario en el hospital para escolarizar a los niños y niñas pequeños y la respuesta fue tan importante que el mes de noviembre de 1867 piden aumentar en una nueva hermana las que había hasta entonces de manera que dos se dedicaban a la enseñanza y las otras dos a la atención de los pobres y enfermos. En junio de 1870 se incorpora otra hermana enfermera.

 

Durante los años 1873 a 1876, en el transcurso de la tercera guerra carlista, las hermanas vieron incrementada su trabajo asistencial con los soldados heridos que los ingresaron, algunos de los cuales murieron en el hospital de Calella a consecuencia de las heridas sufridas. Dos años más tarde, fueron afrontar una epidemia de fiebre tifoidea que azotó la ciudad por la contaminación del agua potable, procedente de la «Gran mina de agua del arroyo de Calella», por las aguas residuales del matadero, dado que la tubería que llevaba el agua de boca, pasaba por debajo del patio del matadero situado en el centro de la villa y por donde filtraban las aguas sucias.

 

En 1879, el hospital tenía 14 camas disponibles para enfermos que no estuvieron nunca ocupados de manera total a pesar de las diferentes oleadas de la epidemia de tifoideas que finalmente cedió en mayo de 1879, habiendo arreglado los defectos que tenían las conducciones de aguas potables y residuales.

 

Las hermanas de la comunidad recibían por su trabajo y manutención 75 pesetas cada trimestre y 125 pesetas más para la manutención de los pacientes ingresados. En el hospital seguían llegando expósitos y huérfanos y enfermos pobres que había que trasladar al hospital civil de Barcelona y esto lo seguía haciendo un hospitalario. Las hermanas, complementaban los ingresos que recibían con tareas domésticas como lavar y planchar ropa y también la vela a domicilio de enfermos.

 

En 1881 se trasladó el parvulario en la calle de Jovara separando a las hermanas en dos comunidades, una asistencial en el hospital y otra docente al colegio que se inauguró ese año y que a la muerte de la hermana Paula Cerarols, contaba con unas 320 alumnos.

 

En los años siguientes, el número de enfermos que ingresaban en el hospital se fue incrementando hasta 10-12 mensualmente. En septiembre de 1883, gracias a otra deja anónima, se construyó la prolongación del hospital hasta la calle de Santiago, construyendo la iglesia que perduró hasta finales del siglo XX. Esta ampliación fue la última q ue se hizo hasta el año 1948. Con estas obras, el edificio tuvo una altura de dos pisos pero desconocemos su distribución interna por falta de referencias documentales y gráficas. Lo que si sabemos es que su actividad iba en aumento y que la labor de las hermanas era primordial.

 

En 1893, el médico del hospital Dr. Joaquín Vilaplana Alemán hace un informe al Ayuntamiento haciendo notar las deficiencias que existían a su juicio en el Hospital y destaca que «a pesar de los enfermos tienen una buena asistencia, es a condición de que sean mujeres o bien si son hombres, no tengan afectaciones localizadas en zonas que no se tengan que descubrir sin faltar a las leyes del pudor si tienen que ser atendidos por personas de diferente sexo como sucede con las hermanas carmelitas que por razón de las normas de su instituto, lo tienen prohibido ». Reclama por tanto que se cree una plaza de enfermero para poder atender estos casos.

 

En 1896, encontramos como superiora de la comunidad de Calella a la hermana Adelaida Boix que sustituye a la hermana Paula Cerarols que había sido la superior durante 30 años. Se mantiene en el cargo hasta 1926.

 

El escrito del Dr. Vilaplana tuvo efecto aunque unos años más tarde y en 1901, siendo alcalde Manuel Puigvert, se aprueba una reconversión de la administración hospitalaria.

 

En noviembre de 1925 se aprobó el primer reglamento del hospital de Calella donde se reconocía que «la asistencia a los pacientes estará siempre a cargo de una comunidad religiosa. La Superiora tendrá el cargo de administradora en lo referente a los gastos menores del hospital y deberá llevar un libro de contabilidad donde se reflejen ingresos y gastos »« Serán obligaciones de las hermanas: Cuidar a los enfermos y cuidar la limpieza del inmueble y demás útiles del establecimiento. Cuidar de los objetos que lleven los pacientes al entrar en el hospital y devolverlos a él al ser dados de alta. Entregar al tesorero los donativos que se les haga con destino al hospital »

 

La situación social y política de los años 30 del siglo pasado, desembocó en la guerra civil de 1936 a 1939. El hospital de Calella no fue considerado como hospital militar y las hermanas fueron alojadas en casas particulares de amigos y familiares. No tengo noticias de que ninguna de ellas fuera represaliada durante el conflicto.

 

El colegio fue convertido en el Colegio Humanidad Nueva hasta que una vez terminada la guerra civil, fue devuelto a las hermanas carmelitas de la caridad que le siguieron ocupando hasta 1951 en que se cerró..

 

Los años de posguerra fueron muy duros por la precariedad de la economía del hospital y la escasez de medios que tenían. El hospital estaba muy deteriorado y no era apto para una atención médica adecuada. Por este motivo, el Ayuntamiento decidió hacer una reforma y ampliación del mismo coincidiendo con una deja 113.000 pesetas procedente de la herencia del Sr. Enric Tuyet y Bosch que permitió dotar de muebles y aparatos esta primera ampliación.

 

En 1946 se establece un convenio entre el Patronato del Hospital de Calella y la Superiora de las Hermanas Carmelitas de la Caridad. En este convenio se especifica que se sigue el convenio establecido y que se respetarán tanto las reglas de la Institución religiosa como el reglamento de funcionamiento aprobado, que no difería del anterior de 1929. Por este convenio, las hermanas administraban los recursos del hospital y tenían que rendir cuentas al Patronato de los ingresos y gastos efectuados. Recibirían una subvención de 375 pesetas por sus gastos propios aparte de ser lis pagadas todos los gastos necesarios por su manutención y mantenimiento de las celdas • las, material y enfermería. Con ello, se consolidaba la completa gestión del hospital.

 

En 1948 se inauguró la ampliación y el mes de enero de 1949, el Dr. Josep Mª Massons, hizo la primera intervención quirúrgica en el hospital de Calella, en la persona de Rosita Vilà, criada de la Comunidad de las Hermanas del hospital, que servía en la cocina.

 

Poco a poco, la actividad quirúrgica, los ingresos en el hospital de enfermos de Medicina, los partos y accidentes fueron cada vez más abundantes y obligaron a sucesivas ampliaciones y ampliación de servicios. Esto hizo que la plantilla de hermanas aumentas hasta tener 8 o 9 efectivos.

 

Las diferentes Hermanas superiores que se fueron sucediendo en los años 60 y 70 fueron Rosa Bartez, María Torres, y a partir de 1974 Dolores Pujol.

 

El punto de inflexión se dio en 1980 con la segunda gran ampliación del hospital y el impulso que el primer Ayuntamiento democrático presidido por Ramón Bagó dio al establecer el convenio con el instituto nacional de previsión (Seguridad Social ).

 

El regidor de ese Ayuntamiento, Joaquim Pedemonte, nos ha dejado un legado escrito donde nos describe cómo eran las Hermanas que estaban en el Hospital en aquel tiempo y que hasta hoy han estado ocupando un lugar clave en el desarrollo del Hospital de Calella .

 

Me permito trasladaros sus palabras que hago mías:

 

La comunidad la formaban 9 hermanas: Roseta, Maria Torres, hermana Xandri, Pilar Capdevila, hermana Rosa, Pilar Manresa, Magda Plandiura, hermana Carmen y Dolores Pujol que era la superiora.

 

La hermana Roseta tenía 90 años y era junto con la hermana Maria Torras, la encargada de tener la ropa del hospital siempre en condiciones. Esta ropa se lavaba, planchaba y zurcía en el hospital y al ser una época de penurias económicas había que tener mucho cuidado de ella dones aprovechaba hasta donde se podía y más. Tenían caracteres muy diferentes; una alegre y extrovertida y la otra más seria y reservada, pero ambas desprendían aquella serenidad que las hacía muy próximas.

 

La hermana Xandri era la responsable de la alimentación del centro y era todo una artista de la cocina, donde tenía que hacer maravillas dada la precariedad de la economía, para poder hacer llegar a los pacientes las dietas adecuadas y con suficientes nutrientes. Con los médicos era muy cuidadosa y siempre pedía que le dijeran que preferían para comer o cenar cuando estaban de guardia y los contentaba siempre que podía.

 

La hermana Pilar Capdevila era la responsable de la sección de larga estancia, de los abuelos como se decía entonces, donde se acogía a personas que no podían cuidarse para estar solas o por severos problemas económicos. Era una sección con historias muy duras y algunas aterradoras, todas con el común denominador de la certeza del abandono y el terrible peso de la soledad. La hermana Capdevila era quien intentaba llenar el vacío de afecto que sufrían estas personas con una sonrisa en los labios y una modestia ejemplar.

 

La hermana Carmen era la encargada de la lavandería y lo hacía con unos medios muy precarios. Contaba con una máquina de lavar que no paraba de funcionar para tener limpia toda la ropa de las camas, toallas y ropa propia de quirófano y el vestuario del personal, logrando que nunca faltas la ropa necesaria. Cuando había incrementos de ingresos y / o intervenciones quirúrgicas, la cosa se complicaba. Cabe señalar que no había ningún secadora de ropa y toda debía extenderse primero dentro de la lavandería para escurrir el agua y posteriormente al sol para que se secara. Complicado los días nubes o con lluvia sobre todo en invierno. Pero lo conseguía, aunque el coste físico y de horas de trabajo era abrumador. Afortunadamente, esa inquietud mermó con la compra de una máquina para secar la ropa que facilitó y mucho su tarea.

 

La hermana Rosa era una persona incansable dentro de un equipo de personas incansables a quien no asustan ni el trabajo ni las horas de trabajo. Ella era la encargada de coordinar las consultas externas del hospital.

 

La hermana Pilar Manresa era la más joven de la Comunidad. Estudiaba enfermería y estaba destinada al quirófano. Hay que aclarar que en aquel tiempo, de intervenciones quirúrgicas se hacían pocas y podía dedicar tiempo a ayudar en otras tareas de hospitalización.

 

Las hermanas Dolores Pujol y Magda Plandiura eran la superior y su adjunta; su mano derecha. Ellas eran las responsables últimas de que todo funcionara adecuadamente. La vitalidad de la hermana Dolores era admirable y más si tenemos en cuenta que su apariencia física daba la sensación de una cierta fragilidad física que desmentía constantemente con su plena dedicación que no conocía de horarios ni desfallecimientos y era capaz de ayudar a quien lo necesita.

 

Magda ha sido el verdadero motor de la enfermería en el Hospital de Calella. Poco a poco fue construyendo un equipo de gente joven y preparada a la que terminó de formar en las directrices que consideraba eran imprescindibles para una correcta atención a los pacientes ingresados. Con los años y el crecimiento del hospital cada vez aumentaba en complejidad, sus funciones acabaron siendo de supervisión dejando en manos de una cúpula directiva de enfermeras muy bien preparadas, el rumbo de la atención integral al paciente que ha dado prestigio al Hospital de Calella.

 

En 1983 la hermana Magda Plandiura es elegida superiora hasta 1989 en que nuevamente la hermana Dolores Pujol, que se había ausentado del hospital durante ese tiempo, vuelve a ser nombrada superiora de la comunidad. En el año 2014, debido a su precaria salud y posterior muerte en febrero de 2015, vuelve a ser sustituida por la hermana Magda Plandiura hasta que, ella también, con la salud muy debilitada, traspasó recientemente.

 

Las monjas del hospital de Calella fueron un grupo de mujeres sencillamente admirables, su apariencia delicada fragilidad escondía un carácter firme y altamente responsable que las empujaba a proteger al débil y al marginado.

 

Siempre estarán con nosotros. 155 años de historia de nuestro Hospital, acaban con la marcha de la Congregación de Carmelitas de la Caridad de Santa Joaquina de Vedruna.

 

Se abre una nueva etapa ….

Pere Puig y Gris

Pere Puig Y Gris, médico cirujano jubilado; durante 23 años fue el jefe del Servicio de Cirugía primero en el hospital de Calella y después de la Corporación de Salud del Maresme y la Selva y también el Jefe de la Unidad Funcional de Patología Mamaria de la misma Corporación. Premio Jaume Esperalba el año 2012 y Premio Ciudad de Calella 2019.

Fecha

junio 5, 2021

Categoría

Nacional