Alienum phaedrum torquatos nec eu, vis detraxit periculis ex, nihil expetendis in mei. Mei an pericula euripidis, hinc partem.
 

Orígenes

Joaquina de Vedruna nació en Barcelona, en 1783. Tuvo una vida muy rica y variada. Durante 17 años estuvo casada con Teodoro de Más y vivió en una familia con 9 hijos e hijas.

Cuando quedó viuda, a los 33 años, vivió una larga etapa -10 años- de discernimiento. A través de su presencia en el hospital con los enfermos, las visitas a la casa de Misericordia y el conocimiento que fue adquiriendo de la situación de la mujer, Joaquina va descubriendo las necesidades presentes en el contexto. A esto hay que añadir sus relaciones amplias, entre ellas con D. José Estrada y el P. Esteban de Olot con quien mantuvo un acompañamiento durante seis meses para discernir y concretar su compromiso: “Yo tenía intención de entrar en religiosa en un convento de clausura. Pero el Señor me ha ido manifestando que su voluntad es otra. He entendido que he de formar hermanas para que puedan remediar las necesidades de los pueblos”.

Reunió en su casa a un grupo de mujeres jóvenes que se “abrasaban en el amor de Dios y querían abrazar la pobreza, viviendo como religiosas”, según sus propias palabras (Carta 81). Así fue como fundó la Congregación en 1826.

Siguió viviendo en familia toda su vida con enfermos que visitaba en los hospitales y en sus casas; con niñas a las que enseñaba a leer y escribir ya que una de sus pasiones era que las mujeres también pudieran ir a la escuela; con personas en situaciones de abandono en las llamadas Casas de caridad. En resumen, creando, con toda persona que se cruzara en su camino, complicidades para cuidar la vida.

No fue fácil lo que vivió. A la muerte de su marido, atravesó conflictos económicos familiares muy serios; en varias ocasiones huyó de la guerra y tuvo que recomenzar todo a la vuelta (Enlace Cuaderno CCV «La tierra en que peregrinas. Allí te encontramos» que está en la Biblioteca); fundó 30 comunidades en 28 años, algunas con muchas dificultades y en ocasiones ella misma vio cómo se cerraban; al final de sus días padeció una enfermedad que la fue dejando imposibilitada para acompañar lo que habían puesto en marcha ella y aquellas primeras mujeres apasionadas por Jesús y por la dignidad de toda persona humana. Tras su muerte en 1854, lo que iniciaron, siguió adelante.