Rosaria Valenza, Tomasa Martínez y Amalí Savarimuthu quedan ya, para la historia Vedruna, como las últimas de la comunidad de Fushë Mamurras, en Albania. A los actos de despedida acudieron, por parte del Equipo Provincial, María Gracia Gil e Inma Eibe, que se unieron a la acción de gracias de la comunidad local.
La Eucaristía fue presidida por el arzobispo emérito de Shkodrë–Pult, el franciscano italo-albanés Angelo Massafra, quien, tras 20 años al frente de la diócesis de mayor población de Albania, entregó en agosto el testigo a su hasta entonces coadjutor, Giovanni Peragine.
La provincial de Europa le agradeció “la disposición al diálogo que siempre nos ha manifestado” durante todo este tiempo, agradecimiento que extendió a “las hermanas y hermanos de otras Familias Religiosas” en Albania y a varios sacerdotes que acudieron a concelebrar.
La misión de las hermanas Vedruna, que “durante muchos años han estado acompañando la fe de este pueblo, ahora queda en sus manos”, les dijo María Gracia Gil a todos estos representantes de la Iglesia local. “Gracias por dar continuidad y seguir cuidando la semilla de la Palabra de Dios en este pueblo tan querido por nosotras”, añadió.
El más emotivo de los agradecimientos, sin embargo, quedaba reservado “a este pueblo que hoy está aquí presente, porque quiere mostrarnos su agradecimiento y cariño. Faliminderit!” [gracias].
Unas hermanas “muy valientes”

Fue un momento de intensos recuerdos, en el que se rememoró la llegada, en 1992, de las primeras cuatro hermanas Vedruna: Agnese Marchetti, Lidia Vece, Alisa Thanickal y Pilar Menal, a las que pronto se sumaría M. Cecilia Lago, con quienes se pondría en marcha en 1994 la comunidad de Fushë Mamurras.
En difíciles condiciones se inció la misión de estas hermanas “muy valientes”, que contaron en todo momento con el aliento y apoyo de la comunidad Vedruna de Italia.
“Comenzaron dando clase de italiano, atendiendo un dispensario, visitando enfermos y colaborando en actividades pastorales”, rememoró la provincial de Europa. “Después de un primer tiempo de conocimiento y experiencia se instalaron en Fushë Mamurras y atendían a las familias de Fertrash y Dukagjini, Arts-Miliska. En 1998 se abre una escuela para la formación de niños y jóvenes con actividades de promoción humana”.
Muchas hermanas Vedruna han ido y venido durante todos estos años, prosiguió. Pero su labor no hubiera sido posible sin los incontables sacerdotes y colaboradores que trabajaron mano a mano con la comunidad, y sin los voluntarios venidos de otros países que han apoyado la misión durante todo este tiempo. Palabras especiales de agradecimiento hubo para la parroquia italiana de Mantova.
El momento de decir adiós
“Ahora ha llegado el momento de decir adiós. Y os toca a vosotras hacerlo, hermanas Rosaria, Amalie y Tomasa, que habéis estado hasta el último momento intentando ser fieles a la encomienda que recibisteis de acompañar la vida de estas buenas gentes”, añadió María Gracia Gil.
“En España hay una canción popular que dice ‘Algo se muere en el alma cuando un amigo se va’. Pero nosotras no creemos que algo se muere en el alma cuando nos marchamos; queda mucha vida entregada y también mucha vida compartida”.
“Hemos compartido alegrías y penas, hemos vivido el miedo y también la solidaridad en una guerra, hemos vivido cerca de mujeres que buscan descubrir la plenitud que llevan dentro y hemos compartido con educadoras y educadores una misión educativa preciosa en esta escuela. Ahí queda la semilla que dará su fruto”, concluyó la provincial. “Hemos compartido la fe, acercando la palabra de Dios al corazón de varones y mujeres que la buscan y que es aliento y esperanza para sus vidas. Por todo lo compartido, Faleminderit”. “Sabemos que la vida entregada de tantas personas dará su fruto porque sois muy buena tierra. Y el Señor que sabe leer los corazones cuidará, regará, hará florecer y llegará el tiempo de ver las plantas cargadas de frutos.