Cuatro jóvenes de Alemania (Caroline y Phiilip), Holanda (Willeke) y Japón (Sota) han continuado en Granollers el voluntariado de un año que realizan en la comunidad ecuménica de Taizé. El centro social El Xiprer y la comunidad Vedruna-hospital de esta ciudad han sido dos paradas clave en su camino de búsqueda espiritual.
“Una vida dedicada a Dios”. Esta es la imagen que se llevan dos voluntarias y dos voluntarios de Alemania, Holanda y Japón tras convivir durante un mes con la comunidad Vedruna de Granollers- Hosp. (Barcelona).
Las dos chicas se alojaron con las hermanas, mientras que ellos, hospedados en familias cercanas, visitaron en varias ocasiones la casa, lo que les permitió participar en la vida comunitaria y conocer el voluntariado y trabajo laboral de las hermanas en el hospital que asumieron en 1855 religiosas de la congregación fundada por santa Joaquina.
Cada mañana, los cuatro jóvenes acudían a trabajar al Xiprer, un centro conocido por su comedor social, sus programas de apoyo a personas migrantes y sus ayudas a familias económicamente vulnerables. El Xiprer se define también como comunidad de “personas muy diversas que se encuentran para celebrar la fe y acompañarse unos a otros en el camino del seguimiento y descubrimiento de Jesús”. Un lugar perfecto para cuatro jóvenes inquietos e inconformistas -dos católicos y dos evangélicos- inmersos en una aventura de búsqueda espiritual y de sentido. Les envía la comunidad ecuménica de Taizé, en Francia, donde están pasando un año como voluntarios.
La ciudad de Granollers poco tiene que ver con el remanso de paz que es Taizé, rodeada de naturaleza, “sin siquiera supermercados ni vallas publicitarias”, según lo describen Caroline y la holandesa Willeke. Sin embargo, aquí han encontrado también su propia “isla”, apuntan.
“El Xiprer es un lugar en el que convergen personas de todo tipo de procedencias”, añaden, y donde se cultiva también profundamente “la vida interior”.
En lo que respecta a la comunidad Vedruna, aseguran, para ellas ha supuesto un aprendizaje ver “cómo cuidan las unas de las otras” y cómo se entregan a las personas enfermas del hospital y otras tareas educativas. Como recuerdo imborrable, se llevan “haber disfrutado enormemente los momentos de oración después de la cena”.
Su estancia en Taizé y Granollers, creen, les ha permitido conocer un cristianismo que resulta atractivo para una juventud europea que, en gran medida, no se puede seguir considerando ya cristiana.
Por un lado, consideran, les ha hecho ver que son una minoría mayor de lo que pensaban. Durante este tiempo “hemos conocido a muchos otros jóvenes creyentes, lo que nos da esperanza”.
Pero también han comprobado que “el cristianismo es la base de grandes valores morales en nuestras sociedades, e incluso si las personas le dan la espalda a la religión, a menudo conservan los valores cristianos. Además, a través de amigos musulmanes y otras personas, nos hemos dado cuenta de que compartimos muchos valores. Y esa es una buena base para la amistad y el entendimiento”.
Testimonios de fe como los que han podido conocer de primera mano en Taizé y en Granollers, creen, sí resultan convincentes y sugestivos para una juventud que “no quiere seguir las reglas ciegamente, y no encaja sin más en las estructuras tradicionales”. Una juventud que, sin embargo, tiene un sentido especial para percibir cuándo un estilo de vida es coherente.
Lo que quizá más le ha sorprendido en su proceso de búsqueda es, tal vez, que la peregrinación lejos de casa sin duda ayuda, pero no es lo esencial. Willeke lo ve como un viaje de ida y vuelta. Su primera motivación fue alejarse de la vorágine de su vida diaria en Holanda para poder dedicarle un tiempo a la contemplación con la comunidad Ecuménica de Taizé. También Caroline necesitaba hacer un alto, y pensó que era este podía ser un buen momento para aparcar su trabajo en Alemania. En Taizé y Granollers han podido encontrar lo que buscaban, solo que, a la vez, han descubierto que “la vida interior” fructifica en cualquier entorno, “no importa dónde estemos”.
Para la comunidad Vedruna de Granollers-Hospital ha sido también un mes muy especial. Lo novedoso no ha consistido tanto en la acogida, porque “esta ha sido siempre una casa de puertas abiertas”, para personas que venían a pasar unos días o bien varias semanas, como en este último caso, cuenta en la comunidad. Esta experiencia, sin embargo, ha supuesto un paso importante en su colaboración con la comunidad de Taizé y su labor evangelizadora con los jóvenes. No han tenido que cambiar un ápice de su rutina de vida diaria; solo dejar que otras personas lleguen, pasen y vean.