El obispo de Vic, Romà Casanova, presidió la Misa de acción de gracias en torno al día de santa Joaquina, en una intensa Jornada de celebraciones de preparación del bicentenario de la congregación, que se celebrará en febrero de 2026.
Con una Misa de acción de gracias en la iglesia de la Casa Madre, comenzó este 17 de mayo la celebración de la fiesta de santa Joaquina, en Vic. Se trataba de “hacer memoria agradecida de Joaquina de Vedruna” en el tramo final del “camino al bicentenario de la fundación”, en comunión con “toda la Familia Vedruna, que desde diferentes realidades. desde diferentes latitudes, con diferentes modos, celebra la vida de Joaquina, reconociendo en ella un corazón generoso de una misión que inspira”, dijo en la moción de entrada la hermana María Juana Tomás.
La Eucaristía tuvo varios momentos de fuerte simbolismo. M. Carmen Montes, miembro del Equipo Provincial de Europa, presentó en las ofrendas el Documento Capitular “Nacer de nuevo”, y el Documento de prioridades de la Provincia Vedruna Europa, junto con el periódico del día. “Aquí está –dijo– lo que nos preocupa y lo que nos ocupa, la vida que traemos entre manos”. A continuación, en el mismo lugar en el que Joaquina fundó la congregación, sus hijas espirituales renovaron su vinculación con la obra iniciada hace 200 años “diciendo sí al buen Jesús que nos llama sin cesar”.
Abundantes gracias a lo largo de 200 años

La Misa fue presidida por el obispo de Vic, Romà Casanova, quien presentó la celebración como “agradecimiento por los abundantes gracias que el Señor ha concedido a la su Iglesia por medio de la Congregación de las Carmelitas de la Caridad Vedruna en su larga historia”. E invitó a la Familia Vedruna “a fijaros más de cerca y con la mirada nueva que concede el Espíritu Santo en santa Joaquina, porque en su persona, en su existencia, en su entrega, en su santidad, ella es luz que inspira”.
“Los tiempos de santa Joaquina son cronológicamente diferentes a los nuestros”, admitió el obispo. Pero si ella, “en sus tiempos convulsos, fue capaz de abrir caminos de santidad y de misión”, la misión iniciada en febrero de 1826 sigue siendo “muy necesaria en este cambio de época en que estamos inmersos, tanto eclesial como socialmente”, en la que “la crisis de la fe cristiana” se ha extendido en todo Occidente, y de manera particularmente intensa “en esta tierra en que la que ella fundó y se entregó”, Cataluña.

Al término de la Eucaristía, la oración final recordó la llamada a Joaquina hace 200 años de «abrazar todas las necesidades de los pueblos para dar gloria a Dios», con la súplica de que «nosotras también podamos responder a tus llamadas de manera generosa, porque el amor nunca dice basta, y queremos seguir encarnando tu rostro de distintas culturas como familia carismática Vedruna, deseamos aportar a la Iglesia universal y a la sociedad, desde nuestra raíz congregacional, lo que genera vida, para que surjan nuevos brotes de esperanza en la humanidad donde la persona sea reconocida y valorada», con estilo en el que se reconozca siempre la «alegría, fe y confianza» de la fundadora.
Vídeo de la Misa de acción de gracias:
Texto íntegro de la homilía de Romà Casanova, obispo de Vic
Hermanas del Consejo provincial y hermanas de diferentes casas que os habéis reunido aquí hoy con gusto a celebrar el inicio del bicentenario de la fundación de las Carmelitas de la de la Caridad Vedruna:
Tal como se ha expresado en la monición inicial de esta Eucaristía, esta celebración quiere ser un agradecimiento por los abundantes gracias que el Señor ha concedido a la su Iglesia por medio de la Congregación de las Carmelitas de la Caridad Vedruna en su larga historia, de manera especial si cabe por santa Joaquina de Vedruna, que acogió en su corazón la llamada a salir de ella misma y darse del todo al servicio de los hermanos, luchando por tener un corazón siempre enamorado de Jesús y de su Reino.
Desde ya hace días tenemos en nuestra mente y en nuestro corazón la fecha del 26 de febrero de 2026, cuando se cumplirán, si Dios quiere, los 200 años de la Fundación de esta congregación. Porque fue el 26 de febrero de 1826, tercer domingo de Cuaresma, cuando se unieron hermanas a Joaquina, en el Manso Escorial para vivir como comunidad de consagradas al Señor al servicio de las misiones que la iglesia y la sociedad de aquel momento necesitaban.
Por eso no podemos olvidar la carta fundacional enviada dos meses antes, justamente el 19 de diciembre de 1825 y dirigida al obispo de Vic, Pablo Jesús de Corcuera, en que se decía: “Joaquina de Mas i de Vedruna, deseosa de trabajar por la gloria de Dios y bien del prójimo, desea abrazar algunas almas pobres que están abrasándose en amor de Dios y bien de al prójimo y quieren ser religiosas, pero como son pobres y no tienen medios ni lugar en los conventos de religiosas de pobreza, se están sin poder desahogar su amor con el buen Jesús”. La petición para recibir en su casa a aquellas almas pobres que se abrasaban de amor al Señor fue concedida, y ahí empezó de manera humilde, como todo lo que es de Dios, la gran aventura de esta vuestra amada congregación, que ha surcado los mares de la historia en el tiempo no desestimable de dos siglos.
Cuando soy invitado a poner la mirada en los fundadores santos de las congregaciones religiosas siempre me viene a la memoria aquel texto del profeta Isaías: “Mirad la roca de donde os tallaron, la cantera de donde os extrajeron”. El profeta, dirigiéndose a los habitantes de Jerusalén, les hacía una llamada a la conversión, poniendo la mirada en el patriarca Abraham. También en la concurrencia de la celebración del bicentenario de la Fundación Vedruna el Señor nos invita a vosotras hermanas y a toda la gran familia Vedruna a fijaros más de cerca y con la mirada nueva que concede el Espíritu Santo en santa Joaquina, porque en su persona, en su existencia, en su entrega, en su santidad, ella es luz que inspira.
Me atrevo a aplicar a la misma Joaquina, Joaquima, las palabras de san Pablo en la Carta a los Filipenses que hemos escuchado, hablándoos a vosotras, familia Vedruna: “Lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis, visteis en mí ponedlo por obra, y el Dios de la paz estará con vosotros”. Lo que se manifestó en la vida de la niña, la joven, la esposa, la madre, la viuda, la consagrada, la fundadora Joaquina no fue una casualidad, sino una obra del Espíritu Santo, que fue dirigiendo su alma en todo momento, encontrando la docilidad de un corazón enamorado de Jesús, del buen Jesús, como expresaba ella.
La obediencia al Espíritu la hizo ser en aquel siglo XIX y en esta Cataluña, desde la maternidad propia de toda mujer como don natural, la que despertaba vida y esperanza. Ella fue capaz, con la ayuda de la gracia de Dios, de huir de la mediocridad y ser cultivadora de sueños, despertando en ella y en muchos el deseo de verdad, de bien y de belleza que anida en todo corazón Y esto es tremendamente actual, como en el tiempo de santa Joaquina. Todos tenemos la tentación de que no nos saque nadie de nuestra zona de confort, de aquello en que nos sentimos cómodos.
Pensamos que lo mejor es no mover nada, no cambiar nada, no crear nada, pero si no hay riesgo, ni pasión, ni audacia, ni creatividad, tampoco hay vida, porque la vida es lucha. Ese es el testimonio de vuestra madre y fundadora: la mujer de la audacia contra el fatalismo. Ella no se quedó cómodamente en la mediocridad como le pedía la sociedad y su entorno. Dejó que su corazón se enamorara de quien vino a dar la vida como salvación de todos y se hizo servidora audaz.
Muchas veces resonaron en su en su alma las palabras de Jesús que acabamos de escuchar: “Quien quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos”. Quien cultiva sueños no queda en la mediocridad, es capaz de abrir horizontes nuevos que ayudan a caminar.
En pleno siglo XXI estamos en la sociedad del bienestar, basada en el consumo de cosas y de experiencias. Una sociedad que ofrece todo y ahora mismo: la cultura de la inmediatez, del ya. Puede ofrecer, sí, esta esta sociedad mucho, pero no puede dar la paz y la alegría al corazón humano que nos recordaba san Pablo.
Cultivar sueños significa dejar que de lo más profundo del corazón humano emerja el deseo de todo lo que sea como he dicho verdad amor y belleza. Lo que realmente vale se desea, desde aquella tensión hacia el cumplimiento de una aspiración. Es una búsqueda de aquello que se quiere obtener. Un objetivo a conquistar, el deseo más grande en el corazón de santa Joaquina fue el de ser del todo del Señor para servir del todo a los hermanos.
Ella misma expresaba: “Jesús mío, confío que no mirarás mi debilidad, sino el deseo que hay en mi corazón, que es vuestro”.
Y en una carta a una hermana le decía: Veo tu voluntad con deseos y resoluciones eficaces. Joaquina de Vedruna no fue, pues, mujer de desinterés y de inapetencia, sino todo lo contrario: capaz de grandes deseos y de despertarlos en los demás.
Los tiempos de santa Joaquina son cronológicamente diferentes a los nuestros. Han pasado 200 años, pero la vida de ella es para nosotros luz que inspira, y tenemos la necesidad que ella nos inspira. En sus tiempos convulsos fue capaz de abrir caminos de santidad y de misión, cosa muy necesaria en este cambio de época en que estamos inmersos, tanto eclesial como socialmente.
La Iglesia vive en una época de pobreza en todo Occidente, intensamente en esta tierra aquella en que ella fundó y se entregó, la necesidad de santidad y de misión de los que creemos en Jesús es evidente. La crisis de la fe cristiana en el corazón de tantas personas que han abandonado a Jesús como maestro y señor es la gran cuestión que tiene la Iglesia en estos momentos, y evidentemente en ella la familia Vedruna. La pobreza más cruel es la de no conocer a Jesús, el buen Jesús, repito, que decía Joaquina.
Nos deberíamos preguntar: ¿Qué haría Joaquina de Vedruna en este cambio de época en que vivimos? Y pienso humildemente que nos diría: No huyan de la realidad, no huyan sino despierten la creatividad”. Con palabras suyas textuales: “Espíritu y confianza”. “Con Dios, todo se puede”.
Este fue su testimonio: estar atenta a la voluntad del Señor. “Dios quiere que mis hijas vayan a muchos lugares”. Y responder con generosidad. El espíritu de Dios es el único capaz de poner la imaginación en nuestro corazón, suscitando novedad y aportando creatividad.
Esta es la maternidad de santa Joaquina: engendrar vida en tantos lugares de la sociedad en estos 200 años de Vedruna, desde un convencimiento claro en ella que nunca cesó. Podéis estar bien ciertas de que Jesús os ha escogido para trabajar mucho en su viña.
Hermanos, en la primera lectura hemos escuchado un fragmento de del profeta Isaías que con toda la claridad ponía el servicio enamorado a los pobres y necesitados como lo único que es capaz de dar sentido a toda existencia humana: “Entonces surgirá tu luz como la aurora”.
Ciertamente necesitamos prender cada día de nuestra vida nuestra existencia con la belleza de la novedad de la vida en Cristo que habita nuestro corazón. No busquemos fuera de nosotros. En lo más íntimo de nuestro ser tenemos la gracia del amor de Dios para ser en medio de nuestro mundo la Iglesia de Dios. El Santo Padre, León XIV, en la primera homilía que pronunció con pontífice, nos dijo: “La Iglesia de ser cada vez más la ciudad puesta sobre el monte, el arca de salvación que navega a través de las mareas de la historia, faro que ilumina las noches del mundo…”. Ciudad, arca, faro… “Y esto no tanto gracias a la magnífica ciencia de sus estructuras y la grandiosidad de sus construcciones sino por la santidad de sus miembros, de ese pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz”.
Santa Joaquina de Vedruna fue y sigue siendo luz que inspira a quien se acerca a ella y a su obra. Que todos nosotros, en los tiempos que el Señor nos concede vivir, seamos también miembros de la Iglesia creyentes y creíbles, viviendo la misión que tenemos encomendada: ensanchar más y más el Reino de Dios. Que vuestra madre, en el bicentenario de la fundación Vedruna, interceda por nosotros. Amén.