Cuando conoció la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Carme Lleyda, ccv, sintió que ese era el lugar para ella de convertir en realidad la misión de “abrazar las necesidades de todos los pueblos”. Desde hace más de diez años colabora prestando información y asesoramiento a las víctimas de este drama “humano y social”. Así lo ha contado en un reciente encuentro de voluntariado celebrado en el Centro Vedruna Valladolid por la Red SEL (Educar, Sanar, Liberar):
El voluntariado es un modo de ser y estar en la vida y un modo de entender la realidad. El voluntariado supone implicación, responsabilidad, compromiso, solidaridad, sentirte parte con los otros, humanizarnos, tener una visión del mundo e implicación para un cambio de estructuras.
Decidir
Al terminar mi etapa laboral, tenía claro que quería seguir activa a través del voluntariado. Sin prisas, pero con diligencia, estuve observando qué necesidades descubría como reto en mi realidad de Tarragona y, coincidió con la crisis económica e inmobiliaria del 2008, la crisis del ladrillo.
A principios de 2014 estaban proliferando las dificultades en el ámbito de la vivienda, con los dolorosos y espectaculares desahucios, y la lucha social iniciada para proceder a STOP Desahucios. Y percibí, como Joaquina de Vedruna, la urgencia de actualizar la respuesta de “Abrazar las necesidades de todos los pueblos”. Esta se presentaba como una necesidad bien real y cercana.
Llegar
Llegué a hacerlo efectivo, entre marzo/abril, cuando se me brindó la oportunidad de asistir y participar en las asambleas abiertas que semanalmente tiene la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y, un día, fui a escuchar… Me quedé sorprendida de todo lo que iba escuchando.
Pasé algún tiempo sin hablar ni decir nada, solo escuchaba, hasta que al cabo de algunas semanas me preguntaron cuál era mi problema y si quería rellenar una ficha. Cuál fue mi sorpresa. No me dio tiempo a pensar la respuesta, solo manifesté que no tenía este problema, pero que mientras lo tenían ellas, también era mi problema. Esto me abrió la puerta para poder seguir participando de manera regular en las reuniones y actividades (ejercer el activismo). No cuentan con personal contratado en el movimiento. Son ellos mismos, los afectados, los que se comprometen a todo.
Estuve varios meses de escucha. Esto supuso un gran cambio de mentalidad para poder luchar con ellos de forma afectiva y efectiva. A finales de año me invitaron a participar en la acogida y en la información y asesoramiento del problema.
Vivir
Fortalecer la esperanza en la lucha colectiva. Descubrir las “Semillas del Reino” por todas partes. No hay un solo lugar para vivir en este convencimiento. Reconozco que es un lugar sagrado de valores humanos, de semillas de Reino, como también de alto grado de sufrimiento.
Caminar “con”, desde dentro y desde abajo, creyendo en las personas. Sentirme compañera de su implicación, persistencia y resiliencia, luchando sin tregua hasta resolver la situación, que supone una gran dosis de paciencia, confianza y, a la vez, sentir que no es solo una lucha individual, sino una lucha colectiva.
Es una experiencia muy dura percibir que las personas pasan a ser “don nadie”. Se trata de un tema de dignidad y de humanización.
Sentir
Siento que me mantiene viva, que da sentido a mi vida a través de la relación, el acompañamiento y que nos humaniza a todas.
Después del largo recorrido vivido y compartido con ellos (11 años), me lleva a vivirlo sin protagonismo. Siendo la persona que llevo más años con ellas.
Si algo de empoderamiento puedo aportar, es en el sentido del conocimiento que se necesita para que se vayan empoderando de su realidad concreta. Ofrecemos siempre toda la experiencia que tenemos a lo largo de los años de lucha (siempre hay personas nuevas).
Soy consciente de que me siento en “desventaja”, porque no vivo en mi realidad las consecuencias de todo este drama humano-social. Participo, comprendo, acojo y sí que siento que me condiciona positivamente, tanto en mi relación con los demás como también en la manera de vivir y ver la realidad.
La experiencia de Dios que está marcando mi caminar como voluntaria: que Dios vive en cada persona. En comunidad, nos implica hablar, dialogar, compartir desde las actitudes de fondo que nos motivan, interpelan. Poner la mirada fija en Jesús, para revitalizar nuestra manera de ser y estar en estas realidades de empobrecimiento y exclusión social.
Nos acompañamos entre nosotras y nos dejamos acompañar, acompañando a los demás
Finalmente, decir que participo en un programa, en el propio barrio, de la Fundación Onada: de acompañamiento y escucha (telefónica) a personas mayores y enfermos mentales, solas y vivencia de soledad no deseada.
Este programa se llama BON DIA (Buenos Días) y Teresa Beà, de mi misma comunidad, está en el proyecto BONA NIT (Buenas Noches). Vivimos esta coincidencia con un buen tono de humor.
Carme Lleyda