Después de 40 años de presencia ininterrumpida, ha cerrado la comunidad Vedruna de Miajadas (Cáceres). Las tres últimas hermanas, Catalina, Isabel y Lola, han terminado su etapa en la residencia de mayores San Martín de Porres, y se han trasladado a otras comunidades Vedruna en El Escorial (Madrid), las dos primeras, y en León.
Las familias de los alrededor de 50 residentes organizaron una emotiva celebración de despedida, con la Eucaristía como acto central. Fue una Misa de acción de gracias por los años que las tres han trabajado en San Martín de Porres, y por otras hermanas Vedruna que las precedieron en esa labor.

“Gracias, Señor, por el servicio, modesto y humilde, prestado por estas hermanas y por todas las que pasaron por San Martín de Porres”, leyó una persona durante el ofertorio. “Gracias por tantos días de dedicación a la entrañable tarea de ayudar, cuidar y acompañar a los ancianos, porque las hemos visto hacerlo con entusiasmo, ternura y alegría, superando largamente la obligación, a menudo con sacrificio personal, siempre según su lema Todo por amor. Gracias porque nos han transmitido que también en la vejez y el sufrimiento hay que poner amabilidad y sonrisas, por llenar de vida los últimos años de tantas personas. Gracias por su generoso SÍ a la propuesta de encargarse de la residencia que les planteó nuestro añorado Agustín”.

Hubo también palabras de agradecimiento por su dedicación a la parroquia, ya fuera como catequistas y monitoras de campamento y tiempo libre, o -según hiciera falta en cada momento- lo mismo organizando celebraciones de la Palabra, que haciéndose cargo de la limpieza del templo.
Se recordó también su impulso al voluntariado de jóvenes y adolescentes en Miajadas, su compromiso con el Movimiento Rural Cristiano o su disponibilidad para, desde el grupo Responsables de Barrio, visitar cualquier casa donde hubiera una persona enferma.
Se las despidió, en definitiva, desde la pena por la marcha de “unas vecinas más”, pero con el agradecimiento de muchos años compartidos. “Gracias por su sonrisa, simpatía y amabilidad, por transmitirnos cariño y cercanía, por estar presentes en la calle y en las casas, porque han compartido con nosotros tanto penas y duelos como celebraciones y risas”. “Gracias por ser ejemplo de fe, disponibilidad y caridad. Por su apoyo, dedicación y humildad, por haber sido una bendición para todos”.