Ante esta celebración de la Jornada Mundial de los Migrantes y Refugiados 2025, la Red SEL Vedruna, nacida del carisma vivo de Joaquina, es llamada a estar allí donde la vida se encuentra amenazada. Hoy, esa frontera lleva nombre de migración. Allí se abren heridas, se quiebran proyectos, se levanta el clamor de quienes buscan pan, tierra y dignidad. En medio de esa realidad, nuestra misión es clara: sanar, educar y liberar en nombre del Evangelio que no conoce fronteras.
Las hermanas y laicos que caminan junto a las personas migrantes son testigos de dolores profundos y de resistencias luminosas. Sanar no es solo aliviar heridas físicas y emocionales, sino también denunciar las llagas sociales que provoca la exclusión, el racismo y las políticas que niegan derechos. Allí donde se levantan muros, el Evangelio nos urge a tender puentes. Allí donde se cierran fronteras, la fe nos empuja a abrir caminos de hospitalidad.
Educar es sembrar futuro. Son los talleres, las clases de lengua, la asesoría legal, pero también la pedagogía de la fraternidad. Educar es enseñar y aprender a convivir en la diversidad, es dejar que la presencia del otro nos transforme. En cada aula, en cada espacio de formación, se hace visible que la esperanza se aprende y se comparte.

Liberar es levantar la voz contra las estructuras que oprimen y condenan a miles a la clandestinidad. Es afirmar con fuerza que los migrantes no son “ilegales”, sino hijos e hijas de Dios con un nombre y una dignidad inviolable. En este sentido, la Iglesia profetiza cuando reclama procesos amplios y estables de regularización. Regularizar no es una concesión, es un deber de justicia y un signo de verdadera fraternidad. El Papa nos recuerda que los migrantes no son solo víctimas, sino misioneros de esperanza. Su fe, su resiliencia y su capacidad de seguir soñando son un anuncio profético que interpela a nuestras comunidades. ¿Seremos capaces de escucharlo? ¿Nos atreveremos a dejarnos evangelizar por quienes llegan desde lejos con la Buena Noticia en sus manos heridas?
La Red SEL Vedruna responde: sí. Queremos caminar con los migrantes no desde el asistencialismo, sino desde la certeza de que ellos son presencia de Dios que nos sana, nos educa y nos libera. Su grito es nuestro grito; su esperanza, nuestra esperanza.
En este tiempo jubilar, alzamos la voz con fuerza: ningún ser humano es extranjero en la mesa del Reino. Invitamos a nuestras comunidades e instituciones a mantener encendida la esperanza, a no resignarse ante la injusticia, a tejer redes de acogida que sean semillas de un mundo nuevo. Que cada migrante que llega a nuestras fronteras encuentre en nosotros un hogar, un hermano, una hermana, un pueblo que lo recibe y lo reconoce como parte de sí mismo.
La misión Vedruna, iluminada por el Evangelio y por el clamor del Papa, nos urge a ser profetas de un mundo distinto: un mundo donde la dignidad no se negocia, donde la justicia se abraza y donde la fraternidad se hace carne.
Red SEL Vedruna