Una Eucaristía de acción de gracias en la catedral de Tánger ha sido el acto central de la despedida de la comunidad Vedruna después de 17 años de presencia. Inma Gala y Yolanda Moreno dirigieron estas palabras de agradecimiento:
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy nos presentamos ante vosotros con el corazón lleno de gratitud, memoria y ternura. Después de casi diecisiete años de presencia en esta tierra marroquí, que nos ha acogido, purificado y fecundado, llega el momento de decir gracias… y decir adiós. No es una despedida sin retorno, sino un paso más en el camino que el Espíritu sigue trazando. Nos vamos con el alma habitada por tantos rostros, tantos silencios, tantas palabras que han marcado nuestra historia.
Vinimos primero como comunidad intercongregacional y más tarde como comunidad Vedruna, enviadas por el Espíritu y por nuestra Congregación, para compartir vida y misión en las fronteras geográficas y existenciales. Marruecos, y especialmente Tánger, nos ofreció no solo un espacio físico, sino un cruce de caminos donde la frontera se volvió experiencia viva de humanidad: de dolor profundo, de búsqueda compartida, de fe entretejida. Aquí, en medio de tantos rostros migrantes, hemos tocado la carne herida de Cristo, y también hemos sido testigos de su resurrección en la hospitalidad sencilla, en los gestos de solidaridad, en la resistencia callada de quienes no se rinden, en la entrega generosa de la Iglesia local.
Durante estos años, nuestras vidas se han ido tejiendo con hilos de muchos colores: el color rojo de las heridas compartidas, el verde de la esperanza, el azul de mar que tantos cruzan, el dorado de la acogida sencilla, el blanco de la fe que nos sostiene. Cada encuentro, cada historia, cada rostro ha sido parte de este tejido sagrado que se ha formado entre NOSOTROS. En este telar vivo, la fe y la realidad han sido nuestras guías. Una fe encarnada, que habita lo concreto, y una realidad que empuja al compromiso y a la acción. Hemos aprendido a mirar desde abajo, a contemplar desde lo pequeño, a sostener la esperanza incluso en medio de la noche.
Damos gracias por esta pequeña pero inmensa Iglesia en Marruecos, que camina con humildad y firmeza, abierta al Espíritu y al otro. Damos gracias especialmente por la Delegación Diocesana de Migraciones, con la que hemos compartido procesos de gestación de nacimiento, de pascua y de noche. Gracias por enseñarnos a estar con, y no solo para; por mostrarnos que la Iglesia, cuando se hace samaritana, se vuelve casa de todos. Gracias también a la Vida Consagrada, compañeras y compañeros de camino, de discernimiento, de cansancio y de esperanza. En la diversidad de carismas hemos descubierto la fuerza de una única llamada que nos une en el servicio y en la compasión.
Nuestro agradecimiento al pueblo marroquí; con su cultura, su fe, su hospitalidad tan profundamente humana. Nos habéis interpelado y enriquecido. Nos llevamos el olor del té compartido, la belleza de la llamada a la oración, la dignidad serena de quienes viven con poco y comparten mucho. Y por supuesto, gracias de corazón a cada persona migrante con la que nos hemos cruzado: habéis sido nuestro libro de vida, nuestras maestras de resistencia, de dignidad y de fe.

Hoy, al partir, no nos vamos con las manos vacías. Nos llevamos nombres, historias, silencios compartidos, lágrimas contenidas y sonrisas que abren caminos. Nos llevamos el eco de vuestras voces resonando dentro de nosotras. Nos despedimos como se va una hermana: sin cortar lazos, cambiando la forma de estar, con la certeza de que el Amor que nos unió seguirá fecundando lo sembrado.
Gracias por habernos permitido ser parte de esta tierra sagrada. Seguimos caminando, y unidas en lo esencial: en la fe que nos hermana, en la esperanza que nos impulsa y en el deseo común de un mundo más justo y fraterno. GRACIAS.
Inshallah, Shukran bezaf
Imagen principal: Archidiócesis de Tánger