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Acogiendo la vida: Huellas de esperanza

Acogiendo la vida: Huellas de esperanza

“¿Sabes cuál es un error en el que siempre incurrimos? El de creer que la vida es inmutable, que una vez metidos en unos raíles hemos de recorrerlos hasta el final. En cambio, el destino tiene mucha más fantasía que nosotros. Justamente cuando crees encontrarte en una situación que no tiene escapatoria, cuando llegas al ápice de la desesperación, con la velocidad de una ráfaga de viento cambia todo, queda patas arriba, y de un momento a otro te encuentras viviendo una nueva vida.”

Este texto del libro de Susana Tamaro, de “Donde el corazón te lleve”, me acompaña  como una melodía, como paisaje de fondo, y me gusta poder compartirla con vosotros.

Y es que, después de un tiempo de búsqueda, se me regaló vivir esta experiencia de casa de puertas abiertas en Deusto, Bilbao, con mi hermana Teo, haciendo familia con mujeres migrantes y con sus niños y niñas.

Ellas también vienen de situaciones “que no tienen escapatoria” pero, tras un largo viaje y muchas vueltas, llegan al centro de acogida “Lagun Artean”, que significa “entre amigos”, con quienes colaboramos. Allí se sienten acogidas, escuchadas, acompañadas, y cuando necesitan un lugar en el que estar hasta que puedan tener recursos y valerse por sí mismas  algunas de ellas vienen a nuestra casa.

Así he ido conociendo de cerca esta realidad de las mujeres migrantes, sus tristezas y alegrías, sus muchos problemas, sus ilusiones, sus deseos de aprender, mejorar, trabajar y encontrar una casita para ellas y sus hijos. Y es que, junto a tanta vida, también me llega la dura realidad con que se encuentran: los continuos obstáculos que encuentran para salir adelante. Dificultad  primero para conseguir papeles y ayudas y después para encontrar alguien que les alquile una habitación, una vivienda que les permita vivir con cierta autonomía y salir adelante.

Me gusta compartir la vida con ellas y sus niños, me siento afortunada de ver sus caras distintas, de escuchar sus acentos, conocer su manera de hablar, sus costumbres, su comida… A veces también me cuesta adaptarme, porque me cuesta cambiar mis rutinas, abrirme a distintas maneras de hacer y de pensar, aceptar que la casa esté desordenada, que a la noche me despierte el llanto de un niño… En ocasiones también surgen problemas de convivencia y me desanimo, pero hasta ahora siempre hemos podido hablar y eso nos va ayudando.

Poder tener un ratito de oración con mi hermana de comunidad Teo junto a Jesús de Nazaret, al final del día, también me ayuda a recuperar la paz y el sentido de lo que quiero vivir, esta vida sencilla de familia, que me recuerda el sueño de Dios: hacer que este mundo sea casa, hogar, para todos su hijos e hijas, y en especial para los más pobres, sus preferidos.

M. José Laña Apodaka
Comunidad de Deusto (Bilbao)

Fecha

febrero 8, 2025

Categoría

Proyecto SEL