Los vínculos rotos por el trauma “son reparables y reconstituibles”. Es la experiencia narrada en los II Círculos de Encuentro Marisa Moresco por la profesora de Comillas y terapeuta familiar Virgina Cagigal. Lo determinante no son “las cualidades de la persona”, sino “la solidez de sus relaciones”.
Lo decisivo no es tanto el trauma, sino los vínculos personales que van a permitir a la víctima superar situaciones traumáticas o violentas. En otras palabras: “No se trata de pensar si la persona es resiliente, sino de cómo creamos entornos que favorezcan su capacidad de superar situaciones traumáticas”.
Virgina Cagigal, profesora de Psicología de la Universidad Pontificia Comillas y terapeuta familiar, abordó en los II Círculos de Enceuntro Marisa Moresco el reto de cómo “restituir” a las víctimas, creando “espacios íntimos de relación”. Más que “las cualidades individuales de cada una –dijo –, lo que importa es poder contar con un espacio relacional que nos proporcione seguridad; con una red de personas que nos ofrezcan comprensión, apoyo y sostén”. “Es algo que, como personas, necesitamos. De alguna forma lo hemos comprobado todos a la hora del aplauso durante el trauma del confinamiento, saliendo a los balcones para encontrarnos con los demás”.
La premisa de partida es que “las relaciones con los demás nos configuran a los seres humanos”. Quien, desde niño, es tratado con confianza y ternura responde de la misma manera, y su imagen del mundo será la opuesta de la de quien solo ha recibido estímulos de miedo, inseguridad y hostilidad, prosiguió Cagigal.
La fortaleza de los vínculos es la que permite, por ejemplo, a muchas familias migrantes superar situaciones de gran dificultad, mientras que otras, ante problemas de menor envergadura, “se derrumban”.
Pero puede ocurrir también que, “por proteger a los demás, los miembros de la familia decidan callar sobre sus problemas. El movimiento de protección nos aleja de ellos, todos se convierten en islas. Al cabo de unos meses, nos encontramos solo células aisladas”.
Desde su experiencia con familias y parejas, Virginia Cagigal considera fundamental una comunicación fluida. “Eso no significa que haya que hablar de todo con pelos y señales con todos por igual. Al niño hay que protegerle”, pero no esconderle la realidad.
Evitar la sobreprotección
Retomando un término utilizado en la conferencia inaugural por Alfonso Salgado, Cagigal defendió que, frente al “maltrato”, hay que “construir una cultura del buentrato”. Lo cual implica “dar apoyo, tranquilizar, vincular al otro con seguridad, crear lazos significativos…”.
A partir de esas respuestas, considera, los traumas “no son irreparables. Aunque tu infancia haya sido un infierno, los vínculos son reparables y reconstruibles”.
Para eso es importante dejar a un lado “la culpa, “un yunque que impide avanzar en la vida”, y “concitar la responsabilidad personal hacia el futuro: ‘lo hecho, hecho está. Y ahora, ¿qué podemos hacer para seguir adelante?’”.
Mención aparte es el tipo de culpa que experimenta normalmente la víctima de violencia, incomprensible para muchos, cuando “termina culpabilizándose a sí misma de lo que ha sucedido”.
Por eso es necesario acercarse a estas realidades “con prudencia y de puntillas”, haciéndole saber a la víctima que “comprendemos lo difícil que es la situación que está afrontando”.
Y evitar “mecanismos de sobreprotección”. Porque “en el acompañamiento es tan importante estar cuando es el momento de estar, como retirarse cuando ya no es el momento de estar. Los caminos de sobreprotección no ayudan, fragilizan a la persona y reducen su autoestima”.