La Pastoral Juvenil Vedruna (PJV) ha renovado la oferta del Verano Vedruna para 2024. Se proponen experiencias de voluntariado en Vic, actividades con niños en Cáceres, Villaverde Alto (Madrid) y en la Sierra de Gredos, y campamentos de trabajo con jóvenes discapacitados y mayores en L’Espluga de Francolí. Otra propuesta es la Ruta del Exilio, que sigue los pasos de santa Joaquina y las hermanas por Francia a lo largo de 75 km distribuidos en tres días. Este año se incluye además un viaje a Taizé, para participar con otros jóvenes europeos en unos días de encuentro y oración ecuménica.
El reclamo para participar en las propuestas deja claro el propósito que se busca: “Todas las experiencias son oportunidad de servir a otras personas, de disfrutar, de aprender… venimos a vivir un verano distinto donde se trabaja para dar y recibir mucha vida. En todas ellas el mejor regalo eres tú y lo que vas a compartir de ti, de la vida, sobre Dios…”.
El Equipo de PJV se reúne para ofrecer las principales claves de estas propuestas:
¿Qué puede esperar alguien que se apunte a alguna de estas actividades?
Como sabemos, vivimos en un mundo repleto de ofertas para realizar en cualquier etapa de la vida. Hoy en día es raro el/la joven que no ha viajado fuera de su ciudad con amigos, o se ha sumado a experiencias organizadas por cualquier entidad. Cuando desde la PJV Vedruna ofrecemos experiencias de verano, no tenemos la intención de ser “una oferta más”, ni queremos competir en lo espectacular del “envoltorio”. Por eso, tampoco esperamos que se inscriba cualquier persona, sino que sean jóvenes con quienes tenemos algún vínculo y van haciendo su propio proceso personal y de fe.
Dicho esto, poner “medida” a la experiencia es muy difícil. Al final, cada uno/a viene con una disposición única, con un camino recorrido que es completamente personal. Lo que pretendemos es ofrecer posibilidades de encuentro personal, con otros y con Dios, conscientes de que la última palabra la tiene la propia persona. Sin embargo, sí podemos decir que la sorpresa, la gratitud, el sentido de familia y la acogida, son elementos que ellos pronuncian mucho una vez finalizadas las experiencias.
¿A qué se deben los cambios en el programa frente a años anteriores?
Lo que hemos hecho este año ha sido priorizar. En los últimos veranos ofrecíamos un mayor número experiencias, y por distintas razones al final algunas no salían adelante. Por eso, hemos decidido seleccionar pocas, con la intención de que todas se puedan realizar, teniendo en cuenta también el número de personas dispuestas a acompañar en cada sitio y las edades de quienes se apuntan.
Quizá algunos lugares no son los más atractivos a primera vista (lo que decíamos antes sobre el envoltorio), pero ahí está también el valor de la experiencia. Creemos que no tiene por qué ser más significativa una experiencia por ser con un colectivo concreto, que por ser con niños en un ambiente rural como puede ser en Navalonguilla, por ejemplo. También este año ofrecemos campo de trabajo en el barrio de Villaverde Alto (Madrid), que desde antes de la pandemia no se había podido retomar.
¿Qué consejo daríais para elegir actividad?
Ya vamos un poco a lo justo, porque la mayoría de ellas ya están llenas. Pero, sobre todo, apertura, amplitud, disposición al encuentro con los otros, y capacidad de sorpresa con los pequeños detalles de la vida.
A falta de JMJ o de peregrinación europea de jóvenes a Santiago, como gran evento eclesial, este año, hay viaje a Taizé. ¿Por qué? ¿Se debe a algún tipo de sensibilidad ecuménica especial entre la juventud Vedruna, o más bien se trata de tener unos días de convivencia con otros/otras jóvenes cristianas de Europa?
Estamos en un tiempo eclesial especial, de sinodalidad, de caminar juntos como Iglesia. Todo eso se puede decir de palabra, pero también necesita unas concreciones. Taizé es una comunidad que con constancia y a base de mucho diálogo y oración, busca y promueve la unidad de los cristianos. Pensamos que esto puede ser muy positivo para nuestros jóvenes, además del encuentro intercultural que siempre es muy enriquecedor y la experiencia de “vivir con muy poco”, algo tan chocante con nuestra realidad europea.
Además, a diferencia de la JMJ en el 2023 o la PEJ en el 2022, en Taizé se cuenta con bastantes espacios de oración, silencio e interioridad. Muchos jóvenes vienen haciendo esta demanda y este año nos parecía importante poder dar respuesta a esta solicitud. Nos alegra saber que hay jóvenes con el corazón abierto y disponible, deseosos de dedicar un tiempo de su verano al encuentro con nuestro Señor, que siempre nos espera.