“Joaquina sonríe feliz al vernos y Jesús, de nuevo, me hace un guiño cariñoso y me recuerda que sigue contando conmigo”. Carme Molist es una de las hermanas que celebra este año sus bodas de oro religiosas. Una ocasión, cree, para volver una mirada agradecida hacia esos cincuenta años. Y aunque el “amor loco de juventud” por Jesús de Nazaret “se ha ido pacificando”, ella sigue escuchándole decir cada noche: “No te canses de cansarte”.
¿Cómo despertó tu vocación?
El despertar de una vocación religiosa, quizás en algún caso puede ser de un chispazo en un momento concreto, pero creo que este despertar es algo movido por una serie de factores que han ido preparando la tierra para que la semilla de la vocación pueda germinar y dar fruto: la familia que, ya desde bebé, te reza y hace rezar antes de acostarte; la escuela; la catequesis con sus espacios de silencio, de oración, de compartir, dándome a conocer a Jesús amigo y compañero de camino; los grupos de jóvenes en los que oración-revisión de vida-compromiso-celebración iban de la mano… Todo ello fecundó esta tierra y ya de jovencita despertó en mi la pregunta ¿Señor, que quieres de mí?
¿Y por qué Vedruna?
A los 2 años entraba en el colegio de las Carmelitas Vedruna de Tona junto a mi hermana melliza. Ya nos precedía Inés, nuestra hermana mayor. El clima cercano, familiar, de las “monjas”, mujeres abiertas, gozosas, comprometidas; los minutos de meditación antes de marcharnos a casa, con algún texto corto de los que tocan al corazón; la invitación a irnos de convivencias, retiros; las puertas siempre abiertas del colegio, en cualquier momento, fines de semana y en vacaciones, siempre posible lugar de encuentro de grupos diversos en algunos de los cuales yo formaba parte y/o acompañaba… ¡Ah! También mi lugar de trabajo como maestra, pues ya trabajaba allí antes de entrar. Fue la suma de todo ello lo que me ayudó a decidir concretar mi respuesta a la llamada de Jesús desde Vedruna.
El Papa aconseja a religiosos y religiosas recordar ese “primer amor” por Jesús que despertó su vocación. ¿Cómo ha evolucionado en ti ese amor? ¿En qué ha cambiado y qué permanece?
Había muchos “amores” en mi vida. ¡Me encanta todo! Con una vida no tengo bastante para todo lo que me habría gustado, y me gustaría, hacer. “Volver a menudo al primer amor”, a ese Jesús de Nazaret que nos hablaba, y nos habla, al corazón cuando le damos cancha, con el que partíamos el pan los sábados por la noche con nuestro grupo de jóvenes y nos enviaba a colaborar con Él en todas las situaciones del pueblo y de la comarca. E íbamos convencidas/convencidos que podíamos cambiar el mundo.
Este amor loco de juventud se ha ido pacificando con los años, madurando en el silencio y en la lucha, retándonos en mis encuentros con Él, moviéndome desde hace tiempo y cada vez más, al compromiso con aquellos más necesitados de acogida, de una palabra afectuosa, de una luz de esperanza. ¡Hace tanta falta! Y descansando en Él por la noche, comentando el día y oyendo que me repite: “No te canses de cansarte, ¡M. Carme!”. Compruebo cada día como Él no se deja ganar en generosidad.
Volviendo la vista atrás, ¿qué destacas en todos estos años, tanto como momentos buenos, como momentos más difíciles?
En este largo camino, como en toda vida, ha habido recorridos serenos, de camino suave, plenos, gozosos. También momentos en que el camino se ha hecho empinado, entre rocas y zarzas (algún momento muy difícil); días de sol brillante y algunos de tormenta. Tal y como es la vida. ¡Nadie me había dicho que sería fácil!
Pero os puedo asegurar que, sopesándolo todo, lo que destaca es lo positivo: tantas tareas confiadas que han hecho muy rico el camino, rostros y lugares muy diversos que han llenado de sentido cada momento. Tantos grupos con los que llevar adelante proyectos y servicios muy necesarios. Y lo más importante es que siempre me he sentido acompañada y sostenida por muchas/muchos, y especialmente por Aquel capaz de hacer nuevas todas las cosas: Jesús de Nazaret. Siempre llamada a continuar, a reconocer y agradecer tanto don recibido y a hacer de él don entregado. Dios me ha ido repitiendo: ¡Estoy contigo, no temas, ¡vamos juntos!. Y sigo bien convencida de ello. ¡Junto a Él vale la pena arriesgar!
Has acompañado a diferentes tipos de personas e incluso a otras congregaciones religiosas. También has colaborado con personas de diferentes movimientos sociales y colectivos. Desde la perspectiva que te dan esas experiencias, ¿dónde ves las mayores aportaciones que, desde Vedruna, podemos hacer hoy a la Iglesia y a la sociedad?
¡Han sido tantas las tareas, tantos los servicios, tantas las posibilidades! He vivido plenamente la gran riqueza de la diversidad, del dar y recibir, de la tierra sagrada del otro/otra, ¡He aprendido tantísimo de cada persona, cada grupo, cada situación! ¡Qué horizonte tan amplio se ha abierto siempre ante mí!
Y todo ello ha sido posible porque no he vivido sola y por mi cuenta, sino formando parte de la gran comunidad Vedruna, con compañeras de camino que, como yo y continuando los pasos iniciados hará 200 años por Joaquima de Vedruna, nos esforzamos en vivir cada día amando y sirviendo, apoyándonos y, con el deseo de Nacer de Nuevo, movidas a seguir, aún con nuestra fragilidad, aportando dosis de ternura a nuestro alrededor y allá donde haga más falta. Abiertas de mente y de corazón, profundas, atentas, confiadas, con grandes deseos de seguir entregando la vida hasta el último aliento. ¡Así nos quiere Dios!
¿Qué aprendizajes has extraído de esas colaboraciones?
Toda mi vida ha sido un aprendizaje continuo. La riqueza de entretejer vida junto a tantos otros (orar, reflexionar y colaborar juntos, marcarnos metas y trabajar a fondo por conseguirlas…) ha hecho posible ver auténticos milagros. También el contacto cercano con varios amigos/amigas no creyentes y que, “por responsabilidad”, como dicen ellos al compartir lo que nos mueve, me han dado grandes lecciones de entrega y compromiso, de humanidad.
La Fundació Vedruna Catalunya Educació te organizó hace unos meses un reconocimiento por todos los años que has dedicado a la educación y a la formación del profesorado. En tu larga trayectoria, ¿qué ha cambiado y qué permanece en la Escuela Vedruna? ¿Qué ha mejorado y qué echas más en falta?
Mi vida ha sido toda ella entregada a la educación y la pastoral especialmente, pastoral desde la escuela, las parroquias y movimientos juveniles del lugar en todas sus facetas y muchos de estos años viviendo en el barrio de la Florida, periferia metropolitana, y trabajando en el Raval de Barcelona, el barrio donde nació y murió Joaquina. Siempre he vivenciado que ser educadora, acompañar el crecimiento de niños, adolescentes y jóvenes, es la tarea más bonita del mundo. No me sabría imaginar de otra manera. La escuela Vedruna sigue con fuerza hoy, motivada en dar lo mejor de sí misma, convencida de la gran responsabilidad que tiene en sus manos e intentando cada día dar la respuesta que alumnos, familias, profesorado y entorno necesitan. Una escuela fundamentada en los valores cristianos, siguiendo las huellas de Joaquina de Vedruna, escuela innovadora y valiente para dar pasos firmes ante la complejidad de nuestro mundo e intentando ser fieles a la esencia para la cual fueron fundadas nuestras escuelas. La interconexión entre las escuelas, la formación de todo el personal implicado, la organización en Fundaciones, con diversos equipos cuidando de todo, es signo de esperanza e indica que vamos por buen camino. Joaquina y tantas hermanas que han entregado su vida por ello, siguen velando para que sea así.
También la Iglesia ha cambiado mucho en estos cincuenta años. Has conocido en este tiempo cinco pontificados. Hoy formas parte de un movimiento, Alcem la Veu, que promueve la igualdad de la mujer en la Iglesia y la sociedad, un objetivo quizá todavía lejano, si bien también se podría decir que la normalización de esta mera reivindicación es ya en sí un progreso. ¿Qué interpretación haces tú del momento presente de la Iglesia?
“Con la Iglesia hemos topado”, ja, ja, ja. Yo soy hija de la apertura y el respiro del Vaticano II. Desde niña he formado parte de grupos y movimientos de jóvenes. Ha sido precioso todo lo vivido.
Sí, formo parte del colectivo “Alcem la Veu”, convencida de cuánto nos falta avanzar en el camino de la igualdad en la Iglesia, del papel en igualdad de la mujer en toda ella. Vivo este momento con una mezcla de sabores y sinsabores. ¡Qué difícil! Por un lado, el Papa Francisco intentando abrir caminos tan necesarios –el camino sinodal es un buen ejemplo de ello-, pero cuánta oposición, cuánta división dentro del mismo seno de la Iglesia. Percibo con gran tristeza la fuerte involución hacia formas preconciliares. Se dan tímidos pasos en el papel de la mujer, siendo mayoría como somos en los servicios y práctica en las parroquias. Una gran mayoría de obispos y párrocos siguen siendo los “patronos” y dando poco juego a la mujer en lugares de decisión, manteniéndonos a raya, creyendo todavía que son solo ellos los que tienen infundido el Espíritu, sin acordarse de que “el bautismo nos hace sacerdotes, profetas y reyes”. “En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego, ni hombre ni mujer, ya que todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,27-28).
Te has preparado para la celebración de las Bodas de Oro de Vida Religiosa con unos ejercicios en Manresa. ¿Cómo has vivido esta experiencia? ¿Cómo lees el paso de Dios en la línea de “Nacer de Nuevo” que nos proponemos en la congregación Vedruna?
La llamada a Nacer de Nuevo que nos ha hecho el Espíritu a través del último Capítulo ha calado profundamente en mí y suscitado grandes deseos de Nacer de Nuevo. Para ello vi como un gran regalo, para este momento de celebración de mis “bodas de oro” como religiosa Vedruna, irme a Manresa, a la Cova, lugar teofánico para mí, y en un mes de Ejercicios Espirituales, “retar” a Jesús disponiendo para este encuentro especial con Él de un lugar y tiempo largo para juntos contemplar estos 50 años, releer con Él este largo recorrido. y tal y como ha sido, sintiéndome “muy amada”, ofrecerle el ya corto trayecto que tengo por delante y fundamentarlo en Él, escuchar de nuevo su llamada, y ser capaz junto a Él de decirle SÍ, quiero seguir junto a Ti entregando mi vida.
Y la Eucaristía, Acción de gracias por todo este recorrido en Vedruna (desde los 2 añitos), tuvo lugar el mismo día y hora en que mi padre, con el corazón triste (era la niña de sus ojos), el domingo 8 de septiembre de 1974, me acompañaba a Vic a las 6 de la tarde. Y justo ahora, en 2024, ha coincidido en domingo también. El patio de Vedruna Àngels, bajo las moreras, un rincón muy significativo para mí, se fue llenando de hermanas de las comunidades más cercanas, amigas/amigos, grupos de jóvenes y mayores que he ido acompañando en los distintos lugares por donde he pasado, el grupo de Gospel en el cual participo, el de Encuentro en la Palabra, amigas de Cristianisme i Justícia, y tantos otros grupos y personas con los cuales vamos recorriendo el camino acompañándonos unos a otros en nuestra vivencia de la fe y compromiso por el Reino…
¿Ha merecido la pena?
Joaquina sonríe feliz al vernos y Jesús, de nuevo, me hace un guiño cariñoso y me recuerda que sigue contando conmigo. ¡Y mi respuesta es “Sí; contigo vale la pena arriesgar! Y con Él y junto a todos y todas vosotras seguimos gozosas el Camino.