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¿De dónde surge este amor en santa Joaquina?

¿De dónde surge este amor en santa Joaquina?

Monte Carmelo acaba de publicar en castellano “Cruce de caminos: Santa Joaquina de Vedruna”, escrita por el jesuita Ives Raguin y traducido del francés por Rosa Ortí Mateu. Por gentileza de la editorial, publicamos este fragmento del capítulo “Las fuentes divinas y humanas de su amor”:

 

Uno se pregunta ¿de dónde surge este amor en santa Joaquina? Es interesante notar que la primera carta que tenemos de ella está dirigida A sus hijos. Termina con esta invocación: «Pido al cielo que os bendiga la Santísima Trinidad».[1]

De las primeras siete cartas que tenemos, entre el 26 de noviembre de 1823 y el 11 de febrero de 1824, tres terminan con una invocación a la Santísima Trinidad. La Virgen María solo aparece al final de la octava carta, del 20 de febrero de 1824. [2]

Santa Joaquina no ha dejado un tratado sobre la vida espiritual, pero lo que se acaba de decir nos permite comprender que ha extraído su amor a los enfermos y a los pobres del misterio trinitario. Al final de una carta dirigida a su hijo y fechada el 3 de octubre de 1824, escribe: «Ruego a la Santísima Trinidad derrame copiosas bendiciones». [3]

El amor que santa Joaquina derrama profusamente sobre sus hijos y sus hermanas, lo saca de Dios, fuente de todo amor. En una carta del 26 de marzo de 1845, dirigida a dos de sus hermanas, escribió:

Carísimas y amadas hijas, madre María y hermana Rosa: Ojalá de tal manera penetrara el amor de Dios, que nunca jamás pudiera apagarse, como lo desea vuestra humilde Madre es­piritual. [4]

Otra carta del 15 de mayo de 1845, dirigida a las mismas hermanas, termina con este breve canto de amor:

Sí, amadas hijas, sólo el amor de Dios se encuentra siempre; lo demás todo pasa; busquemos, pues, lo que siempre dura: amor y más amor, como deseo para mí y para todas mis amadas hijas. [5]

 

En una carta del 23 de diciembre de 1844, dirigida a la Madre María Casanova, este amor se convierte en el amor de Jesús:

 Carísimas y amadas hijas, madre María y hermana Rosa:… Sí, amadas hijas, procuremos quitar de nuestros corazones todo lo que pueda impedir el verdadero amor de nuestro enamorado Jesús. Él es todo amor y quiere comunicarse a nosotras por medio del amor. [6]  

 

El Señor había dado a la hermana Joaquina un corazón vasto como un océano. En una visión profética, el Señor le había manifestado que compartiría su maternidad espiritual con sus hermanas. Así nos comenta esta visión:

Me parece que mis brazos se alargan y que mi corazón se ensancha para recibir, abrazar y acoger en él a gran número de mujeres jóvenes que vienen y que vendrán a nuestro instituto.[7]

 

Este amor estaba fundado en una confianza total en un Dios amoroso y misericordioso. Poseemos 150 cartas de Santa Joaquina. En 70 de ellas, muchas de los cuales fueron escritas en circunstancias muy difíciles, expresa una total confianza en Dios, porque todo contribuye a su gloria, porque Él todo lo hace bien, porque Él nunca nos abandona.

Confianza en todas las circunstancias, confianza cuando todo sale mal y parece perdido. Confianza que conduce a una entrega absoluta en las manos de Dios, haciendo todo lo posible para realizar los proyectos que Dios le inspira. De aquí dimana su humildad. A menudo firma: vuestra humilde madre. Es humilde ante sus hermanas, porque es humilde ante Dios.

El 3 de septiembre de 1842, durante su exilio en Francia, escribe a la madre Veneranda Font pidiéndole que agradezca a una benefactora.

Pues si dicha señora no hiciese lo que hace por mí, tendría muchas tribula­ciones. Con lo que paso, he pasado, y veo todos los días, Dios siem­pre cuida de mí, dándome algún aliento para que no desmaye del todo. Y así, hija mía, veo que, en el camino de la cruz, quien lo lleva todo es Jesús. ¡Vamos adelante! [8]

 

Esta confianza total en Dios estaba alimentada por una oración constante, que no era recitación de fórmulas, sino simple atención a la acción de Dios, por su Espíritu. Esta tendencia profunda se manifestó desde su infancia y no hizo más que crecer a medida que profundizaba en su experiencia espiritual.

Desde su infancia fue favorecida con la gracia de la presencia de Dios. La conciencia que tenía de esta presencia fue creciendo. Este Dios era la Santísima Trinidad que invocaba tan a menudo en sus cartas. Este misterio era el fundamento de su vida espiritual.

Otro elemento esencial de su espiritualidad era la Eucaristía. Un día una de sus hermanas la sorprendió abismada en este gran misterio.

 Un día, la Madre Teresa Monet entró a la iglesia de la Casa de Caridad de Vic. Se sorprendió al ver a la fundadora arrodillada ante el tabernáculo y rodeada de una gran luz. Después de un momento, la santa notó la presencia de la Madre Teresa y le preguntó cuánto tiempo había estado allí. Cuando ella le dijo que había estado rezando un rato en el altar lateral, la fundadora le pidió humildemente: «No digas a nadie lo que has visto”. Y cuando la Madre Teresa le pidió que perdonara su indiscreción, la santa respondió gentilmente: «Te perdono”. [9]

 

Vemos que, en los despidos, al final de sus cartas, la mención al Corazón de Jesús hace su aparición a partir de 1827, junto con el de María, nuestra amada madre. [10]

 

[1] Lettres. Lettre  1, p. 3 (Epistolario. Carta 1,  p. 31).

[2] Lettres. Lettre  8, p. 18 (Epistolario. Carta  8, p. 50).

[3] Lettres. Lettre 28, p. 44 (Epistolario. Carta  28, p. 93).

[4] Lettres. Lettre 97, p. 156 (Epistolario. Carta  97,  p. 252).

[5] Lettres. Lettre 98, p. 158 (Epistolario. Carta 98, p. 254).

[6] Lettres. Lettre 95, p. 152 (Epistolario. Carta  95, p. 246).

[7] Spir. p. 35.

[8] Lettres. Lettre 92, p. 144 (Epistolario. Carta  92, p. 236).

[9] Spir. p. 86.

[10] Lettres. Lettre  43, p. 68 (Epistolario. Carta 43, p. 132).

Fecha

mayo 19, 2023

Categoría

Otras