Madre, abuela, educadora y directora en el Colegio Nuestra Sra. del Carmen de Zaragoza, María José Sabaté Pamies es una Laica Vedruna. Habla en esta entrevista de su experiencia como voluntaria en la ONCE.
¿Por qué eres voluntaria en la ONCE?
Cuando se acercaba el tiempo de mi jubilación, pensé que tendría más tiempo para dedicarme a la familia y también a personas necesitadas. Tenía ganas y sentía la necesidad de hacer algo por los demás, y pensé que podía ser voluntaria en alguna organización. La hermana Carmen Acha, que estaba afiliada a la ONCE, me habló de la labor del voluntariado y me pareció una opción muy interesante.
¿Cuál es tu misión ahí?
La misión de los voluntarios es acompañar a los invidentes en sus necesidades diarias, en el caso de que no tengan familia o la familia no pueda ocuparse. Unas veces los acompañamos de forma esporádica al médico, a Hacienda o al Ayuntamiento si necesitan realizar alguna gestión. También algunos voluntarios tenemos personas fijas a las que acompañamos todas las semanas. Yo intervengo en alguna actividad puntual y estoy un día a la semana fija con una señora que vive sola.
¿Qué das y qué recibes?
Doy poco por lo mucho que recibo. Les doy mi tiempo, mi atención y mi cariño. Todos los invidentes con los que he tratado son encantadores, agradecen mucho la labor del voluntariado. Siempre he dicho y lo decimos todos los voluntarios que recibimos mucho más de lo que damos. Nos facilitan muchísimo la labor.
¿Cómo has vivido el confinamiento?
En el confinamiento el panorama ha cambiado un poco pues durante casi un año no hemos podido estar en contacto directo con invidentes, a no ser que surgiera alguna urgencia. Hemos hecho y seguimos haciendo, además del personal que ya hemos recuperado, el acompañamiento telefónico. Todas las semanas llamo a cuatro personas que viven solas y que por supuesto el confinamiento les resulta muy triste y a veces deprimente. Si detectamos alguna anomalía, llamamos a la responsable de los voluntarios para que avise a la psicóloga que interviene rápidamente. Los llamo, hablamos de cómo han pasado la semana, si les ha surgido algún problema, cómo están y estamos un rato hablando. Así experimentan la cercanía del voluntario y también se sienten más acompañados.
¿Tu colaboración en la ONCE te ha cambiado la mirada?
Por supuesto que sí. Soy más consciente de las necesidades de determinadas personas que por sus carencias necesitan atención y acompañamiento. No se me había ocurrido antes que hubiera un grupo tan numeroso (ciegos y sordociegos) que necesitaban de forma urgente la ayuda de la sociedad y de los políticos. Si detectamos alguna carencia en algún aspecto de la vida pública que pueda entorpecer su movilidad, nos ponemos en contacto con la ONCE o con el organismo correspondiente para intentar subsanarla cuanto antes.
¿Encuentras dificultades para la integración de las personas con discapacidad visual?
Sí, pero no demasiadas. Antes de empezar en la ONCE veía este mundo como algo muy difícil de superar y muy complicado, pero me he dado cuenta de que las personas invidentes (no sé si por la atención de la ONCE o por sus características personales) tienen mucha facilidad para moverse en su entorno y para comunicarse. He acompañado a personas con perro guía, personas que van a la universidad y están estudiando una carrera, por supuesto con el acompañamiento de la ONCE en cuanto a pasarles exámenes a Braillle y estar en contacto permanente con la universidad para solucionar los distintos problemas que se pueden presentar. Me he dado cuenta de que las personas invidentes tienen muy desarrollado el sentido de la orientación. Muchas veces ellas me han guiado a mí por barrios o calles que yo no conocía y ellos tienen el esquema mental perfectamente definido.
¿Cómo darles visibilidad en esta sociedad?
Deberíamos ser más conscientes de las necesidades de los demás. Desde que estoy en la ONCE, cuando encuentro a una persona invidente que va sola, me presento, la saludo y le pregunto si necesita algo. Todos son encantadores y te agradecen cualquier atención que tengas con ellos.
¿Animarías a otras a colaborar?
Por supuesto que sí. En el mundo en que vivimos hay muchas necesidades qué con nuestro esfuerzo y colaboración podemos mitigar. Cada uno tiene que plantearse cómo es y en qué le gustaría colaborar. En el voluntariado de la ONCE hay muchas personas jóvenes que están estudiando o están trabajando y siempre tienen un rato para dedicarse a los demás. Un día me llevé a mi nieta mayor a una reunión de los voluntarios de la ONCE para que se diera cuenta de las necesidades que existen en nuestra sociedad y se animara a colaborar.
Marisa Cabeza