Antonio y Carmeli, Laicos Vedruna de Sevilla, descubieron hace 35 años en el Carisma Vedruna una nueva forma de vivir su vocación laical y familiar.
El detonante fue la comunión de su hija mayor, allá por 1988. Antonio y Carmeli, un matrimonio de Sevilla, se dejaron seducir por el Carisma Vedruna, hasta comprometerse en el Laicado, mientras se involucraban en la catequesis, Cáritas o las Comunidades Cristianas Populares.
¿Qué les atrajo? “La veo una una mujer muy valiosa; pocas mujeres habrá como ella”, responde Carmeli. “Y también una mujer con los pies en el suelo, una mujer de andar por casa”.
“Nos gustó el carisma, un poco diferente a otros carismas que hay en la Iglesia. Nos pareció que era mas familiar, aunque el tema familiar está empezando a sonar mucho más ahora [en otros ámbitos de Iglesia]”, apostilla Antonio, de 78 años, los mismos que tiene su mujer.
El matrimono ha hecho suyo el lema deJoaquina de «fuertes, humildes, y diligentes», y se reconocen de forma muy especial en la primera parte de su biografía, cuando la fundadora aún era laica y madre de familia. Les toca de manera muy especial “su relación con su nuera Rosita, que fue tan buena con ella”.
La vida de Joaquina de Vedruna les ha servido en muchos momentos de espejo en el que mirarse, especialmente en las situaciones de dificultad. Joaquina sufrió persecución e incomprensiones, y en un momento dado “entregó las joyas que tenía a la Virgen de la Divina Pastora, en Vic”. “Nosotros –afirma Antonio– vivimos las cartillas de racionamiento de posguerra, y procedemos también de familias que nos inculcaron el sentido religioso”. Mucho más tarde, con la crisis de 2008, “tuvimos que vender las pocas joyas que teníamos para ayudar a nuestros cuatro hijos”, golpeados por el paro.
El desgaste físico por atender, durante a varios años, primero a sus padres, y después a sus hijos y nietos, agravó los problemas de salud de Carmeli. Ambos cuentan, sin embargo, que la experiencia de la enfermedad acentuó en ellos la voluntad de comprometerse a través de diversas formas de voluntariado.
Para este matrimonio, uno de los momentos más especiales de la semana son los encuentros en la comunidad Vedruna, donde comparten oración y formación con hermanas y con otras personas laicas con diferentes grados de compromiso con la congregación.
Echan en falta, eso sí, un rejuvenecimiento de los grupos. “Es una preocupación que tengo; a lo mejor es que no sé hablar o no sé enganchar a la gente”, dice Antonio. “Me enganchó a mí nomás”, ríe Carmeli.
Preguntados acerca de si la ausencia de matrimonios y personas más jóvenes puede deberse a las dificultades de conciliación para participar en encuentros y reuniones, ambos discrepan.
“Está muy bien la religiosidad popular. Aquí pones un paso de música y muchos se emocionan y salen a la calle, como con la ermita del Rocío y cosas así, pero eso no basta”, cree Carmeli.
Antonio cree que se necesita más apoyo al laicado en la Iglesia por parte de la jerarquía, porque “no queda otra”, dice. Igual que entre el laicado se necesita “una religiosidad mas comprometida; no se trata solo de cumplir los preceptos ni de asistir a ceremonias donde se nos representa a Jesús y a la Virgen con tantos oropeles. ¡Jesús y María no anduvieron así por el mundo!”, protesta.
A lo que Carmeli añade un importante matiz que, a su juicio, caracteriza el Laicado Vedruna: la vocación es para el día a día. ”Los encuentros con las hermanas nos lo han hecho ver muy claramente, que la vida cotidiana hay otra manera de vivirla”.