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“Hemos escuchado demasiados sufrimientos de víctimas”

“Hemos escuchado demasiados sufrimientos de víctimas”

Ruaj clausura la segunda edición del curso de “Acompañamiento y protección” en un acto centrado en las experiencias de la Oficina de víctimas de Pamplona y las advertencias desde el Centro de Protección de Menores de Roma de que a la Iglesia le queda todavía mucho que hacer para “recuperar su credibilidad”.

 

A trompicones, como sucede muchas veces con cualquier novedad que implique cambios culturales, pero la protección ha llegado a la Iglesia para quedarse. La clausura de la segunda edición del curso del Equipo Ruaj de “Acompañamiento y protección” dejó claro este 26 de junio que se trata de un movimiento imparable, exigido por la sociedad y por las propias comunidades eclesiales, pero también mostró que no se puede seguir viviendo de las rentas: tras el impulso dado por los papas Benedicto XVI y Francisco hace falta que, en todos los ámbitos de Iglesia, haya personas que asuman este reto con convicción, empujando todas en la misma dirección.

Mayte Quintana, directora de la Comisión Metropolitana de Pamplona y Tudela, en la que se integran cuatro diócesis, reconoció que, debido a su complejidad y pluralidad, en la Iglesia “la gestión del cambio es complicada”, motivo por el cual los avances se producen a ritmo a menudo más lento que en otros ámbitos sociales. “Estamos empezando algo que es nuevo, que depende de muchas personas”, dijo.

El motu proprio del Papa Vos estis lux mundi marcó un antes y un después en 2019, al establecer la obligatoriedad de oficinas diocesanas con rendición de cuentas. Casi todas las diócesis españolas, explicó Quintana, cumplen ya esta normativa, que nada dice sin embargo sobre el modo concreto en que deba aplicarse. Eso explica por qué “el abanico es enorme”. Pero las diferencias no se limitan a aspectos formales o estructurales. Mientras algunas diócesis van muy avanzadas, “otras no saben por dónde empezar, están muy perdidas”. Y tras el entusiasmo inicial, en muchas otras faltan “recursos” y “un proyecto, un horizonte claro”, que permita seguir avanzando de forma adecuada.

Se necesita “una visión compartida”, y “para eso hay que salir de determinados bucles de pensamiento que tenemos y que nos impiden situarnos”, sospechas del tipo de que “lo único que quieren las víctimas es dinero”, o de que, “en el fondo”, no hay abuso con los adultos, puesto que es sexo “consentido”.

La directora de la Oficina de Pamplona aludió también a los límites del marco conceptual que implican el término de “protección de menores y adultos vulnerables”, identificados estos últimos a menudo con personas que sufren alguna discapacidad, cuando la experiencia práctica de las situaciones de victimización demuestra ser mucho más compleja.

Y planteó la problemática del abuso de conciencia, “mucho más difícil de abordar, pero que está ahí. Cuando te digo a ti, por ejemplo, en un acompañamiento, qué es lo bueno para ti y qué no, cuál es tu vocación…, en vez de acompañarte, dirijo tu vida. Entrando en determinadas situaciones, se puede llegar a hacer verdadero daño cuando se juega con el tema de las conciencias”.

Factores de riesgo en la Iglesia

La clausura del curso contó igualmente con una participación grabada en vídeo del Centro de Protección de Menores (CCP en sus siglas en inglés) de la Universidad Gregoriana de Roma, con la que Ruaj tiene suscrito un acuerdo. Alessandra Campo, coordinadora de la red de colaboradores del CCP, aludió a diversos factores de riesgo en las instituciones que se encuentran de manera particular en la Iglesia. Uno de ellos es la confianza que tradicionalmente la sociedad ha puesto en ella, como sucede con sus instituciones educativas, lo que llevó a relajar la vigilancia. Otra es la concepción del poder del sacerdote, como figura “casi intocable”, por encima del resto de la comunidad. Esta mentalidad del “clericalismo” ha provocado que muchas veces no se hayan “respetado los límites”. Y también que se haya puesto el buen nombre de la institución por encima de las personas, algo que “todavía pasa en la Iglesia”. La consecuencia de ello es “encubrir a los abusadores y protegerles”.

Andrew Azzopardi, coordinador de Grupo de Trabajo Operativo para la Protección del Vaticano y jefe de Protección de Comisión de Salvaguarda del CCP, dejó claro que, para “recuperar su credibilidad”, la Iglesia tiene que actuar de forma decidida contra los abusos. Y para eso no basta la buena voluntad; se necesitan actuaciones fundamentadas en la evidencia y con apoyo de “profesionales competentes”. Es, además, esencial dejarse guiar “por la experiencia de las víctimas”; “su contribución es clave para hacer de la Iglesia un lugar más seguro”.

Los dos expertos del CCP coincidieron también en resaltar la importancia de que estas reformas se lleven a cabo de manera participativa, desde un convencimiento sincero a todos los niveles, y no como una imposición que viene desde fuera.

Generar una cultura de la protección

“La formación rigurosa es clave”, resaltó Lola Arrieta, del Equipo Ruaj, al inicio del acto. No se trata solo de prevenir conductas indeseables, sino de generar “una cultura del acompañamiento y la protección”, que Arrieta definió como “un modo de ser en relación que suma en favor de la vida y de la inclusión de todos”.

Por un lado, “la protección pide comprender el hecho de una cultura de maltrato, abusos y violencia”, pero también, de forma más amplia, erradicar en las relaciones humanas todo aquello que “limita el despliegue de las capacidades que todos tenemos”.

Desde Ruaj, lamentó, “hemos escuchado demasiados sufrimientos, unos silenciados, otros realmente inconscientemente vividos por el impacto, por la confusión, e incluso por presiones y amenazas”.

Fecha

junio 26, 2021

Categoría

Nacional