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La escuela de un barrio humilde sevillano en la que no existe brecha digital

La escuela de un barrio humilde sevillano en la que no existe brecha digital

¿Brecha digital? ¿Qué brecha? La pandemia se ha cebado con los menores de las familias más humildes, pero la experiencia del Colegio Vedruna Sagrada Familia de Sevilla demuestra que hay soluciones. El Ayuntamiento hispalense le ha entregado su medalla de oro.

 

“Hemos comenzado el curso de forma presencial, salvo casos puntuales de alumnos con alguna vulnerabilidad. Creemos que es lo mejor para ellos”. Eso sí, si hay que cerrar algún aula o el centro en su conjunto, al Colegio Vedruna Sagrada Familia de Sevilla no le va a pillar desprevenido.

José Antonio Ortega, director de este centro de primaria y secundaria, agradece la entrega de todo el personal del centro en estos tiempos de pandemia. De los profesores, dice, “ha sido una pasada cómo se pusieron ellos mismos a buscar herramientas para formarse”.

El director se llena igualmente de elogios al hablar del personal de administración y mantenimiento. A diferencia de los sucedido en no pocos centros concertados, obligados a llevar a cabo ERTEs durante el confinamiento, en el Sagrada Familia de Sevilla estos empleados reinventaron de la noche a la mañana sus puestos de trabajo. “Se pusieron manos a la obra a llamar a las familias para resolverles cualquier problema técnico” –“muchas veces simplemente las familias no sabían cómo hacer una videoconferencia”–, y dieron apoyo a los profesores en “la parte más emocional”. “Estaban pendientes cada vez que algún chico un día no se había conectado, para avisar a sus casas”. Gracias a todo ello –prosigue– “ha habido un ambiente de absoluta colaboración de las familias con el colegio”.

Claro que, para hacer posible este despliegue, el colegio contaba ya con alguna ventaja, ya que fue el pionero en la Escuela Vedruna en digitalizarse, en contraste con su arquitectura decimonónica, “casi de arqueología”, con algunas ventanas todavía de vidrio soplado.

Desde 1º de Primaria, explica el director, los alumnos trabajan con tablets que les proporciona el propio centro. En Secundaria, cada cual debe adquirir la suya propia, pero hay servicio de préstamo para las familias con dificultades.

Un colegio integrado en el barrio

La tecnología es solo una dimensión más dentro de la “pedagogía innovadora” que caracteriza al Colegio Sagrada Familia. Otro rasgo característico es la estrecha integración en el entorno urbano. “Hemos hecho de la necesidad virtud”, aclara Ortega. “Tenemos poco espacio, pero hay un pabellón municipal a 150 metros”, cuenta a modo de ejemplo. “Siempre hemos aprovechado todo lo que el barrio ofrece”.

Fachada del colegio

 

La imbricación viene de muy atrás. Desde que, en 1895, el padre Esclapés, jesuita, solicitó a las Carmelitas de la Caridad el envío de cinco hermanas para hacerse cargo de esta escuela, poblado entonces de familias pobres en el que las niñas, particularmente, no tenían acceso fácil a la educación.

Ubicado en el barrio de barrio de San Gil, en lo que en los años previos a la Guerra Civil se conoció como “el Moscú sevillano”, el colegio se distinguió siempre por su labor social. “En los momentos más duros, con la quema de iglesias cercanas, los milicianos respetaron el colegio por el trabajo que estaba desarrollando con niñas huérfanas”, comenta el director.

Hoy, 125 años después, el centro es un ejemplo de “la escuela concertada socialmente comprometida, que para nada se ajusta a la imagen elitista que algunos presentan”, cree José Antonio Ortega.

Entrega del premio, con el arzobispo Asenjo y Alfonso Guerra

El director, José Antonio Ortega, en un acto celebrado en 2018

 

El director recogió el 23 de septiembre la medalla de oro del Ayuntamiento de Sevilla en el Palacio de Exposiciones y Congresos. Fue una ceremonia en parte deslucida, al quedar reducida a la mínima expresión por las restricciones sanitarias. Pese a ello, la atención informativa estaba de antemano garantizada con otros premiados de primera línea, como el histórico socialista sevillano Alfonso Guerra o el arzobispo Juan José Asenjo, que el 15 de octubre presentará la preceptiva renuncia al cumplir los 75 años y recibirá del consistorio el título de “hijo adoptivo”.

Más allá de los focos, la emotividad para la familia Vedruna de Sevilla quedaba asegurada al ser esta medalla la culminación a un intenso trabajo por parte de la Asociación de Madres y Padres del colegio, que no se resignó a que el coronavirus arruinara la celebración del 125 aniversario e inició una recogida de firmas, logrando vincular a “todo tipo de instituciones del barrio y del resto de Sevilla”, según cuenta Ortega. “Todos firmaron la carta. Incluso escribieron a la Casa Real”, comenta.

Fecha

septiembre 22, 2020

Categoría

Local