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Manuela Carmena: “Muchos grupos religiosos han perdido el humanismo”

Manuela Carmena: “Muchos grupos religiosos han perdido el humanismo”

La exalcaldesa de Madrid Manuela Carmena fue una de las invitadas a las Jornadas de Formación dedicas en julio a “La mujer en la Iglesia y en la sociedad”, celebradas en el Centro Vedruna de Valladolid. Habló de su propuesta para superar el desencanto de las clases desfavorecidas con la democracia y de la necesidad de una regeneración humanista en el catolicismo, pero también en corrientes ideológicas como el feminismo.

 

El despertar social de Manuela Carmena se produjo a los 14 años, “cuando en el colegio deciden llevarnos a dar catequesis a una zona de las chabolas de Madrid, que se llamaba en su día los Picos de Europa”, en el actual barrio de Vallecas, donde se sitúa el conocido como Parque de las Tetas.

El grupo de amigas se preguntaba para qué enseñar el Catecismo a niños y niñas que ni siquiera sabían leer. Y comenzaron a visitar el lugar por su cuenta también los sábados. “Les llevábamos merienda, les hicimos un jersey… Hablábamos mucho con ellos. Aprender…, no aprendieron nada; las que aprendimos muchísimo fuimos nosotras”, cuenta la exalcaldesa de Madrid.

El despertar político le llegaría en la universidad, en la Facultad de Derecho. Se afilia al Partido Comunista. “Me echaron mucho para atrás los documentos del PCE; no me gustaban, me parecían exagerados y sectarios, pero sí me gustaban las personas que eran comunistas en la universidad: gente entregada, dispuesta siempre a ayudar y a hacer cosas”. También entra en contacto con feministas y mujeres de diversas ideologías, incluida la Falange, con las que asegura haberse sentirse “muy cómoda”. Empieza a ejercitarse en el diálogo entre diferentes.

Su intención al acabar la carrera era optar a un puesto de secretaria en algún ayuntamiento rural, pero el PCE pide abogados que apoyen la labor del nuevo sindicato Comisiones Obreras, y así es como Manuela Carmena termina convirtiéndose en laboralista en un bufete en la calle Atocha de Madrid, tristemente conocido por el atentado del 24 de enero de 1977.

El impacto por sus cinco compañeros asesinados -otros cuatro resultaron gravemente heridos- le impulsó a aceptar formar parte de las listas del PCE en las primeras elecciones democráticas. La experiencia le resultó frustrante. “Me pareció que los mítines no servían para hablar ni para entenderse. Recuerdo que tuve que intervenir en Villalba; yo estaba embarazada de mi segundo hijo, y empecé a hablar como estaba acostumbrada, explicando las cosas, diciendo lo importante que era la adhesión entre el trabajo y la cultura… Y la gente me miraba como: ‘¡¿Esta señora qué dice?! Aquí se viene a gritar: ¡viva!, ¡fuera!’”? Y yo me sentí tan mal que dije que me estaba mareando. No era verdad, pero no podía continuar, y como estaba embarazada, todo el mundo entendió que me iba a dar algo”.

Optó por alejarse de la política y del sindicato. Aprobó las oposiciones a juez. En su primer destino, en Canarias, se topó de bruces con la corrupción en la justicia; mordidas para agilizar los trámites, funcionarios que pagaban a terceras personas para sacar adelante el trabajo… Lanzó su particular cruzada contra la corrupción, generándose muchas enemistades por el camino, pero también importantes apoyos, y labrándose una fama de rectitud que terminó llevándola al Consejo General del Poder Judicial. En el órgano de gobierno de los jueces se negó a actuar como marioneta de los partidos que nombraron a los vocales. Rehusó secundar como presidente al candidato pactado por los principales partidos, a quien, pese a todo, terminaría reconociendo como “un magistrado estupendo y muy humano, pero que había sido elegio de una manera inaceptable”. No volvió a ser apoyada para más cargos de responsabilidad en la judicatura.

En todo caso, de su etapa como juez se llevó una “enseñanza importantísima”, que “cuando se quiere acabar con la corrupción, se acaba. No es difícil, simplemente hay que querer acabar con ella. Y cuando se acaba, la gente respira, porque todo es más limpio, más claro…. Fueron experiencias muy interesantes, aunque con momentos muy difíciles”, como cuando “se marcharon todos los funcionarios de mi juzgado, me quedé sin ninguno”, y tuvo que recurrir a estudiantes de Derecho para sacar adelante el trabajo.

El salto a la política activa

A los 65, se jubiló para dedicarse a poner en marcha una empresa social. El proyecto, sin embargo, se vio interrumpido por una nueva incursión en política a la que en un primer momento había dado calabazas. “Lo hicimos lo mejor posible en el Ayuntamiento de Madrid, fue una experiencia fantástica”, dice. Eso sí, está convencida de que “los que me lo propusieron no sabían quién era yo, y no me lo hubieran propuesto si me hubieran conocido”. En esos cuatro años terminó también de dar forma a su visión de la política que ahora Carmena desarrolla en libros y conferencias. Se trata de una particular impugnación a “una forma de hacer política que pone en cuestión la democracia”, donde “lo esencial es que si uno está en el poder hay que mantenerse, y si no está uno en el poder, hay que conseguirlo. Y para eso no hay límites”, todas las dificultades son pocas para entorpecer la labor del contrario. “Y te da pena pensar que de algo tan interesante como la política acabe siendo una actividad enormemente perversa”, alejada del “único sentido que tiene”, que es “mejorar la vida de todos”.

Una de las propuestas que más polémica suscitó de la regidora fue que los estudiantes hicieran trabajos sociales, al modo del SEU franquista. Por un lado, “es bonito que tú te acostumbres a que tienes que dar a tu ciudad algo; me parece fantástico coger la escoba y hacerte callos en la mano barriendo”. Además, “hay que recuperar la idea de que no hay formación sin trabajo manual. El trabajo manual para mí tiene una importancia extraordinaria”, dice, a partir de su propia experiencia en la tienda de su padre, o recogiendo fresas con otros estudiantes en el Reino Unido.

“La clave es el trabajo físico”, insistió. “Un economista no puede ser un buen economista si no sabe lo que es trabajar con las manos”.

Pero su mayor preocupación fue, y sigue siendo, cómo “conseguir que las clases más desfavorecidas vuelvan a creer en la democracia”. Son estos sectores de población los que mayor alejamiento presentan de la política, con elevadísimas tasas de abstención electoral y desinterés por la actividad política, cuando es a ellas precisamente a quienes más debería interesar.

Frente a ello, Carmena reivindica un tipo de liderazgo popular, cercano a la gente. A las personas de su equipo en el Ayuntamiento les insistía en que “un político tiene que estar todo el día en la calle, que cuando te para alguien por la calle tienes que darle tu teléfono. Yo le daba mi teléfono absolutamente a todo el mundo. Y de verdad, no he tenido abusos. La gente me ha llamado, me ha contado sus problemas, y en la medida de lo posible los he resuelto”.

 

¿Para qué tantas leyes?

También aboga por cambiar el funcionamiento de los órganos legislativos. “Las leyes las necesitan los más vulnerables. Y lo que no puede ser es que las hagan los que no las necesitan, así pasa lo que pasa”, afirma. “Una de las cosas que me desespera es que se hagan tantas leyes que no valen para nada. Desde la Transición hemos hecho 80.000 leyes. ¿Para qué tantas? Y si las ves… El otro día comí con unos senadores jóvenes y les pregunté por qué hacen tantas leyes. Me dijeron: ‘Pero Manuela, si no hacemos leyes, ¿qué hacemos?”. Hay muchas más cosas que tendrían que hacer los representantes del Congreso y el Senado: ver para qué han valido las leyes anteriores, informarse de los problemas que tienen unos y otros, es escuchar a la ciudadanía… El Congreso tendría que estar constantemente lleno de ciudadanos que van, que reivindican… Lo hemos convertido en sesiones de monólogos. Monólogos que no valen para nada. Los políticos no tienen que hablar tanto, tienen que hacer cosas. Además es tremendo porque cada vez que hablan se genera toda una corriente en los medios de comunicación: usted ha dicho esto, el otro ha dicho lo otro.. ¡Qué más da! Lo importante es lo que hay que hacer”.

Como ejemplo, aludió al debate sobre la reforma legal de la prostitución. “Vamos a ver, desde el año 2015, la Ley de Seguridad Ciudadana castiga ya a los clientes de la prostitución. ¿A cuántos hemos castigado? Yo he hecho el cálculo: en siete años ha habido 1.600 clientes castigados solamente. Entonces la discusión no está tanto en si hay que castigar a los clientes o no; ya hemos dicho que hay que castigarlos. Pues hagámoslo y veamos lo que funciona. Y veamos quiénes son los clientes de la prostitución. Aunque parezca mentira, he pedido datos en todas partes y no he conseguido saber si son jóvenes, si tienen formación… ¿Cómo vamos a combatir la prostitución si no sabemos cómo son los clientes? Después de mucho insistir., me dijeron en el Ministerio de Interior: ‘Bueno, para que te hagas una idea, hay de todo’. Eso es lo que a mí me desespera, esa forma de entender la política tan poco eficaz, tan poco interesante, tan poco efectiva para lo que necesitamos”.

No tiene sentido, por ejemplo, que el CIS invierta tantos recursos públicos en la estimación de voto. “No entiendo por qué hace encuestas sobre esto. Que la hagan los partidos si tienen interés. El CIS tendría que estar es al servicio del Congreso, dándole constantemente análisis de la situación social en el país. Los clientes de la prostitución, las personas que no han podido cobrar el salario mínimo vital por las dificultades burocráticas… Saber cómo van las cosas”.

 

De la reivindicación, a la colaboración

Es importante para ella también un nuevo estilo de política menos basado en la confrontación y más en la colaboración “entre diferentes”. “Hay que buscar espacios de encuentro”, asegura. “Si no, llega un momento en que todo es ideológico: si traes un actor de teatro, te van a decir enseguida si es conservador, no conservador…”. Ahí recordó la exalcaldesa una escena con la entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Cristina Cifuentes, a quien conminó a salir juntas de un restaurante, agarradas del brazo, para encontrarse con la prensa. “¡No sabéis lo que significó eso! A ella la pusieron verde los suyos y a mí me pusieron verde los míos, pero lo importante era eso”.

En esa línea, prosiguió, “estamos muy acostumbrados a trabajar en movimientos reivindicativos, pero muy poco en movimientos colaborativos. Y yo creo que hay que ir a movimientos colaborativos. Está muy bien reivindicar, pero cada uno tiene que hacer cosas. Los movimientos colaborativos son importantísimos. No solamente hay que pedir el que los demás hagan cosas, sino que las tenemos que hacer nosotros también”.

De este modo podría cambiarse la percepción de la política “como si fuera un partido de fútbol: ‘en mi casa siempre fuimos de izquierdas, son los míos’; ‘los míos son los de siempre, aunque presenten a una cabra’. La política no es eso, hay que votar la gestión, lo que se va a hacer”.

Humanizar la justicia

Y no podía faltar una reflexión sobre la justicia. Carmena echa en falta en la judicatura “una formación humanística”; “en muchas ocasiones las sentencias pueden ser lógicas desde el punto de vista jurídico-abstracto, pero son auténticas bombas de relojería desde una concepción humanística. La manera para mí es que los jueces no solamente sean licenciados en Derecho”, como sucede en Francia, donde los magistrados proceden de diversas formaciones. “Eso sería muy bueno, que un juez pudiera ser un psicólogo, un médico… Abrir la justicia para humanizarla”.

De su etapa en el Consejo General del Poder Judicial, Carmena recuerda que, “cada vez que nos venía una ley, yo lo primero que preguntaba es: ‘¿Para qué se ha hecho esta ley?’ Me decían: ‘Eso no nos corresponde a nosotros’. Importa muchísimo si aquí hay una coma mal puesta, cosas formales que son absurdas, que no valen para nada. Lo importante es saber qué resultado dan, y no hay ninguna asignatura en Derecho que tenga que ver con los efectos que produce la ley. Ni una”. Por eso, “otra de mis insistencias es que las universidades estén abiertas a la sociedad. La Facultad de Derecho yo la veo como una especie de clínica jurídica a la que cualquier ciudadano pudiera ir a preguntar a un estudiante sobre cualquier tema que le preocupa, para que los estudiantes vean que no es tan importante la ley, sino los efectos que produce la ley”.

 

Humanizar la fe… y las ideologías

La relación con la Iglesia fue uno de los temas principales en el turno de preguntas. Carmena se confiesa agnóstica, pero “absolutamente respetuosa”, y recordó las críticas recibidas en su etapa de alcaldesa por asistir a todo tipo de actos religiosos, en lugar de promover una mayor separación entre lo religioso y la vida pública, como muchos de sus apoyos esperaban.

No obstante, a la vez se muestra muy críticas con algunas derivas dentro del catolicismo. “Desgraciadamente la Iglesia, muchos grupos religiosos han perdido el humanismo y tienen muchas veces una etiqueta de espiritualidad sin humanismo. Y a mí eso me parece muy grave”, dijo.

No puede ser, por ejemplo, que “una persona que se siente vinculada a la Iglesia, que cumple con los mandamientos, entre comillas, tenga a esa persona trabajando en su casa sin darle de alta en la Seguridad Social. O manifieste una actitud contraria a los derechos humanos de los inmigrantes. No puede ser que lo religioso no sea humano”.

Claro que la misma crítica la dirige Carmena a varias corrientes ideológicas, empezando por el feminismo, del que reconoció haberse distanciado precisamente por esa “falta de humanidad”. Como ejemplo, aludió a la falta de compasión con victimarios de género, a quienes se les deja en la calle sin ningún tipo de empatía. Durante su etapa de juez de vigilancia penitenciaria, recordó, una de sus máximas preocupaciones fue tratar con la máxima dignidad a condenados por cualquier tipo de delito y buscar siempre un acercamiento personal, incluso cuando la otra parte sistemáticamente intentaba boicotearlo, como sucedía con presos de ETA. Esa empatía -que en absoluto significa justificar las acciones delictivas, matizó- produce resultados: “Yo he tenido mucha satisfacción cuando en alguna conferencia ha venido una persona que me ha dicho: ‘Yo era presa cuando tú eras jueza de vigilancia penitenciaria y me dijiste esto que me hizo pensar’”.

Reivindicar los cuidados

En unos u otros casos, cree, la respuesta es promover “el cuidar, el cuidarnos… Este es un elemento absolutamente ejemplificador para incorporar a más personas al colectivo humanista: cuidar, cuidar a la gente. Pero cuidar desde un punto de vista amplio; cuidamos, pero no exigimos que sean de los nuestros. Hay que cuidar constantemente a las personas, las instituciones… Y si no responden a nuestros cuidados, entonces hay que cambiar de estrategia; algo no hacemos bien”.

Manuela Carmena se dirigió en particular a las Carmelitas de la Caridad Vedruna. “Vosotras sois personas que, de profesión, cuidas, sois cuidadoras, en el sentido de vuestra dedicación a un tipo de espiritualidad… Tenéis una gran trascendencia. Pero no solamente hay que cuidar, hay que cuidar bien”.

“Queda muchísimo por hacer”, añadió. “Pero me parece que las actitudes de cuidado que vosotras desempeñáis son el futuro, porque os conozco, porque sé el tipo de personas de espiritualidad que tenéis”.

Fecha

agosto 25, 2022

Categoría

Nacional