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Mi experiencia sobre la pandemia vivida en comunidad

Mi experiencia sobre la pandemia vivida en comunidad

Los test, primero negativos, se iban convirtiendo paulatinamente en positivos. La preocupación se iba apoderando de nosotras, Y a la vez íbamos experimentando la fortaleza necesaria para vivir serenamente lo que se presentaba, conscientes de que, como otras familias, pasábamos por el drama de un virus tremendamente rápido en contagio y mortífero.

Contexto

Somos dos comunidades Vedruna en Tarragona, ubicadas en un edificio contiguo al colegio, aunque totalmente independientes.

En total somos 35 hermanas de edades entre 72 y 99 años. Un piso está dedicado a enfermería de la Zona C, con 23 hermanas. En el piso superior con hermanas que se han ido quedando al jubilarse de la escuela, 12 hermanas, con tareas de implicación en la enfermería y de voluntariado en otras plataformas sociales, educativas y eclesiales.

Narro mi experiencia personal, porque vierto mi vivencia humana y espiritual sobre lo que he vivido y sufrido. Pero es una experiencia comunitaria. compartida y gestionada por todas las hermanas, a medida que se iban desconfiando y por la directora y cuidadoras de enfermería. Me gusta poder anunciar, con grito emocionado, la verdad de la experiencia, que dista muchos kilómetros de lo que se ha podido leer últimamente en algunos medios. Me encanta poder poner voz.

Hemos vivido la pandemia como una familia más, visitadas igualmente por el Covid. Nos distinguía ser familia numerosa y por tanto con más número de afectadas. Familia que participa de la realidad social que nos rodea, también de la pandemia.

Qué y cómo lo hemos vivido

Desde el principio de la pandemia, sentir-nos formando parte de un grupo definido de «alto riesgo» nos fue haciendo conscientes de la debilidad física y cognitiva, especialmente de nuestras hermanas mayores de la enfermería. Como si nos fuéramos preparando … Durante nueve meses (marzo-diciembre) estuvimos todas muy bien, y el CONTAGIO que vivimos fue el de testimoniarnos unas a otras que queríamos vivir la pandemia con una actitud positiva. Buscar juntas la manera de mantenernos activas, informadas, reflexivas y solidarias con tantas y tantas personas y familias que lo estaban pasando muy mal. También buscando los mediados que nos podían proteger.

Vivimos muy unidas a las otras comunidades Vedruna de Cataluña y de toda la Provincia de Europa, que desde el principio sufrieron la enfermedad y la muerte de hermanas.

Como cualquier vecino, salíamos a la terraza a las 8 de la tarde para aplaudir los profesionales de la salud, saludándonos y estrechando vínculos con los vecinos. No faltó el ofrecimiento por parte de algunas hermanas para sumarse a las acciones que desde diferentes entidades se hacían a favor de las familias más afectadas.

En una segunda etapa, el contagio del Covid 19 pone en crisis muchas de nuestras seguridades, que se desvanecen ante este brote generalizado.

En plenas fechas navideñas entró el virus en casa y nos experimentamos pobres y débiles, agudizándose el sentido del límite y la restricción de la libertad. Fui la primera de la comunidad (tras una trabajadora) que experimenté los síntomas y rápidamente fui a hacerme el test el día 23, que dio positivo. Confinamiento de todas y medidas serias de seguridad. Ya nos habíamos acostumbrado a ser muy estrictas en los medios prescritos desde el principio, pero ahora la exigencia era mayor. Vivir recluidas en nuestras habitaciones.

Expansión rápida del virus que no respeta nada. Durante tres semanas y de forma escalonada fueron saliendo positivos los test. Tengo que clarificar que:

– De las 35 hermanas que vivimos en el mismo edificio, a 32 hermanas y varias      cuidadoras de la empresa nos dio positivo.

– De estas 32 hermanas,

– 5 fueron totalmente asintomáticas, sin ningún tipo de malestar;

– 16 con diferentes síntomas, de las cuales, a las 5 más autónomas la Seguridad Social nos ofreció el traslado a un Hotel–salud a fin de facilitar mejor el confinamiento en casa y  11 con necesidad de ser internadas por necesidad de oxígeno.

-De estas 11:

– 2 ya ha vuelto a casa,

– 4 permanecen en el Socio Sanitario recuperándose y

– 5 hermanas, de las más mayores y muy afectadas de otras enfermedades, no lo      superaron y han pasado a la casa del Padre.

Los test, primero negativos, se iban convirtiendo paulatinamente en positivos. La preocupación se iba apoderando de nosotras, Y a la vez íbamos experimentando la fortaleza necesaria para vivir serenamente lo que se presentaba, conscientes de que, como otras familias, pasábamos por el drama de un virus tremendamente rápido en contagio y mortífero. No servían las normas guardadas con tanta precisión y aunque pusimos todos los medios posibles para mantener distancias, espacios acondicionados y medidas extremas de desinfección, limpieza y alimentación adecuada, el virus arrasó. Una hermana que en febrero cumple 100 años y es de las que ha superado la enfermedad, decía con gracia: «No decíamos que queríamos ser Familia de puertas abiertas?, pues ya está aquí”.

El hecho de no ser todas a la vez favoreció que, cuando las primeras superábamos la cuarentena, nos podíamos incorporar para atender a las hermanas mayores o desorientadas Les costaba entender o asumir aquella soledad, acostumbradas a la vida comunitaria.

 Nos alentó leer una carta de Joaquina de Vedruna escrita el 23 de marzo de 1849:

«Siento que no estéis todas bien. Yo, por ahora, voy tirando. No tengo muy buena salud, pero podía estar peor. Por todo debemos dar gracias a Dios; ya que así lo quiere, cumplid en todo, por todo y del todo su santa voluntad ….

Al hacerse una mayor, la naturaleza cambia. No tiene que ser todo trabajar. El Señor nos   manda que cuidamos también nuestra salud, ya que cuando una no está bien de salud, mal podrá cuidar de los enfermos.

En fin, veo que tenéis mucho trabajo; el Señor devolverá la salud a las hermanas, si es su   voluntad y conviene».

La expresión de Joaquina de Vedruna: “ya que así lo quiere” hay que entenderla…

La expresión de Joaquina de Vedruna “ya que así lo quiere”hay que entenderla en el contexto de la teología del tiempo. Hoy en día, los cristianos confesamos que Dios, en Jesucristo sufre, muere y resiste la pandemia activamente, con toda la gran familia humana. Él nos sostiene en nuestros cansancios y nosotros le sostenemos a Él en su fragilidad, cuando acompañamos a los que sufren.

Sí, teníamos que cuidarnos. Y junto con la enfermera directora, la única que no se contaminó, pero se confinó voluntariamente quedándose día y noche con nosotras, nos pusimos a diseñar la estrategia adecuada a seguir en el momento que estábamos viviendo. Nos preguntamos: ¿Cómo podemos manejar esta situación que parece desbordarse en el día a día? ¿Cuál será la mejor atención integral, no sólo física, también cognitiva y espiritual?

 Una organización con cabeza y corazón

¿Como lo hemos conseguido? Se establecieron estrategias para ir diversificando las funciones según las necesidades.

Las hermanas, ya desconfiadas, estuvimos atentas esencialmente a la relación permanente con todos los familiares de las hermanas enfermas, en el hospital o en casa y con la Congregación. También al acompañamiento personal de cada hermana mayor, favoreciendo la comunicación de sentimientos, intereses o preocupaciones. La coordinación con la cocina para asegurar unes dietas sanas y adecuadas a la necesidad de cada una. También nos ayudaron las hermanas de las comunidades vecinas: una hermana diplomada en enfermería i que había trabajado en el sociosanitario se preocupó de mantener una relación diaria con los médicos que le informaban del proceso de cada una, que enseguida transmitía por escrito a las coordinadoras de las dos comunidades. Otras hermanas nos apoyaron en la ida y venida al hospital para llevar lo que las enfermas necesitaban, ya que no podíamos ir directamente a verlas.

Cabe destacar la entrega incondicional de la directora de enfermería, siempre atenta al proceso de cada una y de todas las cuidadoras nuevas que suplían, a las también confinadas, y que necesitaban orientación y apoyo directo. Quiero mencionar también la aportación extraordinaria del médico y enfermera asignados desde el CAP (Centro de atención primaria) para la asistencia a domicilio. Además de contrastar dos o tres veces por semana con la enfermera de casa, nos han ayudado mucho a mantener las normas y las variaciones que podíamos ir adoptando. Siempre atentos a cualquier incidencia que surgía en un momento determinado. Es algo que la comunidad lo agradecemos profundamente. La enfermera y ellos han sido el pilar de apoyo que nos han ayudado a superar esta experiencia vivida.

Mantener este lazo intenso entre hospital, sociosanitario, empresa, comunidad, nos ha permitido sostener una buena organización que nos ayudaba a permanecer serenas, orientadas y sostenidas. Hemos podido experimentar el canto de «el hermano apoyado en el hermano es una roca firme».

Comienza una nueva etapa:Todo vuelve a ser posible, el gran invierno puede transformarse”

Al escribir esta reflexión puedo decir que ya estamos disfrutando de una buena noticia. El desconfinamiento de todas las hermanas de casa. Podemos empezar a normalizar el ritmo de vida, sin bajar la guardia y cuidando las secuelas que deja este virus. Reeducarnos de nuevo para la normalidad. Un mes tan especial nos ha dejado, esencialmente a las de la enfermería, muy tocadas anímicamente. Todo el esfuerzo que supuso quedarse en las habitaciones, ahora será necesario socializarse de nuevo y vivir el gozo de estar y disfrutar juntes.

Estamos esperando que lleguen a casa las que quedan en el hospital para celebrar todo lo que hemos vivido:  de muerte y de vida, de dolor y sanación, de alegría (también) y de mucha pena.

¡Lo celebraremos, sí! También, en cuanto podamos, celebraremos una Eucaristía por las cinco hermanas que disfrutan del abrazo del Padre y que tantas «perlas preciosas» han dejado entre nosotras. Haciendo posible la expresión de fe de familias, amigos y hermanas.

Nuestras riquezas espirituales y materiales han sido probadas y hemos experimentado el miedo. Sin embargo, me atrevo a decir que «es un tiempo favorable»para volver a sentir que nos necesitamos las unas a las otras y nos queremos como quería Joaquina, «con un amor que nunca dice basta»

No quiero terminar sin decir que esta pandemia que ha atravesado nuestra comunidad, no la hemos vivido solas. Toda la Familia Vedruna ampliada ha sufrido como nosotras y con nosotras la enfermedad y la muerte, acompañándonos con su oración y cercanía de corazón. Termino recordando lo que canta nuestro grupo musical Ain Karem: «estad unidas en un solo corazón, como deseaba Joaquina, vivid en comunión».

Mª Narcisa Fiol Sáiz, ccv

Fecha

febrero 1, 2021

Categoría

Opiniones