Victòria Sauret, de la comunidad de Tarragona, colabora con la asociación que asiste humana y espiritualmente a los marinos durante sus largas travesías lejos de casa.
“Un hogar lejos de su hogar para la gente de mar”. Así se define Stella Maris, la organización internacional de la Iglesia católica que ofrece, a través de sus centros Stella Maris, asistencia humana y espiritual a los marinos.
En Tarragona, la hermana Victòria Sauret es una de las voluntarias que colabora con el arzobispado en esta pastoral. El vínculo se inició por medio de un sacerdote carmelita, el padre Beni, que presentó a la comunidad su trabajo en el puerto. “Nos habló de esta bonita acción y no dudé en colaborar”, cuenta Victòria Sauret.
TV3, la televisión de Catalunya, habló recientemente con la hermana Vedruna por la campaña de Navidad de Stella Maris, en la que ella ha confeccionado gorros de lana con el objetivo de que los marineros pudieran tener estos días un detalle. “Allí va mi granito de arena, lleno de cariño y de calor que les darán mis gorros y los de tantas otras”, afirma.
Ella, además, reconoce que ha aprovechado esta inesperada publicidad para “contar que esta organización católica existe y que vale la pena que se sepa”.
La Conferencia Episcopal Española (CEE) recordaba, en su último Mensaje con motivo del Día de las gentes del mar, en la festividad de la Virgen del Carmen, que “un 90% del transporte de mercancías a nivel mundial se realiza por mar”.
Se trata de un pujante sector económico que, sin embargo, ha sufrido un serio retroceso en precarización en los últimos años. Según denunciaban los obispos, la explotación y el incumplimiento de la normativa laboral son muy frecuentes.
El mensaje de la CEE pedía tomar mayor conciencia «sobre la vulnerabilidad de la gente de mar, tanto pescadores como marinos mercantes; sobre lo necesitados que están de asistencia y de ayuda para a salir del aislamiento que frecuentemente sufren». Y en particular, pedía «una acogida humana cuando llegan a puerto».
Recoge el guante Victòria Sauret, que resalta la necesidad de tomar conciencia sobre las duras condiciones de trabajo y de vida de estos trabajadores, invisibles para la sociedad, pero sin las cuales se pararía la economía mundial. “Me ha concienciado mucho, la verdad, haciendo que me ponga en la piel de los que pasan días y días sin ver a los suyos ni hablar con casi nadie, solos en su trabajo”.