Este tercer artículo específico sobre la Huella Hídrica lo dedicamos al consumo consciente de los textiles y calzado [1], para reducir nuestro impacto global de forma significativa ya que también están muy ligados a la Huella de CO2.
El impacto de nuestra ropa y calzado
La sobreproducción textil derivada de la moda rápida tiene un gran impacto negativo a nivel ambiental, laboral y para la salud. Es la industria mundial que más agua consume y más contamina, después de la industria petrolera. Las marcas de prendas rápidas y económicas, multiplicaron la producción lanzando cada año más de 52 microtemporadas, cuando antes lanzaban sólo 4 anuales. Desencadenando una espiral de deseo de consumir lo nuevo. Los 50 billones de prendas textiles producidas en 2015 que utilizaron 79 millones de m3 de agua, aumentaron a 100 billones en 2019. Parte de la ropa sin vender también se quema para dar cabida a otras colecciones.
Esto significa que, por ejemplo, en la UE, usamos las prendas un 39% menos que hace 15 años, antes de desecharlas. Son de menor calidad y la sobrecompra hace que se infrautilicen. En Europa, cada persona compra una media de 26 Kg de productos textiles al año, entre un 40-60% más que los años 90, con el consiguiente aumento de la huella hídrica y la huella de CO2. Muchas se usan menos de 20 veces. Añadido a ello, el 87% de los textiles, más de 11 millones de toneladas, acaba cada año en los vertederos y contaminan ríos y mares o bien, si son incinerados, contaminan aire y tierra. El 20% de los residuos marinos proceden de materias textiles. Alteran ecosistemas y reducen la biodiversidad.
Esta industria emplea a unos 300 millones de trabajadores en el mundo. Para bajar precios, a la mayoría se les obliga a producir mucho y rápido, sin garantizar derechos laborales ni ambientales. Por ejemplo, se ven obligados a empaquetar 500 prendas al día, trabajando más de 60 horas semanales.
Parafraseando a Gandhi, podemos decir que “La tierra provee de la suficiente agua y recursos para satisfacer las necesidades de cada persona, pero no la avaricia de cada persona.”
Sostenibilidad y circularidad en la producción
A partir de los ODS y de las demandas de consumidores/as, las empresas van optimizando y mejorando los procesos, disminuyendo el consumo de agua y la contaminación. Algunas se están comprometiendo con la Carta de la Industria de la Moda para la Acción Climática (2018) reduciendo el impacto mediante cultivos ecológicos, tintes naturales, rediseñando piezas textiles ya elaboradas, impresión digital, e investigando sobre materiales biodegradables o procedentes del reciclaje. Promueven una economía circular que permita reutilizar una y otra vez los recursos. La Carta tiene como objetivo final reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero de la industria mundial de la moda para 2050. Actualmente sólo se recicla el 1% de los textiles para hacer nuevas prendas y sólo un 2% de textiles procede de reciclados, como el caso del poliéster de botellas PET recicladas.
El consumo de agua se encuentra en el cultivo de las fibras y/o en la producción de fibras y tejidos de todo tipo, naturales o sintéticas, ya que estas últimas proceden del petróleo. También en los procesos de tinte, lavados y aplicación de químicos, fuentes de energía, etc. El consumo de agua aumenta un 30% y el CO2 un 20% en la fase de uso de las prendas: lavado y secado. Y finalmente, en el agua contaminada en los cultivos o en la producción por el uso de sustancias tóxicas muy contaminantes, por la contaminación de ríos y mares especialmente a causa de las microfibras procedentes del lavado en el hogar y la derivada de los desechos en vertederos e incineradoras especialmente por microfibras plásticas. Cada año 0,5 toneladas de microfibras textiles llegan a los mares y, a través de los alimentos, llegan a nuestras mesas [2].
Avanzando en el consumo consciente
Tener conciencia de porqué compramos lo que compramos, a quienes perjudicamos comprándolo y consumiéndolo y a quienes beneficiamos, si la prenda que compramos procede de un cultivo y producción sostenible, de dónde procede y si se puede reutilizar o reciclar fácilmente… Esta puede ser la base para permitirnos transitar a una manera de vivir respetuosa con nuestra esencia de seres que compartimos una misma casa común con otros.
Como consumidoras de textiles, sea ropa para vestir, calzado o ropa de casa, es importante elegir bien las prendas pensando en su durabilidad, que sean atemporales y combinables, y fabricadas lo más cerca posible. Informarnos del origen y proceso de los materiales. Alargar su vida útil ventilándolas más, lavándolas menos y con detergente biodegradable a dosis bajas y baja temperatura, centrifugado corto y secado natural para cuidar el tejido y para reducir las microfibras que se desprenden en cada lavado [3]. También está la opción de comprarlas de segunda mano, cada vez más en auge. Y el alquiler de prendas para ocasiones especiales. Comprar menos y de más calidad, más durable y sustentable, calculando que, cada pieza, la vamos a usar un mínimo de 100 veces. Pagar poco por una pieza que nos pondremos pocas veces es más caro para el planeta y para nuestro bolsillo [4].
Es preferible que las prendas sean de un solo material al 100%, natural o sintético. Los tejidos con distintas fibras necesitan más agua, energía y recursos para separar sus componentes a fin de reutilizarlos. Otro factor importante son los tintes y métodos de tintura con lavados repetidos, etc. que suelen consumir y contaminar mucha agua. Optar por las prendas con etiqueta certificada [5] procedente de cultivos orgánicos sostenibles y de un proceso fabril respetuoso con las personas y el Planeta es una buena elección [6]. No todas las fibras son iguales. En el caso del algodón, se reduce drásticamente su elevada huella hídrica (cf. infografía) respecto a las fibras sintéticas, si su cultivo y proceso industrial son sostenibles. Un algodón regenerado, etiqueta GRS (Global Recycle Standard) no ha necesitado agua añadida, excepto la del tejido previo a partir del que ha sido hilado.
Finalmente, nuestra creatividad puede marcar la diferencia: ver cómo vamos a reutilizar las prendas o, a confeccionar otras piezas a partir de los tejidos de las que ya no podemos usar, si sois manitas en la costura. La reutilización (suprareciclaje) y reciclaje caseros ahorran al planeta muchos litros de agua y muchos kilos de CO2 que van a contribuir a la salud del planeta y de quienes lo habitan porque “la vida de millones de personas empobrecidas depende del buen estado de las fuentes hídricas, no solo para el suministro de agua potable, sino también para la producción de alimentos a través de la agricultura, la ganadería y la pesca.” (Resolución Derecho al Agua Potable, Parlamento EU).
Nuestro consumo consciente marcará la diferencia y presionará a las empresas para acelerar su sostenibilidad.
En la infografía siguiente os mostramos algunos otros datos.
Infografia Huella Hídrica III
Equipo del Eje JPIC PVE
NOTAS
[[1]] Datos de la Fundación Ellen MacArthur ( https://archive.ellenmacarthurfoundation.org/) y el Foro Económico Mundial 2017, así como del Informe del Parlamento Europeo sobre el impacto ambiental de la industria textil 2020 https://www.europarl.europa.eu/news/es/headlines/society/20201208STO93327/el-impacto-de-la-produccion-textil-y-de-los-residuos-en-el-medio-ambiente ), de la Estrategia de la UE para la circularidad y sostenibilidad de los productos textiles de 30 marzo 2022 https://environment.ec.europa.eu/strategy/textiles-strategy_es y de la Global Fashion Agenda (entidad sin ánimo de lucro para acelerar la sostenibilidad en las empresas textiles: https://globalfashionagenda.org/ ).
[2] Una investigación del Parlamento Británico (2019) reconoció que eran peligrosas. Un solo lavado de una prenda de poliéster puede liberar 700.000 microfibras plásticas.
[3] De lo relacionado con la huella de detergentes y jabones trataremos el próximo mes.
[4] Aplicando el “coste por uso” (CPW – Cost per wear) = coste/nº de usos, vemos cuando amortizamos una prenda. Hay que añadir el coste por el daño ambiental y laboral.
[5] Etiquetas certificadas: GOTS, Global Organic Textile standard y OCS, Organic Content Standard, proceden del menor uso de agua y GRS, Global Recycle Standard, que procede de algodón reciclado, hilado sin gasto añadido de agua. Además de las etiquetas generales también válidas para otros productos: ECOLABEL, certificado ambiental; FAIRTRADE, certificado derechos laborales.
[6] En el portal sindical sobre el Índice Global de los Derechos podemos ver el ranquin anual de países según el respeto a los derechos laborales: www.globalrightsindex.org/es/2022