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Una casa de puertas abiertas a mujeres migrantes en Barcelona: “Ya forma parte de nuestro modo de vivir”

Una casa de puertas abiertas a mujeres migrantes en Barcelona: “Ya forma parte de nuestro modo de vivir”

A finales de 2019, en un encuentro fortuito, el jesuita Pau Vidal, coordinador del proyecto de hospitalidad de la Fundación Migra Studium, “nos preguntó por la posibilidad de ser comunidad acogedora”. Así fue cómo la comunidad Vedruna de la calle Mallorca de Barcelona se convirtió en cada de acogida para personas migrantes.

Desde hacía mucho tiempo, las hermanas de esta comunidad habían abierto sus puertas en circunstancias concretas o para acontecimiento esporádicos, como encuentros diocesanos y parroquiales, o el Encuentro para Jóvenes de Taizé, en la nochevieja de 2000. Esta propuesta, sin embargo, era distinta. Y coincidía con un momento de intenso discernimiento en la comunidad. “Nos llegaba en un momento en que estábamos reflexionando e intentando vivir lo que se nos proponía en el documento capitular Familia Vedruna Casa de Puertas Abiertas. Lo oramos y dialogamos, viendo que Dios nos estaba diciendo algo a través de ello”, cuenta M. Dolors Bosch, que ejerce de portavoz de la comunidad.

“El hecho de que una de las hermanas ya había vivido en la periferia de Barcelona, o el contar con la experiencia, necesaria y positiva, de acoger en casa en dos ocasiones y por unos meses a una familia y a una chica de Marruecos fue una ayuda para hacernos este planteamiento no fácil de asimilar por todas”.

¿Más argumentos a favor? “Disponíamos de habitaciones, de espacio”. “Éramos solo cinco o seis hermanas donde antes habían vivido 12”. Y “nos sentíamos interpeladas por tantas personas que sabemos que duermen en la calle e intentan sobrevivir como pueden”.

“Movidas por todo ello –prosigue M. Dolors Bosch–, nos dispusimos a hacer concreta esta acogida, ponernos en acción convencidas que ello podía dar nuevo sentido a nuestra presencia en este lugar concreto y en este momento en qué estamos ya ‘jubiladas’ de la vida laboral activa’.

Un nuevo capítulo de la historia de la comunidad empezó a escribirse en enero de 2020. Desde entonces, cuatro mujeres han vivido en la casa: Loubna, de Marruecos; Beatriz, de Ecuador; Samantha, de Venezuela, y Valeria, de Ucrania. Mujeres llegadas a Barcelona desde vivencias muy distintas y con edades y circunstancias diversas, pero “con un motivo común: sobrevivir, labrarse un futuro, seguir adelante”. En los próximos días, esperan una nueva incorporación.

¿Qué diríais que habéis aportado a todas estas mujeres?
Nosotras hemos ofrecido algo material de lo que disponemos: habitación, techo, alimento, compañía. ¡De lo que tenemos, hay que compartir! Valoramos, sin duda, el talante con el que hemos querido hacerlo, el espíritu que nos mueve a ello: sentirlas hermanas nuestras, necesitadas de acogida, respeto y afecto.

¿Qué os han aportado ellas a vosotras?
Conocerlas de cerca con las dificultades vividas, la decisión de emprender ruta hacía un país desconocido, su cercanía, la juventud y vitalidad de algunas, ha abierto nuestros ojos y el corazón. Nos han hecho más conscientes y sensibles a tanto sufrimiento, nos han movido al compromiso, a poner nuestro grano de arena, a sentir que no podemos mirar hacia otra parte y convencernos de que algo podemos hacer ante tanta injusticia. Sus vidas, nada fáciles, han hecho mella en nosotras, ayudándonos a relativizar nuestras dificultades y a abrir las puertas de la mente y del corazón a tanto dolor humano donde la injusticia, los conflictos bélicos, las desigualdades sociales son cada vez más abismales.

En su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, el Papa compara a estas personas con el pueblo de Moisés, al que, en el éxodo, sin que falten motivos para la desesperación, se le hace a menudo presente Dios en el camino. ¿Reconoces la realidad que habéis conocido en esta descripción?
Ciertamente, lo hemos experimentado. ¡Cuánta fe la de algunas de estas mujeres que, con todo lo vivido, siguen expresando que Dios va con ellas, que las ha salvado de situaciones extremas y que no pierden el aliento gracias a esta fe! Han sido testigos de fortaleza para nosotras. Dios nos ha hablado a través de ellas.

 Abrir las comunidades de religiosos y religiosas a personas migrantes, algo que ha sugerido más de una vez Francisco, ¿crees que es algo al alcance de muchas más comunidades? ¿Pensáis que gestos así son capaces de cambiar realmente algo?
Es posible y muy bueno hacerlo si se dispone de lugar para ello. Al iniciar la reflexión surgían algunos miedos y dificultades. No parecía fácil. Quien más, quien menos apoyaba la idea, pero se añadían peros, condiciones y hasta prejuicios por el miedo a la novedad: ¿Convivir con gente extraña? ¿Darles la llave de casa? ¿Sentarnos en la misma mesa? ¿Compartir el baño?… Ahora, con el camino recorrido, con la experiencia vivida, reconocemos que ha sido muy positivo abrirnos a este servicio de fraterna inclusión, con responsabilidad compartida y teniendo claro lo que la comunidad asume. Hacerlo bajo el paraguas, acompañadas, de una institución experta en la acogida [Migra Studium], es algo muy necesario y que consideramos imprescindible.

Una vez hecha la primera experiencia ya forma parte de nuestro modo de vivir. Acoger, abrir puertas, compartir la mesa, es algo natural, necesario, enriquecedor. En la comunidad todas aportamos y nos sentimos en misión. Nos gratifica el ser capaces de sumar solidaridad al drama social del basto movimiento migratorio. Nuestro aporte, quizás insignificante, es realmente significativo en nuestro corazón de hermanas, en nuestra oración compartida con mayor viveza, en la diligencia en los servicios de la casa para bien de todas…

Creemos que acoger en casa está al alcance de muchas comunidades Vedruna, nos hace bien y, quizás, el testimonio de nuestra vida sencilla de fraternidad y apertura, también les toca y cuestiona en un momento de su vida en el que necesitan todo, especialmente techo, afecto y humanidad.

Fecha

septiembre 29, 2024

Categoría

Nacional