Tú, Vedruna, con vocación de comunidad, con carisma de comunidad, con mirada y talante de comunidad, sigue tejiendo con redescomunidad universal
26 de Febrero, otra vez, con su propio contexto. Por primera vez en la historia de la humanidad un contexto mundial, ajeno a causas políticas o a intereses de estados. Un contexto mundial que se nos ha regalado, aunque ambivalente en apariencia, mal envuelto, peligroso… Un regalo a las gentes de todas las culturas, niveles, colores, creencias, status…
Un 26 de Febrero con “vocación” de comunidad universal.
Urge la salud, ¿cómo no? Es prioritaria. Pero, ¿más que la solidaridad en lo que sea acogida, protección, promoción, integración, a quien sea? Y, ¿se nos escapará este caos sin extraer de él la riqueza de experiencia que puede iluminar el campo de la educación?
Todo se nos une en este nombre: Vedruna.
Tú, Vedruna, con vocación de comunidad, con carisma de comunidad, con mirada y talante de comunidad, sigue tejiendo con redescomunidad universal: religiosas y laicos, mujeres y hombres creyentes en el Dios Creador y creyentes en el Dios sin nombre pero con la gracia del amor; gentes de la inteligencia, del servicio, de la alegría y el humor, del arte, de la compasión…
Un inmigrante, en la calle, me ha llamado por mi nombre y me ha llenado de alegría.
Ayer, en la vacuna del Covid, hemos felicitado a toda la organización por la admirable organización y entrañable acogida: policía, personal médico y administrativo, servicio de limpieza… ¡Cuánta alegría en su rostro al comprobar el reconocimiento de su buen servicio!
Nos felicitaban la Navidad en la calle y felicitaremos, muchas veces, en la calle, el Ramadán!
¡Cuántas veces, en un taxi, en el breve trayecto de siete minutos, hemos conectado en el Nombre del Creador, en el signo de la sencillez, en la expresión de la acogida, en el agradecimiento del servicio, en la valoración de rasgos culturales…
Con cuánta gente, por la calle, intercambiamos un saludo, una sonrisa, un gesto de complicidad, un favor, una ayuda… Y cómo se nota el bienestar que se crea.
Hacer comunidad es mucho más que llamarse comunidad, que estar adscritas a un grupo en un espacio, que compartir un trabajo, que desarrollar un proyecto…
Hacer comunidad, ¿no es vivir al ritmo del Espíritu que clama en nosotros, Abbá, según la imagen de Él, el Hijo? Así como nada queda fuera de su aliento, de su mirada, de su presencia, nada, conscientemente, podemos excluir de nuestro sentido de comunidad-familia, de nuestro amor generado del Padre, de nuestro ser en el Hijo.
La vida se llena de ocupación, de trabajo, de entrega, de cansancio… al tiempo que se colma de sentido.
Yolanda Moreno