Acabamos de entrar por este pórtico, el Miércoles de Ceniza, que da acceso al tiempo litúrgico más importante del año, el tiempo Pascual. Prepararnos para esta gran celebración de la Muerte y Resurrección de Jesús, nos llena de esperanza y alegría.
Como Iglesia peregrina caminamos junto al Señor. Él sale a nuestro encuentro, nos acompaña y nos ofrece su Palabra, su descanso, su paz y su consuelo.
El silencio, serenar la mente y el corazón, nos dispone para escuchar su Palabra, acogerla en el corazón y compartirla en comunidad. Oramos por la Paz, y sufrimos sobrecogidos por lo que vemos y escuchamos en estos momentos críticos que vive el pueblo de Ucrania y otros pueblos en el mundo.
El camino, unas veces con sorpresas agradables y también con cansancios, requiere adiestrarnos para llegar a la meta; el cuerpo y la mente serán nuestros aliados, si los aligeramos de lo que nos pesa y nos distrae. Y al acabar el día, el descanso nos reconfortará.
Un deseo hondo nos alumbra en la “noche”, participar junto a Jesús en su misión hasta el final. Entregar gratuitamente nuestra vida, el tiempo, la atención, sin olvidar los pequeños gestos de consuelo que podemos ensayar con los cercanos y con los desconocidos, sabiendo que muchos se beneficiarán de todo lo bueno que hagamos por los demás.
Vamos con alegría, “guiados por un amor siempre a estrenar, que nos transforma cotidianamente en discípulas y discípulos misioneros en salida”. Papa Francisco.
Inés García, H. General