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Diez años de los Círculos de Silencio en Madrid: “No nos resignamos a que nuestros vecinos migrantes sigan desapareciendo de repente”

Diez años de los Círculos de Silencio en Madrid: “No nos resignamos a que nuestros vecinos migrantes sigan desapareciendo de repente”

Este 1 de enero se cumple el décimo aniversario de la llegada de los Círculos de Silencio a Madrid. Como cada primer viernes de mes, la cita es a las 20:30, en la Puerta del Sol. “Ahí seguiremos, luchando por los derechos de nuestras vecinas y vecinos migrantes, sin resignarnos a que, de repente, un día desaparezcan, porque les han detenido por la calle y se los han llevado a no se sabe muy bien dónde”, dice una de las organizadoras, Beatriz Pertejo.

Pocas formas de activismo ciudadano consiguen poner de acuerdo a gente tan diversa como los Círculos del Silencio, una iniciativa en defensa de los derechos de las personas migrantes sin papeles puesta en marcha por los franciscanos de Toulouse (Francia) que en enero de 2011, hace ahora diez años, llegó a Madrid.

“Hay gente joven y gente no tan joven, creyentes y no creyentes, muchos grupos de parroquia –es impresionante cómo consiguen movilizar a tanta gente– y otros que militan en colectivos más reivindicativos…”, resume Beatriz Pertejo, una de las organizadoras de los Círculos en Madrid.

El impulso inicial, como en otras ciudades, procedió de la Plataforma A Desalambrar, conocida por sus acciones en demanda del cierre del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche. De ahí los Círculos de Silencio se han ido extendiendo por toda la geografía española, convergiendo con otras iniciativas impulsadas por diferentes colectivos. En Madrid, en Tánger, en Ceuta, en Puerto de Sagunto, Valladolid, Salamanca Bilbao o Puerto Real, cuentan en su organización con una destacada presencia Vedruna.

Cambian matices, pero el patrón es el mismo: cada primer viernes de mes, un grupo de personas se reúne en el centro de la ciudad, formando un círculo, recordando la continua vulneración de derechos que sufren en Europa las personas migrantes. Durante una hora todos permanecen de pie y en silencio, mientras algunos organizadores informan a los viandantes del sentido de la iniciativa y responden a sus preguntas.

Desde hace diez años, la cita en Madrid es cada primer viernes de mes, a las 20:30, en la Puerta del Sol, colindando con la calle Arenal. La próxima, el 1 de enero, servirá para conmemorar este aniversario, aun reconociendo que las cosas han cambiado muy poquito o nada, y que la cosa sigue muy mal, añade Pertejo. “Pero no vamos a desanimarnos, continuaremos poniendo nuestro granito de arena. Esa es ahora una prioridad en nuestras vidas. Sin siglas, sin tener siquiera un CIF propio, ahí seguimos y seguiremos, de un modo muy simple pero honesto, luchando por los derechos de nuestras vecinas y vecinos migrantes, sin resignarnos a que, de repente, un día desaparezcan, porque les han detenido por la calle y se los han llevado a no se sabe muy bien dónde. Nuestra protesta pacífica no es una moda pasajera”.

¿El silencio es una forma eficaz de poner de acuerdo a personas muy diversas –por ejemplo, creyentes que rezan y no creyentes que meditan–, o tiene además algún valor en sí mismo?

No es un mínimo, para nada. Podríamos sacar consignas, tenemos muchas, porque hay muchas leyes injustas contra las personas extranjeras. Nuestro silencio apela a la no violencia, a estar para el otro que está sufriendo… No queremos lanzar consignas que añaden más ruido al bullicio y que, al final, el que pasa por ahí ni siquiera entiende. Y no es por creernos superiores a los demás movimientos, sino porque creemos que, a largo plazo, esto es más efectivo. Se trata de romper con el ambiente frenético de la plaza, de interpelar a la conciencia de las personas, empezando por nosotras y nosotros mismos. Porque es un reto. En nuestra cultura, no es fácil estar una hora en silencio, menos si no estás acostumbrada a meditar o, las personas creyentes, a rezar.

Los Círculos se presentan como una forma de acción noviolenta por los derechos de las personas migrantes, sometidas hoy a una legislación arbitraria. ¿En qué consiste esa noviolencia? ¿Significa eso que otras formas de activismo más convencionales por los derechos humanos sí son violentas?

No es que sean violentas… Voy a hablar desde la experiencia concreta de A Desalambrar, porque tuvimos una mala experiencia con la organización de acciones junto al CIE de Aluche. Los internos se ponían nerviosos, arrojaban objetos por la ventana, y la policía les reprimía. Vimos que se generaba un grado de violencia dentro que no compensaba.

Conocimos la experiencia de los franciscanos en Toulouse y nos pareció que era una respuesta adecuada para nuestro contexto. Nuestro silencio apela a la no violencia, significa estar disponible para el otro que esta sufriendo. Pero los objetivos siguen siendo los mismos: tenemos que cambiar leyes profundamente injustas que oprimen a los más humildes. Y para conseguirlo entendemos que es necesario un cambio cultural, cambiar las conciencias.

El método, estar de pie en silencio durante una hora, aporta compromiso, estoicidad.

Cambia el ambiente en el entorno: la gente que pasa se queda sorprendida, levanta la mirada de sus móviles…

Y se preguntan si sois una secta o algo similar.

(Risas) ¡Sobre todo cuando cantamos al final! Es impactante el silencio. Y en el centro del círculo, la vela, como símbolo de esperanza.

Uno de los rasgos que caracteriza a la noviolencia es que el otro deja de ser visto como un enemigo, que rompe la lógica de la acción-represión-acción. Pongamos que ese otro son tantas personas, habitualmente de clase media o media-baja, que reaccionan con miedo a los cambios culturales que generan las migraciones o piensan que est@s jóvenes vienen a acaparar los recursos públicos y a presionar los salarios a la baja. En una sociedad llena de estereotipos, donde cada uno solo se expone a aquellos mensajes que refuerzan sus propias convicciones, ¿cómo pueden los Círculos cambiar actitudes?

Ofreciendo una oportunidad de conocer al “otro”. Personas que nunca han hablado con gente migrante pueden pararse a conversar unos minutos con personas sin papeles que les relatan su situación. Ya no son “los desconocidos”, sino personas como tú y como yo, que te hablan de los que ellos han vivido, de su viaje, de sus dificultades diarias… A veces se abre una reflexión sobre las causas de las migraciones, como el expolio de los recursos pesqueros de Senegal debido al acuerdo con la UE.

Es abrirse a otro discurso, a otros puntos de vista. Son chicos africanos que se paran a hablar con gente que pasa, les cuentan su historia… Es muy enriquecedor.

¿Sale alguno convencido?

Algunos sí, y te lo agradecen. Otros se sienten interpelados, pero en negativo. Se paran y te gritan, necesitan desahogarse. Y cuando hablas con ellos, te cuentan sus vivencias negativas con personas migrantes, o piensan que por su culpa han perdido sus trabajos… También es importante dar una respuesta en estos casos, aunque en cinco o diez minutos es verdad que el diálogo resulta muy complicado.

Algunas personas gitanas nos han preguntado: “¿Pero por qué no nos defendéis a nosotros? Lo estamos pasando muy mal”. Y es verdad, ellas también viven oprimidas. “¿Pero cuántos habéis muerto en estos años?”, les preguntamos. Al intentar cruzar el Estrecho han perdido la vida unas 10.000 personas en los últimos 30 años. ¿Es comparable? ¿Y toda la legislación dirigida expresamente contra el extranjero?

Las siglas cambian en los distintos países de la UE, pero la situación es en definitiva la misma: criminalización de algunas personas por su situación administrativa, empujadas a la explotación laboral y a vivir con la angustia de que, en cualquier momento –en el transporte público, mientras llevan a sus hij@s al colegio…–, pueden ser detenidas sin cargos y encerradas en condiciones peores que en una prisión, para después ser deportadas a la fuerza a países en los que muchos ni siquiera tienen un arraigo. ¿Por qué no se ha podido articular hasta ahora una fuerte campaña europea por el cierre de los CIEs?

La verdad es que no lo sé. Cuesta quizá tener esa perspectiva global. Y es necesaria, pero ya, sin salir de tu ciudad, ves que no es sencillo poner de acuerdo a las personas siquiera en los lemas de las concentraciones. Nosotros, en el Círculo de Madrid, hemos tratado de abrirnos a otras experiencias: hemos conocido a las Patronas de México [grupo de mujeres que ayuda a migrantes centroamericanos a lomos del tren conocido como “La Bestia”, que tiene como destino los Estados Unidos], activistas de Polonia, Grecia o Australia… Es importante esa coordinación para desbaratar estrategias que, al final, consiguen su objetivo de enfrentar a unos pobres contra otros pobres.

¿Cómo es la propia participación de las personas migrantes? Suele verse a algunas en los Círculos, pero en minoría. ¿Cuesta que se sientan culturalmente cercanas a estos modos de reivindicación? ¿Qué haría falta para que se apropien más de los Círculos de Silencio?

Es sorprendente el cambio que se ha producido a lo largo de estos 10 años. Al principio no venían más que unos pocos, pero ahora son mayoría. Aunque es verdad que los Círculos no han sido diseñado con una mentalidad africana, o al menos no pensando en jóvenes africanos, sino que se crearon desde los franciscanos de Francia como un momento de reflexión, de oración…

¿Por qué no vienen más personas migrantes? Bueno, otra explicación es que muchas no pueden venir. Pensemos en las mujeres que trabajan en el servicio domestico. O en los jóvenes que se tienen que buscar la vida día a día.

En el último Círculo nos interrumpió varias veces la Policía porque no les habían comunicado la concentración desde la Delegación de gobierno. Yo me preocupé, porque muchos de los chicos no tienen sus papeles en regla. Pero se van involucrando cada vez más, y eso es muy importante. Proponen iniciativas, se lanzan a hablar con la gente, a contar su viaje y sus experiencias…

Fecha

diciembre 29, 2020

Categoría

Nacional