Os confieso que, en mi vida, hay un antes y un después de Monte Carmelo. Acompañar es un reto, una aventura maravillosa, una cultura, un servicio y un regalo que se va aprendiendo a medida que vas practicando.
Hace 15 años que llegué al Centro Vedruna de Valladolid, para iniciar la 3ª Edición del Programa Monte Carmelo. Llegué invitada por mi hermana, Concha Calleja tras un tiempo complejo en mi vida y tras la muerte de mi madre. Llegué en compañía de mi hermana escolapia Desi. Al terminar, me quedé en el equipo del Programa. Sacaron una vacante de tutora y oposité. Monte Carmelo es un programa de Formación de Acompañamiento pastoral con jóvenes, para acompañar en la vida diaria, acogiendo la V/vida.
Os confieso que en mi vida, hay un antes y un después de Monte Carmelo. Es experiencia de Salvación.
Estos días andamos comenzando la 9ª Edición y a mí sólo me sale una palabra: gracias. Cuántas personas habéis pasado por Monte Carmelo desde entonces, qué gozada conocer a tantos hermanos, hombres y mujeres, laicos y consagrados, sacerdotes, maestros y profes, del mundo sanitario o social… La pluralidad siempre es una característica y una riqueza, ensancha el espacio de la tienda, de tus pequeños mundos… Y cuánto bien hace salir de nuestras zonas de confort, respirar otros aires, acercarte a otras realidades.
Y en el devenir de cada edición, asistir a tantos cambios y transformaciones en la vida de las personas, ser testigo de la acción de Dios en la vida de tantos, ver como el programa va calando en el corazón de los participantes, poco a poco. Constatar que, mientras aprendes alguna herramienta, el Espíritu nos va trabajando por dentro y para la vida cotidiana. Empiezas a vivir en clave de acompañamiento, se va haciendo un proceso personal, espiritual, comunitario…, en medio de la vivencia de una comunidad itinerante.
Y aunque haya escuchado algunas cosas tantas veces, siempre hay cosas que me suenan nuevas, que, por lo que sea, te llegan con otra novedad, con más fuerza. Siempre aprendiendo, actitud de escucha, de estar abierta, disponible a los susurros del Espíritu y todas sus mediaciones a través de las charlas, los encuentros espontáneos, los talleres, los grupos pequeños llenos de confianza, las entrevistas con el tutor/a, momentos de celebración y oración y sin olvidar el trabajo de los «entretantos», entre diciembre y julio o julio y diciembre… Ese tiempo tan importante para volver a todo, para posar, profundizar, perforar…
Sigo impresionada por las sorpresas de la vida como Dios sale al encuentro a través de las mediaciones de los otros o tú como mediación en la vida de los otros.
Acompañar es un reto, una aventura maravillosa, una cultura, un servicio, y don y regalo que se va aprendiendo y, como decía Marisa Moresco, a medida que vas practicando. ¡A practicar!
Cada vida, cada escucha es un regalo, un privilegio de pisar la Tierra Sagrada de los otros. Que vivamos atentos a los otros, porque las oportunidades de acompañar se presentan cuando menos te lo esperas, en todos los ámbitos y Dios cuenta contigo, con cada uno.
Es apasionante.
Gracias equipo por formar parte de mi vida: Lola, Luica, Pepe, Guenther y Elo. Ruaj.
Amelia Ramírez de Nicolás, Sch.P.