Espiritualidad y Ecologismo fue el tema de la última edición de Galilea, programa de formación de la Provincia Vedruna Europa. Sisita Fiol fue la encargada de clausurar las jornadas con esta conferencia sobre “Encontrarse con Dios”:
1. Una experiencia de encuentro paseando en el jardín
Iniciamos esta tercera parte de Galilea en torno a una fuente de agua. Escuchamos su sonido. Contemplamos cómo desciende el agua, dejamos que el asombro y la reverencia hacia la Vida/vida nos ayuden a entender un poco más lo que significa el encuentro con Dios.
Que título tan amplio y a la vez sugerente me plantean para esta comunicación. Si todo encuentro supone RELACIÓN, lo primero que se me ocurre, de entrada, es proponer un paseo que sea una experiencia de encuentro entre nosotras y nosotros mismos.
Nos ha dicho José Eizaguirre que “El mundo es una asombrosa trama de relaciones, porque el Creador es una amorosa trama de relaciones”. Esta mañana hablaremos de nuestras experiencias de encuentro con Dios; creemos, también nos lo ha dicho José, en un Dios que es relación amorosa y creadora. Vamos a empezar pues haciendo una dinámica de encuentro, porque eso implica que las criaturas nos desarrollamos y crecemos en la medida en que salimos de nosotros mismos y entramos en relación. ¡Hagamos la prueba!
Paseamos mientras escuchamos música al tiempo que pensamos en el valor de un encuentro, en la importancia de toda experiencia de encuentro. Cuando pare la música cada uno/a se detiene delante de otro/a y le saludamos con reverencia con un “Namasté” reconociendo el Dios que está en el otro. Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos, sin evitar la mirada, manteniéndola e intentando descubrir algo en esa mirada. Al parar la música empezamos un diálogo en ambas direcciones, empezando el que quiera: Párate ante tu hermano/a, mírale a los ojos y exprésala lo que descubres en forma de “reconocimiento positivo” y después deja que te lo haga el otro a ti.)
Ya sentados expresamos cómo nos hemos sentido ante la mirada y ante los reconocimientos recibidos. Cómo nos hemos quedado. ¿Me ha costado dar y/o recibir reconocimientos?
Constatamos que para que se dé un encuentro es importante saber pararnos, mirarnos, escucharnos, acoger la palabra que la otra persona pronuncia. En esa relación algo bueno se ha despertado, no nos hemos quedado indiferentes o iguales que antes. Ciertamente, reconocemos la importancia del encuentro y de saber acoger los reconocimientos positivos. Recordamos que RECONOCER se lee igual empezando por la izquierda o por la derecha.
Dios sale a nuestro encuentro, Él toma siempre la iniciativa e invita: “Estoy a la puerta y llamo, si me abres la puerta entraré y cenaré contigo”. Y en esa búsqueda de Dios siempre hay una buena noticia, un reconocernos como hijos muy amados. Él, el creador de todo el Universo, de cada uno de nosotros, nos dice, nada menos, que “nos ha hecho a su imagen y semejanza” y nos ha entregado, en primerísimo lugar a su Hijo para que nos anuncie la BN del Reino. Jesús, a través de muchas parábolas, nos ayuda a entender la importancia de ese reconocimiento.
Volvamos a la experiencia de los reconocimientos recibidos; en ellos reconocemos estos elementos:
1.Normalmente recibimos el mismo tipo de reconocimiento que damos. Para que el reconocimiento + sea auténtico, ha de ser sincero y libre de manipulación. Merece un gracias. Es un aprendizaje que al principio se ha de hacer conscientemente para que se convierta en una actitud.
2.El reconocimiento + en lugar de envanecer a la persona, la compromete. A veces nos da miedo dar y recibir R+ porque invita a intimar y a comprometernos.
3.Quien rechaza amor y amistad, invita a las personas a sentirse mal. Quien no reconoce los talentos que Dios le ha dado nunca podrá intimar con Dios. Los talentos que Dios nos ha dado son caricias suyas, por eso la oración más aceptada es la acción de gracias. Encontrarnos con Dios, entrar en intimidad con Él supone una relación que transforma.
4.Toda buena relación que sabe dar y recibir reconocimientos + está siendo sembradora de semillas de Reino.
¿Pero qué es el Reino? Mirad, os hago una pregunta: tenemos una semilla y tenemos un poco de tierra… ¿qué es más importante? ¡Las dos lo son! Lo importante es que se dé una buena relación entre ambas para que salga algo nuevo. Esta parábola la usó Jesús para contarnos lo que era el Reino, esa vida nueva. Es tan importante que cada encuentro produzca frutos de Reino que la Palabra de Dios lo expresa en 37 parábolas, ¡seguro que no debe ser tan fácil entenderlo!
Aquí estamos tantas personas distintas y si pregunto, ¿a qué es igual el Reino?, pueden salir múltiples definiciones. ¡Pues ya veis si en la parábola queda claro y sencillo: El Reino es igual a unas buenas relaciones! Lo mismo que la relación entre el Padre y el Hijo dan como fruto el Espíritu, la buena relación entre tú y yo dará también su fruto, como se ha dado en la experiencia inicial. “Si la semilla no cae a tierra y muere, no da fruto”.
2. Descubriendo una nueva espiritualidad
El tema que estamos tratando en este encuentro es el de la Espiritualidad Ecológica. Y este nuevo paradigma en el que nos vamos introduciendo velozmente (El Papa y con él la Iglesia entera a través de la Plataforma Laudati Sí y nuestras propias Congregaciones, etc.), nos mantiene comprometidas y en búsqueda de esa espiritualidad ecológica. Es importante entender bien cada una de estas palabras:
2.1. ¿Qué entendemos por espiritualidad?
La dimensión espiritual es genuinamente humana. La vida espiritual es lo que nos diferencia de otros seres vivos, con los que compartimos la vida biológica. Los humanos tenemos necesidades espirituales relacionadas con preguntas sobre nosotros mismos.
En su esencia, el ser humano es espiritual, eso nos une a todos, aunque esta realidad se haya diluido en medio de las prácticas religiosas. La espiritualidad viene desde dentro, es una especie de fuerza interna que dinamiza las dimensiones del ser humano. La religión busca externalizar dichas manifestaciones, principios y creencias, independientemente de la creencia que se tenga.
La espiritualidad nos ayuda a entender el significado de la vida y de la condición humana. Nos ofrece la posibilidad de maravillarnos, asombrarnos de vivir experiencias personales de alegría, de poseer un sentimiento de serenidad interior que propicie, si es necesario, la elaboración de sentimientos de dolor y pérdida; nos posibilita tener conciencia de la relación con los demás y predisponernos a crear vínculos con los seres humanos e incluso con las cosas. A celebrar…Cuando entramos ya en las concreciones propias de cómo vivir la espiritualidad desde cada religión es cuando podemos llamarla espiritualidad, nosotros los que intentamos verla en conexión con Cristo y su evangelio, pues espiritualidad cristiana, para otros será…. otro nombre. Y ecológica… Ahí estamos embarcados. Pero…
2.2 ¿Qué entendemos por Ecologismo?
Según la Real Academia Española de la Lengua, Ecologismoes el “Movimiento sociopolítico que, con matices muy diversos, propugna la defensa de la naturaleza y, en muchos casos, la del hombre en ella”.
El ecologismo es el activismo de la ecología; constituye un movimiento cívico que busca un modelo de sociedad donde las personas puedan vivir en plena comunicación con la naturaleza y el desarrollo sostenible.
A partir de esta valoración positiva del ecologismo, ha ido naciendo en nosotros una nueva conciencia que nos empuja a una nueva espiritualidad. Bueno, no sé si nueva, pero sí diferente, adquiriendo unos matices muy especiales por los que tomamos conciencia de que:
Que ha nacido, ya hace bastantes años, una conciencia ecologista y eco-pacifista que nos hace caer en la cuenta de la gravedad del momento y, que los seres humanos actuales cargamos sobre nuestros hombros una grave responsabilidad histórica en la degradación de la vida en la Tierra. Y no basta con saberlo; por eso, no estamos dispuestos a cruzarnos de brazos, o a ceder ante las exigencias de la dinámica economicista.
Que “somos parte de la Tierra y ella es parte nuestra. Los mares, las montañas, el aroma de los prados, los cuerpos calientes de los animales y del ser humano, todos pertenecemos a la misma familia. La Tierra no pertenece a la persona humana, es la persona la que pertenece a la Tierra. Todas las cosas están relacionadas. Todo está unido. No repito lo ya dicho tantas veces de la errónea interpretación del relato de la creación y lo que ha suscitado en el ser humano el hacernos dueños de la situación. (Es como tener un baúl de donde sacar a nuestro capricho para usarlo a favor nuestro…)
Que el ecologismo es un nuevo humanismo y una nueva espiritualidad encierra una actitud crítica frente al sistema injusto impuesto por el capitalismo liberal que, además de destrozar el hábitat terrestre, condena a grandes masas de la población a una miseria que las hunde cada vez más en un abismo que crece día a día.
Desde esta comprensión podemos decir que se va produciendo en nosotras una nueva manera de acercarnos a Dios desde el mundo, en contacto directo con todas sus criaturas; ésta nos ayuda a hacer una conexión empática con la belleza que encierra la creación y a explorar una espiritualidad ecológica en conexión con la sabiduría bíblica.
población a una miseria que las hunde cada vez más en un abismo que crece día a día.
3. Mi experiencia personal de encuentro con el Misterio
Me sentía muy identificada esta mañana con lo de “cultivar el asombro” ante mis “encuentros con el Misterio” Quiero compartir ahora mi propia vivencia, pues también así se me pedía; hablar desde dentro, desde mi experiencia y animarnos a ser testigos de lo que vivo más que de lo que aprendo.
Parto de la experiencia de MISTERIO porque es lo que ha atravesado mi encuentro con Dios desde que tengo uso de razón, mejor dicho, desde que tengo conciencia de mis encuentros con Dios, antes ya estaba la semilla sembrada. Lo reconozco como algo innato en mí, sé perfectamente que se alimentaba del testimonio de unos padres creyentes a los que recuerdo siempre, no sólo en o por su hablar de Dios, sino esencialmente por los hechos concretos que me sumergían en el asombro del misterio que siempre me cautivó y creció conmigo, sorprendiéndome en cada etapa con nuevas y variadas experiencias. Por ejemplo a partir del estereotipo de que llorar es una debilidad propia de las mujeres -¡qué mentira tan grande!-, yo me reía de mi hermano más mayor porque lloraba y le decía “niña, niña”. Pero mi padre decía así: “Juan Ma, dile a Sisita que llorar es de, Jesús también lloró”.
Creo que todos/as podemos decir que en el proceso de nuestros encuentros se mantiene la ESENCIA de lo que es el misterio, esa Presencia en la que vamos creciendo en conciencia y que no se acaba nunca, aunque con tal calidad de movimiento y colorido que nos ayuda siempre a “reverenciar” su dinamismo en esa doble experiencia de acercarse tanto que “casi lo podemos tocar” (como dice el canto) y a la vez jugando también a retirarse, incluso esconderse, sin alcanzarlo jamás, aunque tire a la vez de nosotros hacia adelante y nos atraiga de tal manera que consigamos mantenernos en búsqueda, con el deseo en alza. Lo que recuerdo y ha permanecido siempre, aun en los tiempos de mayor oscuridad, es que Él estaba ahí. “Mira que estoy contigo” descubrí más adelante en Gn 28, 15; Is 41, 10, 43,5;Jer 1,8; Lc 1,28.
Esa presencia suscitaba en mí el Deseo de encuentro, de relación, de comunicación.
El encuentro con Dios siempre supone una relación, con una presencia que de entrada puede ser puro MISTERIO y que poco a poco se va transformando en diálogo personalizador entre dos TÚS.
En esos distintos encuentros con el MISTERIO, esa Presencia que se transforma va personalizando cada encuentro y poniendo nombre, algo así como aquello de “¿Y quién dices tú que soy yo?”.
Es la Fe recibida que ha ido pasando de un sencillo creer en algo, o en alguien, a un deseo de vivir como ese Tú con quien te has encontrado. Son dos tú que se van transformando y cambiando: Ni tú misma eres la misma, ni el Dios de Jesús, sin dejar de “ser el que ÉS”, en estos casos tampoco es el mismo, porque se va encarnando en nuestra identidad y realidad a base de encuentros personalizados y personalizadores.
Al que encontré primero, como un tú, en mi infancia, fue a mi ángel de la guarda. Él me inició en el discernimiento, me sentía siempre acompañada y a él le consultaba, ante situaciones y encrucijadas distintas como lo tenía que hacer. Y le obedecía. No han faltado “ángeles” en mi camino de encuentros que me han ayudado muy mucho y a los que brindo desde aquí una profunda acción de gracias. Y así, hasta hoy ha seguido creciendo mi pasión por el discernimiento, se ha ido consolidando y dando frutos de obediencia. Y ese Ángel lo vivo hoy como intimidad con Aquel que “aprendió con la muerte lo que es obedecer”.
Ciertamente, todo encuentro deja una huella, un germen que sigue desarrollándose en las diferentes etapas de la vida hasta convertirse en un todo, unificado con los demás nombres que te han ido configurando hasta llegar a comprender que el que te pone nombre es Él y “en Él, con Él y por Él”, vives, te mueves y te entregas con todo el sentido que se te ha ido regalando. Y así podemos seguir pensando en las personalizaciones de nuestros encuentros con “Jesús”, “el Amigo” el “mejor de los ídolos”, el “Acompañante”, el “Pobre Encarnado” el “Cristo VIVO”, el RESUCITADO…
Os tengo que confesar que el encuentro con el Resucitado en mi difícil discernimiento vocacional, siempre he creído que fue mi primera experiencia fundante: por lo que sentí, viví y a lo que me comprometió (atreverme a decir a mis padres, yo, hija única con cuatro hermanos varones, que quería ser religiosa). Sólo la certeza de la resurrección de Jesús, la certeza de que está VIVO y sigue apareciéndose, es primicia de la vida eterna, que justifica tanta valentía. Tanta fe. Porque la fe, como os he dicho antes, al contrario de lo que pueda parecer, no es creer algo a ciegas, sino tener tantas evidencias que resulta imposible no confiar plenamente en eso.
Pues sí, la pregunta de Jesús: “Y vosotras ¿quién decís que soy yo?”, nos acompaña toda la vida y vamos poniendo nombre al Acompañante, o al TODO cuando nos sobrepasa tanto que no podemos encasillarlo en un nombre vulgar. Aquí podemos recordar todos los nombres que le has dado tú, pues esa es tu historia de encuentros. Qué bueno es hacernos CONSCIENTES de ese proceso de encuentros que nos han ido configurando como creyentes y nos han puesto en contacto con la PALABRA y que nos están permitiendo seguir buscando el encentro con el Dios cósmico.
4. Experiencias de encuentro con la Palabra
(Proclamo un poema – elogio de la Palabra paseándome entre ellos con la Palabra en la mano)
“Más que un libro. Es un regalo”
Esto que te doy no es un libro.
Es un océano inmenso y cálido
en el que puedes zambullirte.
Son dos manos sobre tus hombros. Es una historia de Amor,
un Amor narrado y derramado sobre tu vida. Es un viaje al interior de ti misma.
Es un vuelo hacia la Luz inaccesible.
Es un descenso hacia el dolor de los hombres, y un resurgir en esperanza.
Es un hogar donde serás abrazada.
Son Palabras de bendición y de dicha
susurradas en tu oído.
Son lazos que crean comunión entre los hombres
y que invitan a una fiesta y un banquete para todos. Sí, lo que te doy no es sólo un libro.
Es un mar, son dos manos, es tu historia,
y es un Amor vertido en tu regazo
para hacer de ti criatura nueva.
Ábrelo con asombro.
Léelo como un niño, como una niña, y deja que su mano fuerte y suave modele otra vez tu corazón de arcilla
De la mano de dos textos comparto un poquito la experiencia vivida este verano en los Ejercicios sobre la Creación.
4.1. El relato del Génesis 1, 1-9 y el de Jn, 1.
Lo hemos vivido estos EE en la Provincia, en esta misma casa. Y quiero también hoy recordar a Teo, de quien me afecta mucho su dolor, porque es mi hermana y porque la quiero mucho y me ayudado mucho al contemplarla tan enamorada y asombrada reverencialmente ante la naturaleza. Fue una gozada compartir con ella esos días.
Solo voy a compartiros una chispa de lo que supuso para mí y creo que para muchos de las que lo hicieron. El texto base que nos sirvió de brújula fue el de la creación del Génesis. Sin quedarnos ancladas en él, ya se nos ha dicho muy bien esta mañana que esa creación no se ha acabado, sigue vigente. Este relato nos conectó con el gran silencio que resuena en los abismos, en la luz, las aguas, los cielos, la tierra, las plantas, los animales y los seres humanos; que nos invita a sentirnos dentro de la Vida de Dios que silenciosamente nos envuelve. Tuvimos la suerte de hacer todas las oraciones de la mañana en contacto directo con la naturaleza.
Hacernos conscientes de que formamos parte del entramado de la Vida junto con múltiples seres vivos y con seres inanimados. Formamos parte de un maravilloso proceso creador que a menudo olvidamos y que sigue tejiendo hoy asombrosas redes de fraternidad. Nos recuerda el Papa Francisco que “Todo está relacionado y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas, en una maravillosa peregrinación entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también con tierno cariño al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre Tierra”.
La relectura pausada del relato del Génesis a ritmo de atardeceres y amaneceres como dice el texto, dando importancia a cómo usamos esos tiempos en nuestra vida, fue sacando a flote sentimientos que llevamos dentro y muchas veces no los dejamos dar a luz, enterrados tras las prisas, los aceleres, las preocupaciones y que fue desvelando en mí y en quienes participamos, nuestro mejor rostro de hermanas de la Tierra y de todo cuánto existe.
Contemplamos en esta palabra la maravilla de nuestro Dios que hace salir la belleza de la nada. Estas primeras palabras de la Biblia nos inician en el misterio, en lo inabarcable de su existencia. Dios crea de la nada y entre caos informes, tinieblas y abismos, su “Viento aleteaba por encima de las aguas”. Y de pronto, Dios se hace cargo de la oscuridad creando la luz, la primera criatura, la más básica, la más original. La luz es el símbolo más elocuente de la presencia de Dios en la creación y en la historia. Las tinieblas están siempre ahí, como amenaza, pero cuando la persona creyente se acerca al Dios de Luz, su rostro entero queda iluminado, como el de Moisés, de “cara radiante” (Ex 34, 35), o como el de “los sabios que brillarán como el fulgor del firmamento” (Dn 12,3). Y el caos se convierte en orden, harmonía, en claridad.
Pero como hemos dicho, El Universo no está acabado… Seguimos creándolo… y al final será la plenitud. Nos decía José ¿y cómo queremos contribuir en eso? Vayamos al Evangelio de Juan.
Juan 1, 1-5 expresa bellamente la entrada de la luz en el Universo de esta manera, “Al principio ya existía la Palabra… en ella había vida y la vida era la luz de los hombres… y la luz brilló en las tinieblas” (Jn 1,1-5). Lo primero que existía era la Palabra creadora, la vida de Dios hecha de Vida y de Luz, “Dios es luz” (1Jn 1,18) y Jesús “la luz del mundo” (Jn 8, 12). ¿Cómo nos situamos nosotras hoy como mujeres cocreadoras con Dios, llamadas a poner un rayo de luz donde existe tanta oscuridad?
Canto: “Sé mi luz, enciende mi noche” Para que “dónde hay tinieblas, ponga yo la luz”
Dios es luz y Jesús la luz del mundo. Y esa luz tiene que seguir creándose, y nos lo encomienda muy claramente Jesús: “El que me siga no caminará en la oscuridad sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8, 12). Si Él con su luz nos ha sacado de las tinieblas y nos ha pasado a su luz admirable ( I Pe 2, 9), nos está diciendo a nosotros, cocreadores con él: “Vosotros sois la luz del mundo…”, tenéis que seguir siendo LUZ. Se ha creado para que brille, alumbre, ilumine, caliente la vida. No para esconderla, no para que se apaguen vuestras lámparas por falta de previsión. También en nosotros continúa esa maravillosa misión, nuestro compromiso, nuestra tarea.
Pensemos por unos momentos todo lo que puede suponer ser luz en nuestros contextos cotidianos. Puede ser, como nos dice Francisco, ser instrumento de su paz, donde haya odio, obscuridad… etc., ponga yo tu amor, ponga seguridad, señalar caminos, aportar soluciones, acompañar a los que van a nuestro lado, cuidarnos unos a otros y cuidar nuestra pequeña parcela de universo, animarnos a dar un paso más en el camino de la vida, venciendo las tinieblas, los temores y las dudas que nublan nuestro horizonte. “Es mejor encender una vela, que maldecir la oscuridad.”
José nos ha dado muchas claves para asombrarnos, reverenciar y agradecer, haciéndonos conscientes, desde el abrir los ojos cada mañana y seguir viendo la luz hasta sentirnos con humildad esa lucecita que es tantos y tantos miles de millones de pequeñez en la inmensa galaxia. (Como nos decía Libanio, señalan un mapa mundi con la puntita de un alfiler).
Y me gusta también descubrir que las sombras, con tan mala reputación siempre, en muchas ocasiones son necesarias para engendrar luz y vida. ¿Por qué buscamos obscuridad en momentos de jaqueca, por qué buscamos la sombra de un árbol cuando el calor calienta demasiado? ¿O el agricultor contempla con alegría los grandes nubarrones que pronostican agua para los campos? ¿Por qué un feto necesita nueve meses para formarse en la sombra del útero materno? ¿O una semilla tiene que morir, permanecer enterrada para germinar hasta poder romper el caparazón y ver la luz y dar fruto? ¡Cuánto misterio y asombro y también cuántas mediaciones y cuidados para que el proceso culmine en vida y dé fruto!
Muchas veces nos entristecen demasiado las sombras en nuestra Iglesia, en la sociedad, en las familias, en nosotros mismos… cuánta necesidad de discernimiento para valorar aquellas sombras que están engendrando vida o pueden engendrarla si sabemos crear espacios sanadores de luz, o sabemos mirarlas desde el corazón de Dios para activar nuestro compromiso con nuestra pequeña cerilla encendida.
Eso es ser luz, eso es Jesús para nosotros y es lo que nos pide que seamos. Y le pedimos, también que nos ayude a saber brillar con luz propia que supone disfrutar de un buen sentido del humor, ser agradecidos, ser creativos, ser felices y hacer felices a los demás, y no dejar que la penumbra del miedo nos ronde y amenace nuestra esperanza.
Desde la creación de la luz vista en el génesis, pasando por tantos miles de millones de años como nos decía José esta mañana, seguirá creándose hasta que se cumpla lo que nos anuncian el libro de Zacarías y el del Apocalipsis: tenemos la certeza de que un futuro de luz aguarda a la humanidad al final de los tiempos: “Aquel día será un día único, elegido por el Señor, sin distinción de noche y día, porque al atardecer seguirá habiendo luz” (Zac 14,7). “No habrá noche. No hará falta la luz de lámpara ni luz del sol, porque los ilumina el Señor Dios” (Ap 22,5). Dios será todo Luz en toda criatura, y toda criatura vivirá el instante primero de la creación en el que todo quedó iluminado.
Estamos invitados a “ahondar en el misterio de Dios”, permitiendo que “se nos abran los ojos para reconocerlo” y nuestra mirada se haga cósmica, integradora, total porque “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”.
5. Hermanos y hermanas testigos del encuentro con Dios
Ahora nos situamos junto al pozo e invitamos a nuestro círculo a varios testigos que nos ayuden a orar juntos un rato. Convocamos a este círculo que formamos la Familia Vedruna a pequeños y grandes testigos que a lo largo de la historia han vivido en conexión profunda y respetuosa con la Creación.
5.1. Francisco de Asís
El lema de Francisco de Asís, “Deus meus et omnia” (Dios es mi todo) es un slogan cósmico, toda una llamada al hombre y a la mujer de hoy, necesitados como nunca de esta harmonía, consigo mismos, con Dios y con toda la realidad de la naturaleza amenazada. Su cántico del hermano sol o Laudes creaturarum es la obra maestra de una mística de la fraternidad cósmica, un himno místico que expresa que la profunda unión con Dios está íntimamente relacionada con la unión con todas las criaturas; con ellas, Francisco canta el amor de Dios que quiere un mundo en armonía. Este bello poema no necesita presentación. Su eco nos ha acompañado muchas veces en distintos momentos de la vida y han iluminado nuestro camino de encuentro con Dios:
“Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras, preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte”.
Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Alabado seas, mi Señor.
5.2. San Juan de la Cruz
En su Cántico espiritual descubrimos a un hombre enamorado de la naturaleza; por ella llega a la comunión con Dios, su amado. Vive su experiencia mística como un enamorado de la realidad sensible y también como el creyente y el teólogo que descubre la presencia de Dios en el universo. Las cosas creadas han sido “plantadas por la mano del amado”, que “pasó mil gracias derramando” y por eso quedaron vestidas de su hermosura”.
Nos invitamos a seguir pronunciando algunos de sus versos.
5.3 Palabras sabias de San Isaac de Nínive o el Sirio (asceta, místico y escritor espiritual cristiano de fines del siglo VII) “Para tener «un corazón lleno de piedad», para alcanzar la perfección que busca la espiritualidad cristiana, no es suficiente el amor a Dios y los hombres, sino que debe estar íntimamente unido a éste un amor compasivo, «el ardor del corazón» con toda la creación, con todo el mundo”.
Y convocamos también a este círculo que formamos la Familia Vedruna, a unas cuantas mujeres místicas y profetas de hoy que hacen alianza entre ellas para defender el planeta. Mujeres de la periferia del mundo que, desde hace ya muchos años han tratado de proteger el aire, los bosques, la fauna, la vida humana y oponerse a la degradación. Han tratado de detener los enormes daños que los países más ricos, a pesar de las convenciones, conferencias y declaraciones de buena voluntad, son incapaces de atajar.
Entre ellas hay un acuerdo profundo y han creado un puente entre el compromiso por el medio ambiente, que con el pontificado de Francisco protagoniza la acción de la Iglesia, y el de tantas mujeres que luchan en los países más lejanos y a menudo pobres y que buscan soluciones concretas para que la Casa Común no sufra daños irreparables:
(Canto a las mujeres, poner el nombre)
No invitamos a Teresa de Jesús porque ya está aquí con nosotros, ha estado desde el principio del encuentro y hemos aludido a ella de muchas maneras.
5.4. Las mujeres del movimiento Chipko, en India, La palabra Chipko procede de la lengua hindi y significa abrazar. En los años 70 estas mujeres protegieron tenazmente los bosques de una zona del Himalaya. Las activistas se abrazaban a los árboles para entorpecer e impedir su tala. Cada una de ellas adoptaba un árbol y se ataba a él, intentando resistir hasta el agotamiento.
5.5. Berta Cáceres, en Honduras, organizó al pueblo Lenca contra la construcción de una presa, defendiendo el territorio y los derechos de su pueblo. Se enfrentó a madereros ilegales, dueños de las plantaciones, corporaciones multinacionales y proyectos de represas que cortaban los suministros de alimentos y agua. Al final la asesinaron, pero antes había dicho “Juntémonos y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la sangre de la tierra y los espíritus”.
5.6. Wangari Maathai, la “Mujer-Arbol” de Kenia, premio Nobel de la Paz en 2005, promotora del proyecto “Cinturón verde”; empleando a mujeres consiguió plantar más de 40 millones de árboles: “Hasta que caves un agujero, plantes un árbol, lo riegues y lo hagas sobrevivir, no has hecho nada. Sólo estás hablando”.
5.7. Greta Thumber y todas las Gretas del mundo: “La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando. Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?».
Acabamos la jornada, también con un ENCUENTRO a la luz de Juan 4.
Para terminar, vamos a sentarnos junto al pozo para recordar un encuentro muy especial de la mujer Samaritana con un hombre judío, Jesús de Nazaret. No lo vamos a leer pero sí recordar.
La mujer Samaritana y cada una de nosotras/os nos encontramos con Dios junto al pozo…
Dios en Jesús y la mujer, tú yo… ¿en qué pozo? Dios buscándonos apasionadamente. La mujer, nosotras, con sed, sed quizás inconsciente del agua de amor. Son muchas las mujeres, hoy, con sed, mucha sed de todo tipo.
Descubrimos a Jesús tomando la iniciativa en la relación. Y lo primero que utiliza son claves psicológicas para ayudar a despertar toda nuestra capacidad de consciencia y sensibilidad prestando mucha más atención a la experiencia. Dejemos que despierte las fibras más profundas de la sed de amor insaciable, la sed de verdad, de dignidad, de poder vivir nuestra afectividad, nuestro ser de mujer, como consagradas, casadas, madres, hijas… dejemos que así, poco a poco entre de lleno y nos vaya haciendo capaces de conectar con el Espíritu que está presente en la mujer, en toda mujer. Sólo Él es aquel que posibilita amar en espíritu y en verdad.
El climax del encuentro se da cuando Jesús se arriesga a confrontarla, a confrontarnos con nosotras mismas desde una certeza: no puede entregarse del todo por su falta de clarificación de la historia pasada y presente; se dice mentiras aún sin saberlo. Jesús ayuda a la mujer, nos ayuda a encarar la verdad y a dar una interpretación auténtica a su historia hasta el presente.
Jesús se va revelando al fondo del corazón. Va emergiendo en ella: “Si conocieras el don de Dios…”, “Él tiene la fuente….” “Yo soy…”. Es muy importante detenerse a beber de las fuentes de la vida. No dejar de hacerlo. Atrevernos hoy a entrar en relación de tú a tú con Jesús.
Como la Samaritana y con ella, guardamos en el corazón lo que llega. El encuentro con Jesús junto al pozo nos deja una palabra, una frase. Dejar que esa palabra adquiera densidad, claridad. Admitir que del amor nos damos cuenta después.
Y repetimos una vez más: este encuentro de intimidad culmina en la misión. La mujer ha descubierto quién es Jesús, deja el cántaro (dejaron las redes, dejó el mostrador de impuestos) se va a contarlo inmediatamente (características de discípulo y apóstol), lo mismo que María Magdalena. El amor de Dios no es posesión, sí es expansión, tiene que ser comunicado. El amor de Dios envía a la misión. De esta profundidad del amor se entiende la profundidad de la misión.
El amor no se discute, se impone. No fuerza, es indefenso, fiel. Por eso seduce, enamora, vincula. Cuando lo vivamos así, la suerte estará echada, lo nuestro será vivir de amor.
Acabamos escuchando el canto de Ain Karem “Dame de beber” mientras vamos cogiendo con las manos agua del pozo y la repartimos por toda la sala mojando las manos.
ENCONTRARNOS CON DIOS, Sisita Fiol