Referente en acompañamiento personal y espiritual en España, Ruaj representa una novedosa propuesta para vivir la vida y la fe con mayor intensidad. Sin olvidar sus orígenes vinculados a la educación de calle, Ruaj ha puesto en marcha programas para religiosas y mujeres mayores, jóvenes que se plantean un mayor compromiso cristiano o agentes de pastoral que quieren formarse en el acompañamiento.
Ruaj significa “grupos de buscadores”, gente que “trata de innovar, de buscar”, que “no se conforma con lo que hay”. Personas, la mayoría católicas –aunque no solo–, que “nos sentimos muy contentas de estar en la Iglesia, pero desearíamos que transmitiera mucho más claramente un mensaje de esperanza y acogida”.
Ruaj (en hebreo, Espíritu) es “esa wifi que no falla, esa red que no se cae nunca”, y en la que personas de diversas pertenencias forman una “comunidad itinerante”, haciéndose prójimos las unas para las otras, al estilo de Jesús en el camino de Emaús.
Ruaj, referente para el acompañamiento en España, en particular para el acompañamiento espiritual, ha celebrado este 10 de diciembre su 25 aniversario en el Colegio Mayor Vedruna de Madrid. Lola Arrieta, una de sus tres iniciadoras, echaba mano de múltiples metáforas y referencias para describir esta realidad que nació estrechamente vinculada al acompañamiento de jóvenes en riesgo de exclusión y que, aunque se ha ido extendiendo su actividad a nuevos ámbitos, nunca ha perdido esa referencia social.
Ruaj sigue trabajando en educación de calle, pero también acompaña a congregaciones religiosas en momentos de cambios o toma de importantes decisiones. Está presente en noviciados y seminarios, a la vez que ofrece acompañamiento individualizado a personas que afrontan situaciones difíciles o complejas, están inmersas en procesos de discernimiento vocacional o simplemente han descubierto que el acompañamiento es una herramienta inestimable para vivir la propia vida y la fe con más sentido y mayor intensidad.
Diversas personas que han pasado por Ruaj a lo largo de estos 25 años fueron presentando una realidad poliédrica construida a base de apuntes biográficos no siempre fáciles de comunicar.
Gonzalo Sánchez-Terán, ex director del Servicio Jesuita para los Refugiados en Guinea Conakry, Liberia y Costa de Marfil, conoció Ruaj de la mano de religiosas Vedruna con las que coincidió en campos de refugiados. Agotadas ya las metáforas, su intervención fue un acercamiento a esta realidad a partir de diversos poemas.
Gonzalo Sánchez-Teherán
Junto a Lola Arrieta y Concha Calleja, estuvo siempre muy presente la tercera de las fundadoras, Marisa Moresco, fallecida en 2018. En gran medida por inspiración suya, el Equipo Ruaj andaba dándole vueltas por aquel entonces a la idea de poner en marcha un foro de acompañantes de distintas procedencias y vinculaciones que se unieran para compartir vivencias. De ahí que, cuando por fin se concretó el proyecto, el resto no duda en llamar a la nueva criatura “Círculos de Marisa Moresco”. Los Círculos celebrarán este curso su quinta edición, dedicada al tema “Sembrar esperanza acompañando el presente”, según anunció una de sus responsables, Luica Villanego.
En los Círculos se visibiliza de manera muy clara el carácter plural e incluso intercongregacional de Ruaj, que si bien nació con todo el apoyo institucional Vedruna –destacaron Vallejo y Arrieta–, tuvo desde el principio muy claro que su formato debía ser menos rígido, más abierto al que hubiera implicado jurídicamente su inserción en las estructuras de un instituto de vida consagrada. Hoy se vive como riqueza la diversidad de carismas presentes.
Guenther Boelhoff, junto a Concha Calleja (izquierda) y Lola Arrieta
Guenther Boelhoff se refirió en particular a la experiencia del programa Lago, donde a religiosas de distintas congregaciones que cumplen la edad de 65 años, se han ido sumando cada vez más laicas, y últimamente también varones, que quieren descubrir el sentido de la misión para ellas en esta nueva etapa de la vida.
Monte Carmelo da nombre a otro de los programas más conocidos de Ruaj. Se trata de un itinerario de tres años para jóvenes que quieren vivir más a fondo su vida y su fe, y que tras recibir formación y experimentar un nuevo modo de ser comunidad regresan a sus parroquias, comunidades y familias religiosas de origen.
A esto se añaden los ejercicios espirituales Emaús, los talleres y seminarios de escucha y acompañamiento, las jornadas de un día o un fin de semana (Un día con Ruaj)…
La oferta se ha ido ampliando, adaptándose a distintas necesidades, pero sin perder de vista un estilo que se reconoce en el Evangelio de Juan, las Moradas de santa Teresa o la experiencia histórica de las Madres del desierto, expertas en el arte y ciencia del acompañamiento espiritual, que la Iglesia del Concilio Vaticano II está hoy redescubriendo.
Acompañamiento es presentar atención de las necesidades de toda persona, explicó Lola Arrieta. Es escuchar sin juzgar, y desde una posición de horizontalidad, de quien necesita también ser acompañada.
Otro momento de la presentación
A través de un método análogo a la mayéutica socrática, se trata de ayudar a cada persona a adentrarse “en su mundo interior”, desde la convicción de que “se puede sanar, se puede crecer, se puede vivir”, explicó el sacerdote Pepe Ruiz, miembro también de Ruaj. “Intentamos hacer nuestro trabajo bien”, añadió. Es a lo que Ruaj suele referirse como “acoger la vida, acompañando la vida”. Pero ni siquiera esa, añadió, “es la razón por la que la gente queda enganchada a Ruaj”. El atractivo es mucho más poderoso, a su juicio, y está relacionado con un fuerte sentido de Trascendencia.
Se trata de una idea medular en toda la actividad de Ruaj. El acompañamiento, resumió Concha Calleja, es siempre cosa de tres. “El Espíritu es el que alienta, el que da luz, aunque a veces no lo sepamos”, explicó.