Este pasado fin de semana nos hemos reunido el grupo de Hermanas de las generaciones más jóvenes de Europa.
¿Qué hemos vivido?: Mucha luz y sintonía en el convencimiento de que sólo desde el diálogo profundo, donde cada una puede ser y decirse, podremos luego vislumbrar y discernir qué anhelamos verdaderamente, cómo queremos vivir, por dónde sigue la entrega de la vida. Desde los acentos Vedruna, como mujeres humildes, fuertes y diligentes, apostando, apasionadamente, por la familia humana.
Tuvimos tiempo para la escucha, para rezar juntas y personalmente, para la fiesta. Todo ello nos hace reconocernos afortunadas, agradecidas y nos sentimos llamadas a construir, a sumar, y a favorecer el encuentro verdadero y profundo en nuestros lugares y comunidades de origen. Necesitamos, en la vida comunitaria, atrevernos a practicar un diálogo que permanece en medio de la diversidad que somos. Lo necesitamos tanto como compartir con hondura la fe, de lo contrario, vivimos de modo mediocre.
Renovamos, en fin, la alegría profunda de ser convocadas por el mismo Señor, que nos llega a través de las testigos, matriarcas de nuestra familia. Cada una de nosotras alberga en su corazón el tesoro de alguna palabra, gesto, modo de estar de algunas de ellas… ¡Cómo no agradecer! ¡cómo no soñar que esta herencia de tanta calidad humana y creyente nos capacite, con nuestra determinación y el soplo de la Santa Ruah, para dejar huella con nuestras vidas, humildes como la tierra, audaces como estas testigos entrañables!
En palabras de Gabriel Celaya: «¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo, y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo»
Puy Araujo