La Jornada de la Vida Consagrada incide en 2025 en dos resaltados: la misión profética de los consagrados y la dimensión comunitaria de la vida consagrada como signo en una cultura marcadamente individualista. Yolanda Moreno, de la Comunidad Vedruna de Carabanchel (Madrid), habla de cómo responde el carisma Vedruna hoy a estos retos a partir de su experiencia de más de diez años en Marruecos.
¿Qué destacarías de ese subrayado que hace la Jornada de la Vida Consagrada sobre la misión profética?
Resaltaría, en primer lugar, el anuncio de los bienes escatológicos, el anuncio de la Buena Noticia, del Reino de Dios a través de la propia vida en su forma de ser y estar, de relación y de actividad…
¿Y qué nos puedes comentar de la dimensión comunitaria de la Vida Religiosa?
La experiencia de fraternidad, más allá de cualquier campo afectivo o interesado de alguna forma estrictamente personal.
¿Sigue teniendo sentido hoy la Vida Consagrada? ¿Qué le aporta al mundo de hoy?
Por no partir de conocimientos teóricos, detengo mi memoria en las diversas familias religiosas con las que he convivido en Marruecos durante doce años. ¿Qué he visto, qué me ha impactado, qué percibe la gente de las Religiosas de Jesús María, de las Adoratrices, de las Oblatas, de las Misioneras de la Caridad, de las Hijas de la Caridad, de las hermanas del IBM, de los Javerianos, de los Trinitarios, de las Esclavas de la Inmaculada Niña, de las Jesuitinas…?
En conjunto y en particular, el ser habla de alegría, de naturalidad, de amistad, de convivencia abierta e integradora; de sentido de vida trascendente y asumido; de apertura y acogida gozosa a lo diferente, ya sea una diferencia de tipo cultural, étnica, religiosa o social.
Y la actividad está centrada en la atención a la variada población tanto de marroquíes como de migrantes, de manera específica a niñas, niños, jóvenes, mujeres y hombres con discapacidad física y mental, o en situación de tantas pobrezas.
¿Qué me ha impactado a mí? El sentirme parte de esta Iglesia, tal como alcanzo a describirla, y la sorpresa de verme yo misma así de abierta.
¿Qué dice la gente? Yo no sé de palabras a este respecto, pero son evidentes los gestos de la gente, de la policía, de las instituciones públicas… Se puede ver en sus respuestas a las actividades de nuestra Iglesia, en el interés, en la relación por nuestras fiestas religiosas cristianas, que es mutua…
¿Y qué dice la vida consagrada de sí misma?
¡Nada! Ni siquiera entre nosotras. Es la misión lo que cuenta; es nuestra gente quien tiene el protagonismo de nuestra vida. Este ser, aunque solo sea el pretender la autenticidad, conlleva implícita el sentido de fraternidad evangélica.
¿Qué aspecto o aspectos específico del carisma Vedruna consideras hoy como aportación más original a la Iglesia y a la sociedad?
El de siempre: la naturalidad y la alegría en la relación abierta al margen de clase social o status, en la actividad sin protagonismo, en la profesionalidad en el trabajo apostólico para que en cualquier medio o nivel vaya orientado con sentido de proyecto desde el acoger, donde lo encontremos hasta el integrar al máximo de su posibilidad
Lo más significativo hoy creo que es el ser dentro de la comunidad humana en que nos encontremos y acoger a esa misma comunidad hasta el punto que lleguemos ambas a sentirnos parte de esa parte. Que la buena Noticia del Evangelio hoy no la pronuncie nuestra voz, sino esa Palabra que llena de sentido nuestra misión, cualquier que sea el campo en que nos movemos: “Consolad, consolad a mi Pueblo, habla al corazón de mi Pueblo”.