“Es una suerte ver nuestros recreos llenos de niños de todas las razas, culturas, religiones de diferentes partes del mundo…, jugando juntos, trabajando juntos, aprendiendo a dialogar”, dice Dolors García Gispert, del Equipo de Pastoral Nacional de Escuelas Católicas, frente a quienes presentan a la escuela concertada como elitista.
Dolors García Gispert se ha incorporado este curso al Equipo de Pastoral Nacional de Escuelas Católicas, compaginándolo con su trabajo en la Pastoral del Colegio Vedruna de Carabanchel. Su nueva ocupación, explica, involucra a varios de departamentos: “innovación pedagógica, comunicaciones, el jurídico, el de pastoral…, pero todos con el mismo objetivo o misión: fortalecer la escuela católica y ayudar a las diferentes entidades titulares y sus centros a desarrollar, desde su identidad, su papel evangelizador y educativo”.
“En el departamento de pastoral –prosigue– ofrecemos espacios de escucha atenta y reflexión a través de diferentes reuniones, jornadas de pastoral, formaciones… a las diferentes entidades titulares y a su profesorado, para continuar avanzando en ser hoy, escuelas evangelizadoras, escuelas que potencien una sociedad desde la clave samaritana”.
Escuelas Católicas la forman unos 2000 centros de unas 300 instituciones diferentes, entre ellas la escuela Vedruna. “Es impresionante saber la gran cantidad de gente apostando por la educación e ir descubriendo la cantidad de dones que tienen otras familias religiosas y fundaciones”, asegura Gispert.
La religiosa Vedruna ha comenzado su labor en Escuelas Católicas en un momento de máxima efervescencia, con la aprobación de la nueva ley educativa “sin diálogo, desde el más claro oscurantismo”. Una ley –dice– que acentúa la tendencia a dificultar que la concertada pueda “hacer nuestra aportación a la sociedad desde nuestro carácter propio”, y que amenaza con estrangularla económicamente.
Son frecuentes las críticas contra la escuela católica: mucha insistencia en la excelencia, pero poca en la evangelización. ¿Qué renovación crees que necesita la pastoral?
Ahora vivimos en una época en la que se da mucha voz o bombo a una crítica que no deriva hacia la búsqueda de espacios constructivos o de implicación para mejorar aquello que no gusta. No solo se critica la escuela católica, se critica toda institución, organización, colectivo que de hace años o siglos ha estado al servicio del pueblo. Hace poco leí una cita de Marina Garcés en la que decía que: “La crítica es el arte de los límites porque nos lleva al límite de lo que somos y de lo que sabemos. Hace falta de perder el miedo de cuestionar estos límites y de preguntarnos quién los ha construido y cómo hemos llegado a construirlos.”
Pues bien que se critique porque se quiere la excelencia no lo veo mal, siempre que entendamos la excelencia en buscar aquello que Jesús buscaría hoy. Para renovarse no se trata de ir primero al hacer. Creo que ahora más que nunca es momento de pararse y apuntar a lo más evangélico, observar nuestra sociedad y soñarla como lo haría Él. Si las comunidades educativas están centradas en el estilo de Jesús de Nazaret, si un grupo numeroso de educadores vibran con el mensaje del evangelio y su poder de transformación comunitario o social, entonces iremos dando pasos hacia donde nunca antes habíamos ido. Creo, sin duda, que en Él tenemos siempre la clave de nuestra transformación y renovación.
¿En qué sentido?
Mantenerse de forma constante, firme y coherente en el empeño de educar para ciudadanos en una clave samaritana no es fácil, nos encontramos con muchas dificultades o límites. Es vital saber permanecer en esta sensación de bloqueo, parálisis y de sentir no saber muy bien cómo ni hacia dónde. Permanecer de forma atenta y activa es ya un paso. En este permanecer es también muy importante hacer reflexión junto con los niños y con los jóvenes. Ellos no deben quedarse al margen de nuestras programaciones o planificaciones. Los niños y los jóvenes están habitados ya de Su presencia. Debemos escuchar lo que viven, sienten, les preocupa, cómo se expresan porque allí ya está el buen Jesús.
Educar desde la convicción de ver un futuro lleno de mujeres y hombres que ven en los demás no a forasteros sino a hermanos que habitan en la gran casa común, que sienten, sueñan, y que están llamados a dar vida y a vivirla en plenitud es apasionante y 100% motivador.
Trabajar en la educación para ir creando una sociedad que dé respuesta a las necesidades de un mundo que actualmente se empeña en silenciar, callar, a aquellos que más necesidades tienen, es ya de por sí renovador. Pero hay que estar en búsqueda continua y en humildad permanente porque de maestro solo hay uno.
Más que nunca hace falta estar al servicio de la educación. Nos dice el Papa que educar es siempre un acto de esperanza. Apostar por una educación que viva a los demás como hermanos es ya construir el reino al que estamos llamados a formar.
¿Qué ejemplos de buenas prácticas crees que puede aportar hoy la escuela Vedruna a otras escuelas?
Actualmente el estilo Vedruna sigue latiendo con fuerza en cada una de las comunidades educativas que hay. No creo que la época en la que vivió Joaquina tuviera más complicaciones que esta. Era otra época y había otras. Ella fue maestra de escucha de Su voluntad, de formar grupo para dar respuesta a aquellos que más lo necesitaban. Trabajó con gente diferente, supo innovar, empujar, alentar y entusiasmar creando espacios donde la gente se sentía en casa, donde el ambiente que había propiciaba crecimiento, donde cada persona tenía un rol pero no era ni más ni menos importante, todos arrimaban el hombro. Siento que el sentido de familia, de arriesgar y a la vez confiar, de sencillez, trabajo duro y constante está en nuestro ADN. Nuestra principal aportación es permanecer creando comunidades educativas donde se vive el espíritu de familia en las relaciones diarias…., apostando por el ser, creer con fuerza y convicción en un estilo de persona que va educando la mirada en proceso, que su acción es siempre comprometida y colaborativa junto con otros.
¿Y qué puede aprender la escuela Vedruna de otros modelos educativos?
Las instituciones, la nuestra también, debemos continuar remando pero sin perder de vista el trabajo que ya están haciendo los demás. Hay gente experta en innovación, en espacios, en metodologías, pero no para casarnos con nadie en concreto, sino para poder aplicar lo que sea conveniente en cada uno de nuestros contextos. Hay que observar y descalzarse ante la respuesta que ya están dando muchas asociaciones, grupos, empresas, ONG’s para que los que teóricamente se quedarían fuera puedan continuar avanzando y hacer procesos sanadores y liberadores. Hay mucha gente creativa en todas partes del mundo, pero, al menos a mí me pasa, lo desconocemos y trabajamos el doble. Aprender para potenciar el trabajo en red, para sentirnos cada vez más conectados. Ya lo dice Francisco: “hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie.”
Desde algunos ámbitos, se cuestionan los conciertos con centros que atienden a población de mayores recursos. O se critica, con estadísticas en la mano, el menor porcentaje, en relación con la escuela pública, de alumnado de origen migrante o de menores recursos económicos. ¿Qué crees que puede hacer la concertada para librarse de la etiqueta de “elitista”?
Es cierto que la concertada la forma una pluralidad bien grande de colegios enclavados en diversas realidades geográficas, culturales, sociales… Pero la gente que dice estas cosas de la concertada le invitaría a dar una vueltecilla, cualquier día de la semana, por los dos colegios Vedruna que tenemos en los barrios de Villaverde Alto y Carabanchel a los que mi comunidad religiosa se siente de hace muchos años enviada. Nuestra élite es siempre la del evangelio y el estilo de concertada a la que apunta nuestra familia Vedruna es al servicio de los que Jesús miraba y tenía predilección. Esto tiene que ser nuestro más claro motor.
Debemos continuar trabajando como lo han ido haciendo durante tantas décadas las hermanas y las diferentes comunidades educativas que nos han precedido. La permanencia, nuestro saber estar: era, es y será nuestra mayor carta de presentación ante los que quieran ponernos la etiqueta de elitistas. Es una suerte ver nuestros recreos llenos de niños de todas las razas, culturas, religiones de diferentes partes del mundo…, jugando juntos, trabajando juntos, aprendiendo a dialogar para escuchar desde el corazón y luchando, en medio de la situación tan complicada que vivimos ahora para la concertada, para que todos tengan los mismas posibilidades.
Según un informe de EC, dos terceras partes de las familias de sus centros han recibido medidas de apoyo durante los meses duros de confinamiento, y el 40% del alumnado ha tenido acceso a préstamo de ordenadores. Superada esa etapa, ¿cuáles son ahora las líneas de actuación?
La situación de precariedad que se está viviendo en muchas de las familias no ha terminado. Soy testigo directo de cómo se han formado en muchos colegios una gran cadena de solidaridad para que en esos meses de alarma general nadie se perdiera, nadie se quedara fuera, para que todos pudieran seguir el curso. Donde no llegan los medios de la Administración, llegaban los particulares: las horas extra de tantos profesionales, las donaciones, el voluntariado. Menudo trabajo han realizado los equipos de Gestión, equipos directivos, el PAS y el profesorado que con extensas jornadas laborales daban respuesta a todos y les quedaban aun fuerzas para atender a los de su casa: muchos tenían niños pequeños, o personas enfermas o dependientes que cuidar… Ha sido un tiempo en el que a todos se nos alargaban los brazos como decía Joaquina.
No debemos pararnos porque esto no se termina solo proporcionando un ordenador, una clave wifi o bolsas de comida como fue nuestro caso.
¿Cuál es ahora la mayor preocupación?
Quien conozca de primera mano la realidad de las escuelas sabrá que la mayor preocupación que tenemos actualmente es hacer seguimiento a aquellos alumnos con situaciones familiares-económicas-sociales-psicológicas más precarias. Ante un sistema educativo preocupado y empeñado en añadir cada vez más cosas o ítems y que va quitando espacios a la esencia, trascendencia, lo emocional, vivencial, la belleza, lo profundo…y a lo que realmente nos hace más humanos… Debemos seguir actuando y aportando el plus de humanidad que nos hemos corresponsabilizado como familia Vedruna desde 1826.
La pandemia ha golpeado duramente también a la escuela concertada, que ya venía quejándose de la infradotación de recursos. ¿Qué va a suponer la prohibición contemplada en la Ley Celaá de las “aportaciones voluntarias”?
Bueno, nuestros colegios son organizaciones sin ánimo de lucro, es decir, nuestra finalidad no es ganar dinero, es un servicio social, altruista, humanitario, educativo a la sociedad. Cada vez más se dificulta que una asociación, una fundación… pueda estar al servicio manteniendo la libertad y la originalidad. De hace unos años hay de fondo una inercia que quiere uniformar a todos los centros. Todos aquellos que sean concertados deben ir cayendo. Se nos está dificultando cada vez más poder hacer nuestra aportación a la sociedad desde nuestro carácter propio. Mantenernos económicamente con vida es casi un juego de malabares. Si la Administración no aporta lo que por convenio se ha comprometido, cubriendo todos los gastos reales de un centro, si además dificulta la entrada de dinero que con creatividad hay que ir buscando de qué forma y cómo nos mantendremos, si hasta dejan de derivarnos alumnos…, muchos colegios, en unos años, se verán afectados hasta el punto de tener que cerrar sus puertas.
¿Cómo te parece, en términos generales, la LOMLOE para la escuela concertada?
Este punto es muy extenso y casi que me remitiría a que la gente pudiera no solo leer sino firmar el manifiesto de la plataforma Más Plurales, que congrega a más de 20 asociaciones y patronales en las que están también Escola Cristiana y Escuelas Católicas.
La tercera acepción de la RAE nos dice que la ley es un precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados. Estamos hablando que el bien común educativo hay que buscarlo desde un consenso, un pacto y escuchando las diferentes voces que componen la comunidad educativa, buscando lo que es justo y bueno. Pues con la LOMLOE no ha sido así. Se ha impuesto una ley sin diálogo, desde el más claro oscurantismo y aprovechando la época de pandemia para lanzarla. Ya no importará qué centro se adapta mejor a las necesidades educativas de los niños y sus familias porque la Administración decidirá creando plazas públicas sin demanda y eliminando aulas en la concertada y poniéndola en riesgo junto con los centros de educación especial. Además en la LOMLOE se decide, por ley, qué es importante y qué tiene valor, como en el área de religión que deja de “contar”. Una vez más, lo trascendente como algo secundario, sabiendo que hacer presente a Dios es un bien necesario para nuestras sociedades porque nos hace más humanos, más sensibles… Estamos bien lejos de ese pacto educativo global tan soñado. Ahora sabemos que, a pesar de la protesta, se ha aprobado ya la ley. La pregunta es ¿hasta cuándo y quién lo decidirá? Esperemos que podamos ir avanzando a algo realmente duradero, que dé respuesta al bien común y esté realmente al servicio de la sociedad tan plural.