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La actualidad del Carisma Vedruna

La actualidad del Carisma Vedruna

El 26 de febrero se cumplen 195 años de la fundación de la Congregación Vedruna, el inicio de la cuenta atrás para el bicentenario. Varias religiosas estudiosas del carisma de Joaquina destacan el punto que, a su juicio, resulta de mayor actualidad y pertinencia para el momento actual.

 

Carisma sanador

En este momento inesperado que parece interminable, el Carisma Vedruna se ve urgido a implicarse con las fuerzas que tratan de paralizar el avance de la pandemia y sus múltiples consecuencias tan dolorosas. La Familia Vedruna tiene en  el seguimiento de Jesús Sanador su modelo y su energía. La terapia de Jesús es el Amor y libera a la persona totalmente. Al proclamar la Verdad, Jesús sana a la sociedad señalando sus estructuras de pecado, sus valores erróneos y sus leyes opresoras.

La sanación es una capacidad interna, un modo de ser y relacionarse, de sentir y de actuar, y un elemento constitutivo del Carisma. Sanar es mucho más que curar; no es una técnica sino es algo que sale del interior, derramar la compasión, la misericordia y la esperanza de un futuro mejor. Este acento carismático se inició por la fundadora en los orígenes y hoy es una necesidad, tal vez la más fuerte, en todos los pueblos.

Ana Mª Alonso

Acompañar

El primer aspecto o rasgo del Carisma que me surge es la atención y el cuidado a las personas, rasgos que siempre caracterizaron a Joaquina en los aspectos mas simples del día a día. Lo que hoy llamaríamos “el acompañamiento”.

Esta atención y es cuidado a las personas los manifiesta con los primeros destinatarios de su proyecto, los enfermos y las niñas, pero a la vez mantuvo esa misma atención y cuidado hacia sus hijas e hijos carnales, en los momentos de dificultad y en lo cotidiano.

Y lo vemos también con las hermanas de las comunidades. Cuando se iniciaba una nueva fundación, las acompañaba y se quedaba un tiempo a vivir con ellas, para dejar atados todos los cabos: que quedaran cubiertas las necesidades de manutención, y que pudieran asistir a la misa cada día. A la vez, ayudaba a consolidar el grupo. Y les transmitía un “estilo” concreto. Mas que darles sermones de cómo tenían que hacer las cosas, se limitaba a estar con ellas, y así, como por ósmosis, les transmitía ese estilo suyo tan de familia.

Siempre que podía hacía sus visitas de forma presencial, sin importarle las distancias. Los traslados en burro, los carruajes… Nada le daba pereza. No la detenían las dificultades, algo de lo que tenemos necesidad de aprender hoy.

Y cuando no podía hacer esas visitas, por lo que fuera, o durante el exilio, se las arreglaba para seguir estando presente de modo epistolar. Por eso tenemos la suerte de tener esta cantidad de cartas, que nos permiten ser testigos de cómo lo mismo anima a las hermanas a confiar en el buen Jesús, que les anuncia que va a enviarles unas longanizas por medio de un recadero.

Ahora tenemos otras dificultades, pero este rasgo del carisma no lo podemos perder. Aunque nos parezca que las dificultades son hoy especialmente grandes, no podemos dejar que nos detengan. Joaquina superó las suyas.

Inma Bonada

 

Comprometida con los grupos marginados

No es fácil seleccionar un aspecto del carisma de Joaquina de Vedruna de rigurosa actualidad, porque son muy numerosos los aspectos del compromiso evangélico que ella encarnó, que son tan válidos o más hoy que en los inicios del siglo XIX, de lo que lo fueron en su tiempo histórico.

Selecciono uno que me parece especialmente digno de ser subrayado hoy: su sensibilidad y su radical compromiso –suyo y de las hermanas que se unieron a ella en su fundación– con las carencias y la marginación que sufrían las clases populares, en particular el campesinado, las mujeres y los pobres pertenecientes a grupos especialmente marginados: las niñas hijas de labradores pobres, condenadas al analfabetismo por carecer de escuelas y sin siquiera ser tenidas en cuenta en el sistema educativo del país; los enfermos contagiosos, las víctimas de la guerra, empezando por los soldados de tropa, las mujeres públicas, los sin techo, los huérfanos, los discapacitados y los inválidos…. Y suma y sigue.

“Quisiera abrazar todas las necesidades de los pueblos”, decía Joaquina (es decir, de las pequeñas poblaciones de muy mayoritario mundo rural de la época en nuestro país) «abrazar». Y abrazar es «hacer propio, hacer mío, desde el afecto, desde el amor…». Y ese «abrazo» a la gente desamparada  era du actitud fundamental.

«Hijas –decía a las hermanas que se unieron a ella–, hemos de trabajar mucho por nuestros hermanos los pobres…». Y lo hicieron, no como un simple voluntariado temporal –que ya es meritorio–, sino con un compromiso «de por vida», en tiempos de paz y en tiempos de guerra, con una ejemplaridad que asombraba a quienes tuvieron ocasión de tratarlas de cerca. Joaquina y sus hijas espirituales haciendo verdad lo que la Fundadora les decía: “Hijas, todo por amor, nada por fuerza”. ¿No es éste un carisma de rigurosa actualidad? ¿Alguien quiere hacerlo suyo?

Mabel Burgell

 

Fraternidad

Pienso que el Carisma Vedruna, como don vivo, presenta una capacidad de actualización continua y, por ello mismo, requiere de un incesante discernimiento por parte de quienes pertenecemos a esta Familia para descubrir, en cada momento, cómo concretarlo. Desde ahí, creo que son muchas las notas del Carisma que podría indicar por su actualidad y pertinencia, pero elegiré, en este momento, la de la fraternidad.

Joaquina nos quería pobres, orantes y fraternas. Para ello, creó un estilo concreto de comunidad en el que la fraternidad/sororidad era un elemento indispensable y extendió sus brazos para abrazar todas las necesidades de los pueblos, empeñando la vida especialmente por las personas más olvidadas, despreciadas o abandonadas de su sociedad.

Hoy esta llamada se vuelve grito en nuestro momento actual, en el que las realidades de mayor dolor se acentúan por la grave pandemia que padecemos. Francisco nos lo ha recordado en su última carta encíclica: “nadie se salva solo, únicamente es posible salvarse juntos” (FT 32).  La fraternidad, a la que Joaquina nos alentaba continuamente, se hace, quizás, más necesaria y conveniente que nunca.

Inma Eibe

 

Trabajar y abrazar

Personalmente pienso que, hoy como ayer, la esencia de nuestro Carisma está en la Carta Fundacional. Joaquima, y con ella las jóvenes que la siguen, desea trabajar por la gloria de Dios, es decir, a favor del prójimo (según san Ireneo, la gloria de Dios es el bien del prójimo más necesitado).

Para ello quiere “abrazar todas las necesidades de los pueblos”, y hacerlo desde la pobreza, la contemplación y la fraternidad, pilares sobre los que se cimentó nuestra familia religiosa.

Solamente estamos enraizadas al Carisma si somos capaces de “ver” y “oír”, si entramos en contacto con la realidad, las personas, lo que sucede a nuestro alrededor.

Si tenemos la capacidad de trabajar a favor de… y “abrazar” a…; es decir, hacer nuestras las necesidades, los problemas, las alegrías y las penas, el gozo y el dolor… de las personas que nos rodean, especialmente de los más desfavorecidos estamos viviendo el Carisma Vedruna y lo transmitimos como por ósmosis.

Creo, pues, que estas dos palabras: trabajar y abrazar, dentro del contexto de la Carta Fundacional, son dos notas a destacar, profundizar, clarificar…, siempre que se trate de ahondar más en la actualidad y pertinencia del Carisma.

Maria-Antònia Gilibet

Fraternas

De los rasgos carismáticos: pobres, humildes, fraternas, elijo Fraternas. Si el propósito inicial de Joaquina era abrazar hermanas, así de cálido y acogedor, lo llevó a cabo con la creación de comunidades para vivir la fraternidad en el interior, en la vida de familia, en igualdad, sin distinciones.

Y para manifestarla, dilatarla a través de la misión, educando, sanando, liberando., al estilo de Jesús. Su voluntad y deseo de ir a muchas partes, tuvo la apertura universal que ella podía soñar.

Hoy, más que nunca, el individualismo, el comportamiento egoísta, de círculo cerrado quedan desautorizados. Necesitamos apostar por la fraternidad, el antídoto imprescindible, y con el trastorno inmediato y mundial de la pandemia, es la única vacuna para inmunizarnos de cualquier virus que no contemple al otro en toda su dignidad. Si hemos experimentado que todas y todos somos vulnerables es preciso un plus para los más descartados socialmente. Ser fraternas deviene un reto.

El papa Francisco en su Fratelli Tutti nos urge a la fraternidad universal sin fisuras

Teresa Llach

Fecha

febrero 18, 2021

Categoría

Otras