El cierre y reorganización de comunidades es motivo de “lágrimas y sufrimientos”, pero estas situaciones, afrontadas desde la fe y con creatividad, pueden generar valiosos frutos. Así lo atestiguó un coloquio celebrado durante un encuentro de la Provincia Vedruna Europa los días 10 y 11 de noviembre en Valladolid.
La demografía de la Vida Religiosa impone a veces decisiones duras: abandonar presencias, barrios, proyectos…; dejar atrás a muchas personas queridas, trabajos de toda una vida…
Para las hermanas afectadas siempre es duro. “Cuando eres joven y te cambian de sitio, piensas: ‘¡Qué bien, voy a hacer algo nuevo!’. Pero cuando eres mayor, el cambio es heroico”, decía una hermana, en un coloquio organizado en el marco del encuentro provincial celebrado los días 9 y 10 de noviembre en el Centro Vedruna de Valladolid.
A través de diversas experiencias, la sesión sirvió para poner en evidencia cómo unas circunstancias que, en sí mismas, son motivo de “lágrimas y sufrimientos”, afrontadas desde la fe y con creatividad, pueden generar valiosos frutos.
La primera de esas experiencias la ofreció una representante del llamado Círculo Urdaibai, en Bizkaia. Las dos comunidades de Gernika se han fusionado, y con la de Bermeo han conformado lo que denominan «dos comunidades en Círculo».
De esta manera se logra, en primer lugar, maximizar las posibilidades de mantener proyectos de misión, y se da viabilidad a comunidades que, de otra manera, se verían abocadas al cierre y a la dispersión de las hermanas.
La adaptación personal a estos cambios es dura, reconoció una de las hermanas. Resulta obligado a romper con hábitos y rutinas a veces de décadas, y tener que volver a empezar a construir desde cero comunidad.
Similar al del Círculo Urdaibai ha sido el proceso vivido en las antiguas cuatro comunidades de Barcelona, que han ido configurando una nueva estructura de comunidades. Esto les ha permitido mantener diversos proyectos de acogida a personas migrantes, proyectos de apoyo a escuelas, parroquias, personas enfermas o personas sin hogar, siempre al doloroso precio de tener que afrontar cierres y costosos procesos de cambio.
La perspectiva, creen, cambia radicalmente cuando se afrontan estas situaciones con una idea clara de misión y pertenencia. “El cambio por el cambio no tiene sentido”, resumió una de las hermanas del grupo. Se trata de “ahondar en el sentido de nuestra vida, volver al punto inicial”.
O en palabras de otra hermana: «Esto sirve para construir comunidad distinta a lo de siempre. Eso lo tengo clarísimo. Necesitamos otra agilidad. Más compartir, más ceder… Yo lo veo. A la larga, va a ser bueno. Va a ser mejor».
Tal como plantea una de las prioridades presentadas en Valladolid por el Equipo Provincial, se trata de responder a la pregunta de “qué tipo de comunidades queremos priorizar”, no simplemente de ir respondiendo a las diferentes situaciones que se van presentando. El reto es «avanzar en relaciones comunitarias más fraternas, sanas y compasivas», reconociendo la importancia del testimonio de vida comunitaria como parte integral de la misión. Todo ello, de manera plenamente consciente y reflexiva, haciendo de la comunidades «espacios formativos privilegiados”.
El discernimiento necesario para afrontar estos procesos es personal y comunitario, pero al mismo tiempo afecta de lleno a la misión de la Provincia en su conjunto. Tiene una dimensión, por tanto, que excede ampliamente los límites de cada comunidad.
El último de los testimonios en Valladolid lo ofrecieron dos hermanas que acaban de abandonar sendas comunidades de santa Joaquina en Catalunya para trasladarse a Tánger. Confiesan que se marcharon «con lágrimas en los ojos» por dejar su trabajo con hermanas mayores. No entraba en sus planes nada parecido. Como la viuda pobre del Evangelio, saben, sin embargo, que sus dos moneditas son muy valiosas, cuando se ponen en manos del «Padre maternal» que les ha pedido dar ese paso.