La Comisión Diocesana para una Vida Libre de Violencia Contra las Mujeres conmemora este 25 de noviembre, a las 19 horas, el Día Internacional contra la Violencia de Género con un acto que podrá seguirse vía streaming y que lleva por lema “#Por ellas tocan las campanas”. La Congregación Vedruna forma parte de esta iniciativa por medio de Cova Orejas, quien explica la necesidad de dar una respuesta de Iglesia a las situaciones de maltrato que se han recrudecido durante la pandemia. Pero también la propia Iglesia –reconoce– tiene mucho camino que recorrer para erradicar el machismo.
¿Cómo surge la iniciativa #Por ellas tocan las campanas?
La pandemia ha generado una situación que ha recrudecido la violencia de género en los hogares y ha dificultado el atender a las personas que necesitan apoyo para salir de ese infierno. La comisión así lo ha visto y ha querido llamar nuestra atención: busca apoyo para hacer posible que quienes sufren por esta causa, puedan contar con la Iglesia en su camino hacia la libertad. Así surge esta iniciativa. Depende de nuestra sensibilidad que no falten recursos para que no estén solas, ante este desafío tan básico como es defender su vida, su dignidad, la igualdad… y nuestro reto es crear condiciones para que pueda ser.
¿Qué es ese «Mapa de la Violencia» que se va a presentar el miércoles en Madrid?
De una manera gráfica se ofrecerá una foto en la que visibilizar los casos de violencia en el mundo y en nuestro entorno. El sufrimiento generado por la violencia es brutal y nos arranca un dolor inmenso. En él estamos unidas a todas las mujeres que sufren y de ese dolor, sale la fuerza para seguir haciendo todo lo posible, contra la indiferencia y la impunidad que aún lo favorecen.
Para finalizar el acto se hablará de “nuestro papel como Iglesia” frente a la violencia de género. ¿Cuál es el papel de la Congregación Vedruna?
En el último documento capitular de la Congregación en su número 16, se expresa la voluntad y el compromiso de las hermanas de denunciar la violencia. Leo: “Cada vez se hace más evidente en nuestro mundo la necesidad de avanzar en la defensa de la mujer como sujeto de la historia. Los movimientos de mujeres llevan tiempo reivindicando su derecho de igualdad entre varón y mujer referido a la dignidad y derechos humanos. Dentro de la situación que ésta vive hoy se puede considerar que la violencia de género (física, emocional, económica, social, laboral…) es el daño mayor que le toca afrontar cotidianamente. Queremos seguir trabajando, como lo hizo Joaquina en su tiempo, por la promoción y liberación de la mujer. Deseamos empoderarnos juntas y reconocer cómo las mujeres acompañan a otras y otros, desde su fortaleza y en las situaciones más adversas, en su tarea de hacerse resilientes. Estamos convencidas de que para construir puentes hay que moverse donde se ahondan las brechas que separan.”
Y efectivamente a través de las múltiples actividades que llevamos a cabo en la misión a través de la formación y de nuestro compromiso social se está trabajando en ello, apoyando y acompañando a las niñas y mujeres en todo el mundo, en su camino y en sus circunstancias particulares.
¿Y más allá de denunciar los males de “nuestro mundo”? El machismo y los abusos de poder están también presentes en la Iglesia. ¿Qué pasa con ese machismo?
“Rompamos el silencio” es el número 32 del mismo documento salido del Capítulo y es el marco de nuestra acción como Carmelitas de la Caridad Vedruna en todo el mundo, en los ámbitos en los que nos comprometemos en comunidades, iglesia y en la sociedad: “Una herida social que nos interpela profundamente es la violencia y el abuso sexual en la Iglesia, en la vida religiosa y en la sociedad. Estos hechos nos cuestionan como Iglesia y especialmente como mujeres. Nos corresponde dar una respuesta profética ante los mismos. El abuso está agravado por el imperativo del silencio que imponen los agresores, y esto ocasiona un gran sentimiento de culpa en la persona abusada, que pasa mucho tiempo hasta que logra hablar. Hemos de vivir con mayor conciencia la realidad del pecado de desigualdad sexual que actualmente existe en todos los ámbitos. Es cuestión de dignidad humana”.
Hace tres años que escribimos esto y estamos en camino.